La carpa de la infamia
Dos excelentes artículos en http://exteriores.libertaddigital.com/ que analizan la matanza de la Yeshivá desde la óptica de las reacciones palestinas y la inoperancia del gobierno israelí. Son bastante largos por lo que he puesto un extracto. En los enlaces se pueden leer enteros.
Matanza en la yeshivá: Y Gaza bailó de alegría...
Matanza en la yeshivá: Y Gaza bailó de alegría...
Por Jeff Jacoby ( columnista del Boston Globe)
El ataque contra la yeshivá Mercaz Harav, en el que perdieron la vida ocho estudiantes y otros nueve resultaron heridos, fue una villanía perpetrada a sangre fría. Es difícil encontrar sentido al depravado fanatismo de sujetos como Alá Abú Dhaim, que tras penetrar tranquilamente en la abarrotada biblioteca del centro abrió fuego y no paró hasta que, finalmente, fue abatido por un oficial del ejército fuera de servicio que escuchó el tiroteo y acudió raudo al lugar de los hechos. Pero aún más execrables que la matanza fueron determinados comportamientos registrados con posterioridad. En Gaza, las noticias de que unos muchachos judíos inermes habían sido acribillados fue recibida con un estallido de alegría. Miles de palestinos alborozados se lanzaron a las calles para celebrar la matanza: los había que hasta disparaban al aire y regalaban caramelos a sus semejantes. Hamás emitió una declaración en la que se aplaudía el baño de sangre. "Bendecimos la operación [de Jerusalén]", decía la nota. Y añadía: "No será la última".
El ataque contra la yeshivá Mercaz Harav, en el que perdieron la vida ocho estudiantes y otros nueve resultaron heridos, fue una villanía perpetrada a sangre fría. Es difícil encontrar sentido al depravado fanatismo de sujetos como Alá Abú Dhaim, que tras penetrar tranquilamente en la abarrotada biblioteca del centro abrió fuego y no paró hasta que, finalmente, fue abatido por un oficial del ejército fuera de servicio que escuchó el tiroteo y acudió raudo al lugar de los hechos. Pero aún más execrables que la matanza fueron determinados comportamientos registrados con posterioridad. En Gaza, las noticias de que unos muchachos judíos inermes habían sido acribillados fue recibida con un estallido de alegría. Miles de palestinos alborozados se lanzaron a las calles para celebrar la matanza: los había que hasta disparaban al aire y regalaban caramelos a sus semejantes. Hamás emitió una declaración en la que se aplaudía el baño de sangre. "Bendecimos la operación [de Jerusalén]", decía la nota. Y añadía: "No será la última".
Hamás no hace ningún secreto de su sed de sangre; muy distinto es, sin embargo, el caso de Al Fatah, la otra facción importante de la Autoridad Palestina. Al Fatah está encabezada por el rais palestino, Mahmud Abbás, cuyo pulcro portavoz, Saeb Erekat, salió raudo a asegurar a los periodistas (en inglés, claro, pues se trataba de dirigirse al público occidental) que Abbás reiteraba su condena de "todos los ataques contra civiles, sean éstos palestinos o israelíes". No obstante, apenas unos días después de la matanza el rais afirmó al rotativo jordano Al Dustur –en árabe, y para consumo árabe– que "en estos momentos" se opone a los ataques terroristas por razones de orden táctico, y que en el futuro "quizá las cosas cambien". Asimismo, hizo alarde de su implicación en la violencia de la OLP ("Tuve el privilegio de disparar el primer tiro en 1965"), y proclamó orgulloso que Al Fatah había enseñado a resistir "a todo el mundo"; "incluso a Hezbolá –agregó–, que se entrenaba en nuestros campamentos militares". Más allá de la supuesta condena de Abbás, el diario oficial de la AP, Al Hayat Al Jadida, ensalzó en portada al asesino de los muchachos de la yeshivá, al que denominó shahid, es decir, mártir, y del que publicó una gran fotografía. En cuanto a las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, una violenta subsidiaria de Al Fatah, saludó la matanza como una "operación heroica".
A todo esto, la familia de Abú Dhaim instaló una carpa funeraria, engalanada con banderas de Hamás y Hezbolá, junto a su casa de Jerusalén Oriental. Fueron numerosas las personas que acudieron a allí a rendir honores al terrorista muerto.
Increíblemente, el Gobierno israelí no hizo nada por impedir ese homenaje público a un asesino múltiple, salvo insistir en que las banderas se retiraran las banderas de Hamás y Hezbolá.
Los parientes de Abú Dhaim residentes en Jordania trataron de montar una carpa similar en Ammán, pero los funcionarios del reino hachemita la desmantelaron enseguida, lo cual hizo que un tío del criminal montara en cólera. "Esperábamos que la gente viniera a felicitarnos por el martirio de mi sobrino", declaró. "Fue una operación heroica que todo el mundo debe celebrar".
Que el Gobierno árabe de Jordania haya mostrado más sensatez que el Estado de Israel a la hora de reaccionar ante los ensalzadores de un asesino de niños dice mucho de lo irresponsable que se ha vuelto el Gabinete Olmert.
La reacción del primer ministro, Ehud Olmert, a la matanza consistió en anunciar que no iba a dejar de hacer un "tremendo esfuerzo" por dar otro paso "significativo, importante, crucial", hacia la "auténtica reconciliación". Desde el Ministerio de Exteriores se proclamaron estupideces de igual calibre: "Estos terroristas están tratando de destruir las posibilidades de paz –declaró su portavoz–, pero, ciertamente, seguiremos adelante con las conversaciones de paz". Y la Casa Blanca no hizo sino aportar más de lo mismo: "Lo más importante es que el proceso de paz continúa y que las partes están comprometidas con él".
Increíblemente, el Gobierno israelí no hizo nada por impedir ese homenaje público a un asesino múltiple, salvo insistir en que las banderas se retiraran las banderas de Hamás y Hezbolá.
Los parientes de Abú Dhaim residentes en Jordania trataron de montar una carpa similar en Ammán, pero los funcionarios del reino hachemita la desmantelaron enseguida, lo cual hizo que un tío del criminal montara en cólera. "Esperábamos que la gente viniera a felicitarnos por el martirio de mi sobrino", declaró. "Fue una operación heroica que todo el mundo debe celebrar".
Que el Gobierno árabe de Jordania haya mostrado más sensatez que el Estado de Israel a la hora de reaccionar ante los ensalzadores de un asesino de niños dice mucho de lo irresponsable que se ha vuelto el Gabinete Olmert.
La reacción del primer ministro, Ehud Olmert, a la matanza consistió en anunciar que no iba a dejar de hacer un "tremendo esfuerzo" por dar otro paso "significativo, importante, crucial", hacia la "auténtica reconciliación". Desde el Ministerio de Exteriores se proclamaron estupideces de igual calibre: "Estos terroristas están tratando de destruir las posibilidades de paz –declaró su portavoz–, pero, ciertamente, seguiremos adelante con las conversaciones de paz". Y la Casa Blanca no hizo sino aportar más de lo mismo: "Lo más importante es que el proceso de paz continúa y que las partes están comprometidas con él".
Qué error. Lo más importante es reconocer que hay en curso una guerra de aniquilación contra Israel, cuyos enemigos ven en las negociaciones, las concesiones y demás componendas del "proceso de paz" pruebas de que los judíos se retiran; de ahí que consideren que, para hacerse con la victoria lo antes posible, lo mejor es golpearles cuanto más duro, mejor. Por eso Gaza estalló en júbilo el otro día. Por eso la matanza de la yeshivá Mercaz Harav el más reciente, pero no el último, de los horrores...
Por Julián Schvindlerman ( analista político argentino y autor TIERRAS POR PAZ, TIERRAS POR GUERRA)
Imaginemos por un instante que en la Buenos Aires de 1994 se erige una carpa, con banderas de Hezbolá, en honor del terrorista suicida que voló la AMIA y mató a 85 personas ese mismo año. O que en la Nueva York de 2001 y en el Madrid de 2004 se hiciera lo mismo para homenajear a los que atentaron contra el World Trade Center y la estación de Atocha, respectivamente. ¿Podemos anticipar la reacción social y política ante semejante ultraje? Pues bien, en Israel ha ocurrido precisamente eso, y la respuesta de parte de la ciudadanía y de las autoridades ha sido tan alucinante como para que la ofensa inicial haya quedado en segundo plano.
Imaginemos por un instante que en la Buenos Aires de 1994 se erige una carpa, con banderas de Hezbolá, en honor del terrorista suicida que voló la AMIA y mató a 85 personas ese mismo año. O que en la Nueva York de 2001 y en el Madrid de 2004 se hiciera lo mismo para homenajear a los que atentaron contra el World Trade Center y la estación de Atocha, respectivamente. ¿Podemos anticipar la reacción social y política ante semejante ultraje? Pues bien, en Israel ha ocurrido precisamente eso, y la respuesta de parte de la ciudadanía y de las autoridades ha sido tan alucinante como para que la ofensa inicial haya quedado en segundo plano.
La sociedad no había siquiera comenzado a asimilar la magnitud de la tragedia cuando los familiares del terrorista montaron una carpa en la parte árabe de Jerusalén para recibir las condolencias; una carpa que cubrieron con retratos del sahid y con banderas tanto palestinas como de Hamás y de Hezbolá, dos agrupaciones que llaman abiertamente a la destrucción de Israel.
Así, con una carpa abierta al público y a la vista del mundo entero, fue honrado impunemente un asesino de judíos en la capital de Israel. Hubo protestas, naturalmente, pero lo que llama la atención es la indecisión oficial y la empatía de parte de la sociedad. El ministro de Seguridad Pública, Avi Dichter, explicó que, legalmente, nada impedía a los deudos del terrorista montar una carpa de duelo, por lo que ésta no podía ser desmontada. "No tenemos la autoridad legal para cerrarla", indicó.
Así, con una carpa abierta al público y a la vista del mundo entero, fue honrado impunemente un asesino de judíos en la capital de Israel. Hubo protestas, naturalmente, pero lo que llama la atención es la indecisión oficial y la empatía de parte de la sociedad. El ministro de Seguridad Pública, Avi Dichter, explicó que, legalmente, nada impedía a los deudos del terrorista montar una carpa de duelo, por lo que ésta no podía ser desmontada. "No tenemos la autoridad legal para cerrarla", indicó.
No acabaron ahí las situaciones delirantes. "Necesitamos comenzar a pensar en un compromiso, y en cómo aceptar al otro y al diferente, incluso si no apreciamos sus costumbres", declaró a la prensa un padre israelí que había perdido a un hijo en un atentado, mientras que el parlamentario Dov Khenin aseguró que el desmantelamiento de la carpa sería un "castigo colectivo" y la ultraizquierdista Tali Fahima se allegó hasta la misma para dar el pésame a la familia Dheim...
Ciertamente, Israel es una democracia. Pero es una democracia en tiempos de guerra. Y no es mostrando sensibilidad y tolerancia como se derrota a un enemigo, que es de lo que se trata cuando se libra una guerra. La adhesión a la ley es un imperativo social; pero la ley debe dejar espacio para la acción en casos tan flagrantes de ofensa a la conciencia pública como la comisión de un acto terrorista y la posterior glorificación del autor.
Si con estas actitudes los israelíes buscan agradar al mundo, pueden olvidarse de ello. El mismo día del atentado contra la yeshivá Mercaz Harav, el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas adoptó una resolución de condena contra Israel por la escalada de violencia en Gaza. El texto de la resolución no hacía mención alguna a la matanza de Jerusalén. Treinta y tres países votaron a favor, y sólo uno, Canadá, en contra. Dieciséis naciones occidentales se abstuvieron, a excepción de Suiza, que, abandonando su tradicional neutralidad, votó a favor.
Una periodista israelí advirtió de que, el mismo día del baño de sangre en Jerusalén, otro árabe murió en Israel, pero en circunstancias completamente diferentes. Se trataba de un joven beduino de 28 años, alistado voluntariamente en el Ejército israelí, que murió al pisar una mina en la frontera con Gaza. Temiendo represalias por parte de los palestinos o de la propia comunidad árabe de Israel, su familia decidió no divulgar su nombre y evitar el funeral militar con honores.
La paradoja trágica del caso es evidente: un árabe-israelí que dio su vida por su patria debió ser sepultado en secreto, bajo el hálito de la vergüenza, mientras que otro árabe-israelí que masacró a civiles indefensos fue despedido con orgullo. Esto dice mucho del sentimiento reinante en la comunidad árabe-israelí, sentimiento que el Gobierno nacional apenas ha contribuido a modificar con su desubicada delicadeza para con la carpa de la infamia.
Triste mundo en el que en nombre de la ¿democracia? y la ¿libertad? se permite la glorificación de los asesinos y se anteponen los derechos de los verdugos a los de las víctimas. Hace tiempo que lo vemos en Eurabia y nos está costando caro. En Israel costará la supervivencia del Estado mismo. Olmert y su cuadrilla son tan asesinos como los terroristas.
Etiquetas: Islamofascismo, Israel, La legislatura de la paz infinita, Noticias desde eurabia
2 comentarios:
Ehud Olmert es el Zapatero israelí. Lo más grave es que estas cosas, al fin y al cabo muy similares a lo que ocurre en España, se esperan de Zapatero pero no de un gobierno israelí: que en un rincón de Israel, en la propia Jerusalen, se exalte y glorifique impunemente a los terroristas (como aquí se hace en algunas partes del País Vasco) sin que quien gobierna haga nada mientras a la vez se intenta mantener con esos mismos terroristas una cosa a la que llaman "proceso de paz"
Los dos sujetos son letales para sus respectivos paises.
De Anónimo, A las 3/19/2008 10:24 a. m.
te ne encuenta ephraim que siempre se dijo que el pueblo habla en las urnas y por lo visto el ganador fue zapatero , quiera que no se repita la secuencia en ERETZ ISRAEL.
noralicia
De Anónimo, A las 3/19/2008 11:45 p. m.
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