El proceso continúa
ETA y ZP: El proceso continúa
No se equivoquen. La ruptura formal por parte de ETA de su supuesto alto el fuego no supone el final del proceso de negociación de este Gobierno con la banda terrorista. Zapatero no lo dijo ayer y ETA tampoco. Si la muerte de dos inocentes en el atentado de la T4 en Barajas el pasado diciembre no consiguió interrumpirlo es aún menos probable que un mero comunicado pueda poner fin al mismo.
Zapatero no sólo no dijo ayer que renunciaba a todo dialogo con los terroristas, no sólo reivindicó su intento de negociación con ellos, sino que llegó a afirmar que proseguirá sus esfuerzos por la paz. En boca del actual presidente esfuerzo por la paz y negociación con los terroristas son sinónimos. Para los etarras hay también base para retomar el dialogo con el Gobierno a pesar de la ruptura de la tregua, como reitera Batasuna. Es más, para Zapatero ni siquiera el asesinato de miembros de su propio partido será un impedimento para la continuidad del dialogo con esos asesinos. Ya lo demostró en los años 2002 y 2004.
El PSOE y ETA coinciden en su análisis culpabilizando al PP de que no se haya podido culminar este proceso de claudicación ante los terroristas. En eso tienen razón. Si no es por la firmeza del PP en defensa de los principios democráticos, por la rebelión cívica que han liderado las victimas del terrorismo y por la fortaleza que han demostrado algunos componentes del Estado de Derecho, como el Poder Judicial, es más que posible que el proceso hubiera triunfado, que el País Vasco estuviera en vías de independizarse, que Navarra hubiera sido ya anexionada, que no sólo De Juana sino la mayoría de los presos de ETA estuvieran en la calle y que Zapatero y Otegi fueran candidatos al premio Príncipe de Asturias de la Concordia.
Pero no es el momento de bajar la guardia. La voluntad de negociación por ambas partes se mantiene intacta. Habrá dialogo y negociación por encima de los muertos que ETA pueda añadir a la lista en los próximos meses. Se intentará mantener oculto, pero caben pocas dudas de que existirá. La cuestión es el precio. Zapatero se había comprometido a pagar más de lo que política y judicialmente podía asumir. Pero su voluntad de comprar su paz con nuestra libertad persiste.
GEES
Zapatero no sólo no dijo ayer que renunciaba a todo dialogo con los terroristas, no sólo reivindicó su intento de negociación con ellos, sino que llegó a afirmar que proseguirá sus esfuerzos por la paz. En boca del actual presidente esfuerzo por la paz y negociación con los terroristas son sinónimos. Para los etarras hay también base para retomar el dialogo con el Gobierno a pesar de la ruptura de la tregua, como reitera Batasuna. Es más, para Zapatero ni siquiera el asesinato de miembros de su propio partido será un impedimento para la continuidad del dialogo con esos asesinos. Ya lo demostró en los años 2002 y 2004.
El PSOE y ETA coinciden en su análisis culpabilizando al PP de que no se haya podido culminar este proceso de claudicación ante los terroristas. En eso tienen razón. Si no es por la firmeza del PP en defensa de los principios democráticos, por la rebelión cívica que han liderado las victimas del terrorismo y por la fortaleza que han demostrado algunos componentes del Estado de Derecho, como el Poder Judicial, es más que posible que el proceso hubiera triunfado, que el País Vasco estuviera en vías de independizarse, que Navarra hubiera sido ya anexionada, que no sólo De Juana sino la mayoría de los presos de ETA estuvieran en la calle y que Zapatero y Otegi fueran candidatos al premio Príncipe de Asturias de la Concordia.
Pero no es el momento de bajar la guardia. La voluntad de negociación por ambas partes se mantiene intacta. Habrá dialogo y negociación por encima de los muertos que ETA pueda añadir a la lista en los próximos meses. Se intentará mantener oculto, pero caben pocas dudas de que existirá. La cuestión es el precio. Zapatero se había comprometido a pagar más de lo que política y judicialmente podía asumir. Pero su voluntad de comprar su paz con nuestra libertad persiste.
GEES
ETA: Rodríguez al sótano de la historia
Juan Carlos Girauta
Mantenerse firme en principios y valores procura sinsabores las más de las veces, pero evita al político el ridículo y la caída fatal a los sombríos sótanos de la historia. A uno de ellos ha ido a parar el aún presidente Rodríguez, cuyo partido, por boca de Blanco, osa exhibirse tras el comunicado de la ETA halagando a su líder por haber intentado la paz y, agárrense al asiento, por haberlo hecho con transparencia. La transparencia de las veinticinco reuniones con los terroristas, supongo. La transparencia de jugar a las cartas en dos mesas: la del Gobierno Aznar, proponiendo el pacto por las libertades, y la mesa del hampa.
Opacidad, Pepiño, es la palabra. Opacidad comprensible en quien ha resuelto engañar de tal modo al Estado de Derecho. Tiene miga que los socialistas, precisamente, se hayan hartado de acusar al PP de hacer política con el terrorismo.
A quien ha mantenido sus principios le basta con insistir en la única línea que se ha mostrado eficaz contra el terror: transmitir a los encapuchados el mensaje claro e inamovible de que jamás obtendrán rédito político alguno con sus actos, de que su "lucha" acabará en largas condenas y en repudio social.
Se trata de un mensaje y de una actitud que ya habían calado, reduciendo a la ETA a su peor situación... hasta el día en que Carod, siendo presidente en funciones de la Generalidad, les ofreció en Perpiñán su botella de oxígeno, les concedió la iniciativa política de la tregua catalana y configuró la estrategia que había de unir los destinos de socialistas y separatistas, armados o no.
Fue la estrategia del modelo tripartito, que tanto mal ha hecho a Cataluña. La izquierda toda, por encima de sus ideas nacionales o antinacionales, preveía extenderla con el tiempo al País Vasco. Un plan que no iba sólo contra el PP. También dejaba fuera de juego a CiU en Cataluña y al PNV en el País Vasco. Sólo una estúpida inercia y varios lustros de convencida pedagogía del odio impidieron a Mas e Ibarretxe percatarse de su alineamiento moral con quienes iban a liquidarlos. Se han equivocado de enemigo, pues al fin su supervivencia va a depender de su capacidad de entenderse con el PP. Eso sí, bajando los humos. O eso, o nada.
Rodríguez, haga balance de lo suyo: la ETA rearmada, dueña de la agenda política española, legitimada por las renuncias morales de los patxinadies y, por fin, liquidando un proceso para abrir otro. El proceso que muere deja como legado la normalización del debate territorial y autodeterminativo. El que empieza es el que le envía a usted, presidente, al sótano de la historia. Y el que tendrá que arreglar el PP.
Zapatero: El desplome de una fachada
Ignacio Villa
Opacidad, Pepiño, es la palabra. Opacidad comprensible en quien ha resuelto engañar de tal modo al Estado de Derecho. Tiene miga que los socialistas, precisamente, se hayan hartado de acusar al PP de hacer política con el terrorismo.
A quien ha mantenido sus principios le basta con insistir en la única línea que se ha mostrado eficaz contra el terror: transmitir a los encapuchados el mensaje claro e inamovible de que jamás obtendrán rédito político alguno con sus actos, de que su "lucha" acabará en largas condenas y en repudio social.
Se trata de un mensaje y de una actitud que ya habían calado, reduciendo a la ETA a su peor situación... hasta el día en que Carod, siendo presidente en funciones de la Generalidad, les ofreció en Perpiñán su botella de oxígeno, les concedió la iniciativa política de la tregua catalana y configuró la estrategia que había de unir los destinos de socialistas y separatistas, armados o no.
Fue la estrategia del modelo tripartito, que tanto mal ha hecho a Cataluña. La izquierda toda, por encima de sus ideas nacionales o antinacionales, preveía extenderla con el tiempo al País Vasco. Un plan que no iba sólo contra el PP. También dejaba fuera de juego a CiU en Cataluña y al PNV en el País Vasco. Sólo una estúpida inercia y varios lustros de convencida pedagogía del odio impidieron a Mas e Ibarretxe percatarse de su alineamiento moral con quienes iban a liquidarlos. Se han equivocado de enemigo, pues al fin su supervivencia va a depender de su capacidad de entenderse con el PP. Eso sí, bajando los humos. O eso, o nada.
Rodríguez, haga balance de lo suyo: la ETA rearmada, dueña de la agenda política española, legitimada por las renuncias morales de los patxinadies y, por fin, liquidando un proceso para abrir otro. El proceso que muere deja como legado la normalización del debate territorial y autodeterminativo. El que empieza es el que le envía a usted, presidente, al sótano de la historia. Y el que tendrá que arreglar el PP.
Zapatero: El desplome de una fachada
Ignacio Villa
El anuncio del final del alto el fuego de ETA no ha sorprendido a nadie. La tregua, pactada y negociada entre terroristas y socialistas antes de que se anunciara hace más de un año, fue dinamitada el pasado 30 de diciembre con el atentado de Barajas. En aquel momento Rodríguez Zapatero prefirió mirar hacia otra parte y no romper un alto el fuego que se había demostrado ficticio, para pasar de inmediato a humillar al Estado de Derecho con una larga lista de renuncias y concesiones a la banda terrorista.
Durante el periodo que ha durado el alto el fuego se acalló todo el discurso político que había mantenido el PSOE contra el terrorismo, se trató con guante de seda a Arnaldo Otegi, se cedió al chantaje del etarra De Juana Chaos, se dejó volver a las instituciones democráticas a ETA-Batasuna, se insultó al Partido Popular, se laminó el pacto por las libertades, se dejó de aplicar la ley de partidos, se abrieron las puertas de las instituciones europeas a los etarras y se puso patas arriba todo el trabajo de los demócratas, que durante años habían fabricado diques y murallas de contención contra aquellos que querían destruir nuestras libertades y nuestra nación.
Después de capitanear esta larga lista de renuncias, Rodríguez Zapatero ha amanecido este martes 5 de junio con el anuncio oficial de un final anunciado. Su reacción ha sido la que cabía esperar de un presidente del Gobierno superado por los acontecimientos y atenazado por sus debilidades. La comparecencia del presidente del Gobierno ha sido la confirmación de que Zapatero ha olvidado hace mucho tiempo el discurso político serio y sólido en la lucha contra el terrorismo al que le obliga su cargo. Se encuentra ahora sin recursos ni mecanismos para reaccionar. Lleva tanto tiempo en el juego de la rendición, con sus diálogos de la nada y conversaciones de humo, malgastando todas sus energías atacando al Partido Popular, que ahora de pronto se ha quedado sin nada. Es un presidente hundido, perdido y desfondado.
La intervención pública de Rodríguez Zapatero ha carecido de contenido político, fuelle y línea argumental. En ningún momento ha dado la imagen de seguridad y fuerza que los españoles necesitaban. No hemos visto a un presidente dispuesto a afrontar con valentía, con sensatez y con sentido común la nueva situación. No sólo ha evitado hablar de la necesaria colaboración con el Partido Popular, sino que ha eliminado de su vocabulario el concepto "lucha antiterrorista", pese a que los etarras han anunciado que vuelven a hacer lo que saben hacer. En definitiva, este 5 de julio nos hemos encontrado con el rostro que mostraba al público el presidente del Gobierno no era más que pura fachada de cartón piedra, y que detrás de ella no hay más que un ególatra que se creía capaz de solucionar todos los problemas del mundo pero que, al final, se ha topado de bruces con la realidad. Lo que hay que preguntarse ahora es cómo va a salir del agujero en el que él mismo se ha metido, porque lo único claro es que para Zapatero rectificar no es una opción.
Durante el periodo que ha durado el alto el fuego se acalló todo el discurso político que había mantenido el PSOE contra el terrorismo, se trató con guante de seda a Arnaldo Otegi, se cedió al chantaje del etarra De Juana Chaos, se dejó volver a las instituciones democráticas a ETA-Batasuna, se insultó al Partido Popular, se laminó el pacto por las libertades, se dejó de aplicar la ley de partidos, se abrieron las puertas de las instituciones europeas a los etarras y se puso patas arriba todo el trabajo de los demócratas, que durante años habían fabricado diques y murallas de contención contra aquellos que querían destruir nuestras libertades y nuestra nación.
Después de capitanear esta larga lista de renuncias, Rodríguez Zapatero ha amanecido este martes 5 de junio con el anuncio oficial de un final anunciado. Su reacción ha sido la que cabía esperar de un presidente del Gobierno superado por los acontecimientos y atenazado por sus debilidades. La comparecencia del presidente del Gobierno ha sido la confirmación de que Zapatero ha olvidado hace mucho tiempo el discurso político serio y sólido en la lucha contra el terrorismo al que le obliga su cargo. Se encuentra ahora sin recursos ni mecanismos para reaccionar. Lleva tanto tiempo en el juego de la rendición, con sus diálogos de la nada y conversaciones de humo, malgastando todas sus energías atacando al Partido Popular, que ahora de pronto se ha quedado sin nada. Es un presidente hundido, perdido y desfondado.
La intervención pública de Rodríguez Zapatero ha carecido de contenido político, fuelle y línea argumental. En ningún momento ha dado la imagen de seguridad y fuerza que los españoles necesitaban. No hemos visto a un presidente dispuesto a afrontar con valentía, con sensatez y con sentido común la nueva situación. No sólo ha evitado hablar de la necesaria colaboración con el Partido Popular, sino que ha eliminado de su vocabulario el concepto "lucha antiterrorista", pese a que los etarras han anunciado que vuelven a hacer lo que saben hacer. En definitiva, este 5 de julio nos hemos encontrado con el rostro que mostraba al público el presidente del Gobierno no era más que pura fachada de cartón piedra, y que detrás de ella no hay más que un ególatra que se creía capaz de solucionar todos los problemas del mundo pero que, al final, se ha topado de bruces con la realidad. Lo que hay que preguntarse ahora es cómo va a salir del agujero en el que él mismo se ha metido, porque lo único claro es que para Zapatero rectificar no es una opción.
Etiquetas: La España de Torrente
1 comentarios:
Haces bien en recordar, para todos aquellos que pecan de ingenuidad, que Zapatero en ningún momento ha declarado que da por concluidos sus negociaciones con los etarras.
Saludos
De Decentes, A las 6/07/2007 9:30 a. m.
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