Lo que aún colea tras las elecciones y los nuevos coletazos del monstruo
LO HARÁ FORMAL MAÑANA, 6 DE JUNIO
ETA confirma en un comunicado que seguirá matando
ETA reactiva “todos los frentes” animada por su éxito electoral. De madrugada y en el diario Berria, la banda avanzó anoche en un comunicado que rompe el alto el fuego aunque ya lo había hecho con la T-4. El anuncio oficial se lo reserva para mañana. Como siempre, reclama la independencia y la anexión de Navarra. Fuentes de Europa Press añaden que el Gobierno estaba al tanto. Se explican pues, las informaciones del diario El País.
ETA confirma en un comunicado que seguirá matando
ETA reactiva “todos los frentes” animada por su éxito electoral. De madrugada y en el diario Berria, la banda avanzó anoche en un comunicado que rompe el alto el fuego aunque ya lo había hecho con la T-4. El anuncio oficial se lo reserva para mañana. Como siempre, reclama la independencia y la anexión de Navarra. Fuentes de Europa Press añaden que el Gobierno estaba al tanto. Se explican pues, las informaciones del diario El País.
Alarma, Certeza y Decepción
por Hermann Tertsch (ABC, 29 de mayo)
No seamos ilusos. Los resultados podrían haber sido peores, pero esperanzadores lo son muy poco. Seamos francos todos aquellos que, sincera y abiertamente, creemos que la legislatura actual bajo el presidente del Gobierno socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, es la más nefasta, en lo humano, en lo moral, en lo político y en lo cultural, que hemos vivido los españoles desde el final de la dictadura. Aunque estemos convencidos de que no existe determinismo histórico alguno. Y otorgando que incluso gente de su calidad puede hacer algo constructivo, eficaz y beneficioso para los españoles, de no estar tan enfrentada a sus limitaciones, miedos y miserias ideológicas y personales.
No a muchos humanos les está dado el saltar por encima de su propia sombra. Rodríguez Zapatero es probablemente de los menos capaces para ello, orgulloso prisionero de su sombra menor como pocos. Nadie le puede negar su buena voluntad al comienzo de su inesperada e inverosímil singladura por el poder. Y nadie hoy puede ya cabalmente defenderla a la vista de sus resultados nefastos para la convivencia de la sociedad que juró defender, y tan corrosiva como tóxica para las instituciones y el sano fluir de las relaciones humanas que crean industria, economía, urbanidad y sociedad propia.
Malo es que en momentos de angustia, zozobra y mudanza los españoles nos dejáramos voluntariamente encelar en esa su sombra triste, pobre y escasa. Y esa culpa no es suya. Pero dramático sería que tuviéramos que depender de su patética figura para fugarnos de esa umbría que amenaza con lanzarnos directamente a oscuridades que los españoles hemos combatido con éxito y desde luego no merecemos. Pero nadie crea tampoco que negarle en un domingo un par de votos a quien tanta loza ha roto es un gesto de dignidad definitivamente liberador. Ni mucho menos. Nadie piense que el daño que se le ha hecho al tejido social, político y emocional bajo esta tropa de flautistas más o menos convencidos, más o menos bribones, será reversible a corto plazo. De ahí que, ante los resultados habidos, sólo cabe humildad y mucha cautela por parte de quienes creemos que José Blanco, José Luis Rodríguez Zapatero, Cándido Conde Pumpido, el ministro Bermejo y tantos otros acabarán en un pie de página de la historia de España mezclados con otros protagonistas de esta triste fase que nos ha tocado vivir, como son José Ternera, José Luis Eguiguren, Patxi López, Pernando Barrena y demás. No nos dejemos, por tanto, llevar por esos entusiasmos que a algunos puedan generar 160.000 votos de españoles con que el Partido Popular de don Mariano Rajoy supera ahora la cosecha del Rey Arturo de la Moncloa. Nada supone en realidad para el estado de las cosas y ante todo para la salubridad del Estado que la calle Ferraz contara el domingo con un estadio Santiago Bernabéu y medio menos de votos que la calle Génova a las diez de la noche. Nada importa en este sentido darle la razón a cualquier tucán mequetrefe que intenta intoxicar. Seamos claros y duros con nosotros mismos, porque mucho nos importa lo que hay en juego. No son unas decenas de miles de votos tornadizos o guadianos entre convocatorias electorales las que harán tornar una suerte de España que muchos creen haber logrado y a cambiar con artificios y transformaciones que ellos se prometen irreversibles, pero injustificables, tramposos, ilegales y torticeros. Navarra parece condenada, en el País Vasco el terror tiene ya financiación oficial y el resto de España comienza a ver cómo el clientelismo ideológico da más miedo que las películas de serie negra checoslovacas. No lean a Pawel Kohout sino quieren, pero esta es aún la hora de las especies más mentirosas.
Muchas cuestiones que esta malhadada legislatura ha inventado e impuesto para mayor gloria de apaños y trueques políticos grotescos de tontilocos sí son alarmantes y nos van a hacer daño a nosotros y a nuestros hijos y nietos. Frenarlas es mero patriotismo. En las reformas institucionales basta con hablar del egoísmo, del ventajismo y la cobardía, pero ante todo de esa mentira tan reiterada como insultante que nacionalistas e izquierdistas han convertido en el motor de parcelar la realidad, la pasada en la historia y la presente. El espectáculo de falacia y chantaje que nos han ofrecido esas fuerzas que —sólo por respeto a Ignacio Camacho aún no llamo, de absoluto acuerdo a su perfecta vocación, «nacional-socialistas»— nos ha convertido a los españoles, incluidos aquellos que dicen no serlo, en absolutos peleles de un mensaje mágico en la política que apuesta por todo y por ello se convierte en una aventura involucionista, liberticida y quién sabe si muy grave mente peligrosa para la integridad física de los españoles. Las aventuras del poeta Georg Trakl en Múnich o del misionero bolchevique Bela Kunen Budapest, o tantas otras que en el siglo veinte desafiaron al sentido común, se aliaron con lo peor posible, se entusiasmaron con el experimento social y anunciaron grandes dichas siempre a cambio de terribles sacrificios hacen honor a Zapatero y a toda la para nada sagrada alianza de oportunistas, izquierdistas «new age», cobardes, rampantes del negocio y la palabra y otros seres siniestros que quieren compensar sus abismales imperfecciones de carácter y proyecto con la rotundidad de sus objetivos. No les pasa otra cosa a los asesinos y sus corifeos en el País Vasco, deprimidos hasta el ingreso terapéutico hace cuatro años. Entonces todos buscaban trabajos en la empresa privada o la diputación. Hoy con Zapatero, pletóricos de derechos en una ANV tan procaz, han vuelto a la épica. Nadie desmiente nada ya. Los peores periodistas que han ayudado a Zapatero a difamar a quienes criticaban el proceso titulan ya, sin complejos, «Batasuna irrumpe». Ni se acuerdan de sus mentiras. Eso es falta de respeto.
Con tanta miseria de desparpajo militando en defensa del terror ventajista, puede que algunos todavía divaguen sobre lo que sufre Zapatero en dejar en manos de los terroristas las listas de los censos y el dinero atribuible. Pero lo peor es la mala fe, la percepción del enemigo equivocado, el odio gratuito de quienes se sienten seguros en el coqueteo del guerracivilismo. Y los socialistas en el País Vasco, pero también en Cataluña y en la calle Ferraz. Y tanto medio periodístico y firma decrépita que sólo ve enemigos en José María Aznar, un hombre al que volaron dentro de su coche esos chicos de la paz. No han dejado durante toda esta legislatura malhadada de pregonar esa mala fe que dirige su mirada de odio hacia quienes denuncian sus mentiras. Zapatero es su Arturo mágico. El fracaso perenne. Acosta siempre del prójimo. Nuestros enemigos reciben ánimos, expectativas, fuerzas, dinero o mesas del buen comer. Dice Arturo Alicia que «una de las cosas buenas de la democracia es que permite estar a todos contentos». No todos están tan contentos y sin haber perdido, como en su caso, una y otra vez las apuestas a la posteridad, eso sí, siempre con moneda ajena, de todos los españoles. Nonos alegramos siquiera de que su partido haya sido humillado, y sus decenas de miles de militantes de Madrid sacrificados en su esfuerzo y dignidad. Es increíble que haya ahora gente en España que hable de Kirov, el jefe comunista de Leningrado. La hay. La subcultura socialista de Zapatero no sabe nada de Sergei Kirov ni de nada que no sean ocurrencias propias. Por eso creen que lo inventan todo. A partir de la misteriosa muerte de Kirov el partido dejó de existir como órgano de debate. Cierto, un candidato propuesto por Stalin no habría pasado el ridículo de Miguel Sebastián. Visto el capítulo De Juana y el de Otegui, el nuevo de ANV y las conversaciones clandestinas con ETA, mi confianza en el Gran Timonel, presunto defensor de las instituciones del Reino de España, es muy escasa. Pero grande es mi decepción por el hecho de que los españoles no hayan respondido con la reacción que pudieran a quien juega con nuestra suerte, dignidad y seguridad para arrinconarlo en el triste lugar de la historia que merece.
Las elecciones de ETA
por César Alonso de los Ríos (ABC, 30 de mayo)
No había que esperar a los resultados electorales: el mal ya estaba hecho, ETA había sido legalizada. El aviso de Barajas había sido suficiente para recordar las cláusulas, ya pactadas. En realidad, el Gobierno y ETA siguen viéndose por gusto. Porque Zapatero está con el proyecto de ETA hasta el punto de que la inventaría si no existiera. Quiero decir que las gentes que, como «nuestro» presidente, piensan que España ha sido un error histórico necesitan instrumentos que puedan llevar a cabo la obra destructora. Por eso también las simpatías de ciertos progresistas en el pasado se dirigieron a aquellos personajes que estaban en contra de la personalidad histórica de España.
Los resultados de Navarra son motivo de satisfacción para Zapatero. Le desagradan las espléndidas victorias de Aguirre, Gallardón y Barberá... pero se siente compensado por Navarra, Baleares y Canarias. El cerco a España debe seguir viniendo de la periferia, como decía mi viejo amigo Vázquez Montalbán. Una «corona» de naciones en trance de ruptura.
En Cataluña y País Vasco han dejado de votar los hijos de charnegos y maketos. Nunca han vivido tan de prestado como ahora. Así que vota únicamente el cuarenta por ciento más vinculado a las Administraciones. Dicen algunos que Zapatero carece de proyecto. ¿Qué sería de nosotros si lo tuviese? Dicen otros que el proceso de paz es un fracaso y me pregunto qué no habría sucedido ya en este «país» si hubiera triunfado. Parece que Pamplona quedará al fin en buenas manos. Recemos para que los socialistas que han legalizado a ETA no consigan la presidencia para ser ellos quienes lideren la construcción de Euskal Herría. En todo caso, el mal está hecho. ETA está en las instituciones y cobrará por ello. Del mismo presupuesto que Conde Pumpido y Bermejo.
Y habida cuenta de que las cosas están como están en la sede de Génova, algunos recomiendan un cambio en la estrategia del PP y una política de pactos con Imaz y Mas. Tan moderadamente independentistas. Porque si es inevitable romper España, ¿por qué no hacerlo con delicadeza?
Navarra, tiempos sombríos
por Jon Juaristi (ABC, 29 de mayo)
Por mucha prudencia que prometan ahora los dirigentes del PSOE, y a pesar del silencio críptico del secretario de los socialistas navarros, la suerte del Viejo Reino está ya decidida por el estado mayor de Rodríguez, como aclaró José Blanco en la noche electoral. «El PP ha perdido Navarra» quiere decir «gobernaremos con los nacionalistas». Ni más ni menos. No voy, por tanto, a extenderme en especulaciones acerca de una intención no ya posible sino declarada. Creo que es más urgente prever las consecuencias que la coalición social-nacionalista que se avecina tendrá en toda la región que llamaré -para qué evitar el término- vasconavarra.
Nafarroa Bai es un conglomerado independentista, no sólo nebulosamente soberanista. Su líder y más que probable presidente autonómico, Patxi Zabaleta, procede de Batasuna, pero, a mi juicio, esto no resulta determinante para entender el alcance de su futura designación. Fue de Batasuna, ya no lo es. Resultaría absurdo y estúpido reprochar a los socialistas que se aliaran con él alegando su pasada militancia en el movimiento de apoyo a ETA. Por el contrario, que Zabaleta haya tomado distancia del mismo le hace acreedor a una respetabilidad democrática, algo que nada tiene que ver con la simpatía o antipatía que pueda inspirar su pasado. En cambio, su concepción de la relación de Navarra con España es del todo pertinente para la crítica de un acuerdo gubernamental del PSN con Nafarroa Bai, porque Zabaleta sostiene que Navarra es una colonia de España, lo que dista de ser, en su caso, una metáfora. Zabaleta se refiere abiertamente a Navarra como la más antigua colonia europea aún no emancipada. No es un planteamiento el suyo soberanista o confederal, como el del PNV, sino anticolonialista, como el de la ETA alucinada de los orígenes. Y, en ese planteamiento, España es el enemigo imperialista del que hay que desembarazarse.
El otro rasgo distintivo de Nafarroa Bai dentro de la familia nacionalista vasca es su navarrocentrismo, que, sin duda, le traerá problemas con el PNV en el futuro. Digamos, en términos muy generales, que así como el nacionalismo vasco ha pretendido siempre la anexión de Navarra a Euskadi, el nuevo nacionalismo navarrocéntrico preconiza la disolución de Euskadi en Navarra, siguiendo una argumentación historicista a la que Zabaleta y otros nacionalistas navarros son proclives. En síntesis, este nuevo nacionalismo apela, como fundamentación histórica de sus reclamaciones anticolonialistas, a la existencia de un estado navarro medieval que, en su momento de mayor expansión territorial -el reinado de Sancho el Mayor- habría incluído la Gascuña y las provincias vascas. En principio, tal historicismo no es privativo de los nacionalistas. Con mayor o menor grado de megalomanía puede encontrarse en casi todas las corrientes del navarrismo histórico, aunque, a efectos políticos, nunca ha tenido importancia en el seno del tradicionalismo o del liberalismo. Sin embargo, para el nuevo nacionalismo navarro, Euskadi es la Navarra doblemente irredenta (porque, además de soportar una opresión colonial, está separada del núcleo primigenio de la nación vasca o vascona). Todo esto suena a romanticismo periclitado, pero conviene darse una vuelta por la obra de Zabaleta para comprobar hasta qué punto constituye el núcleo de su proyecto político. En tal sentido, Nafarroa Bai se aparta de una tradición aranista, la del PNV, que fue exclusivamente vizcaína en sus orígenes y que no concibe una futura nación vasca soberana con el centro político desplazado hacia Navarra. El panvasquismo forma parte de la retórica del PNV, pero, en la práctica, Navarra es una patata demasiado caliente para el partido de Imaz, en el que los cuadros navarros forman una minoría exigua. El experimento de Garaicoechea -la promoción a lehendakari de un navarro navarrocentrista, al que no se le caía de la boca Sancho el Mayor- terminó catastróficamente en los años 1985 y 1986 con la expulsión de la ejecutiva navarra del partido y la creación de una comisión gestora. Desde entonces, el PNV no ha levantado cabeza en Navarra.
Con dos gobiernos nacionalistas con proyectos distintos en Vitoria y Pamplona, la negociación del modelo de integración territorial dará un papel decisivo a Batasuna (y a ETA), por encima incluso de Eusko Alkartasuna, que, si bien tiene un peso importante en el nacionalismo navarro, es minoritario en las provincias vascas respecto al PNV, su socio de gobierno, y no cabe suponer que llegue a enfrentarse con éste por la cuestión de la centralidad geopolítica de la Euskal Herría unificada y euscaldún. La iniciativa quedaría entonces en manos de Batasuna. Probablemente, la presencia institucional de Batasuna (ANV) en la Comunidad Autónoma Vasca permitiría a ETA relajar la actividad terrorista en las provincias para incrementarla en Navarra, fundamentalmente sobre las únicas fuerzas opuestas a la integración auspiciada por el nacionalismo étnico; es decir, UPN y CDN, contra las que se emplearía a fondo (ETA, sobra decirlo, nunca le ha hecho ascos al navarrocentrismo). Contra el PNV es dudoso que se decidiera a emplear una violencia que rebasara los ataques vandálicos a batzokis, como ya hemos visto estos días -los atentados mortales contra nacionalistas romperían la comunidad política en ciernes-, pero los socialistas vascos y navarros se convertirían en objetivos del terrorismo si pusieran trabas al proceso independentista, además de abrir una crisis política que daría al traste con la coalición en Navarra.
La salida más inteligente para el PSN sería aceptar el pacto ofrecido por Miguel Sanz o negociar otra salida que hiciera posible la gobernabilidad de Navarra, bien por una coalición de UPN y CDN con acuerdos con los socialistas, bien por una Grossekoalition UPN-PSN, como la que ha propuesto a lo largo del último año Víctor Manuel Arbeloa. Pero, precisamente por ser la más inteligente y sensata, fue la primera que descartó, el domingo, ese genio de las finanzas metido a político que se llama José Blanco. Se acercan tiempos más sombríos todavía.
por Hermann Tertsch (ABC, 29 de mayo)
No seamos ilusos. Los resultados podrían haber sido peores, pero esperanzadores lo son muy poco. Seamos francos todos aquellos que, sincera y abiertamente, creemos que la legislatura actual bajo el presidente del Gobierno socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, es la más nefasta, en lo humano, en lo moral, en lo político y en lo cultural, que hemos vivido los españoles desde el final de la dictadura. Aunque estemos convencidos de que no existe determinismo histórico alguno. Y otorgando que incluso gente de su calidad puede hacer algo constructivo, eficaz y beneficioso para los españoles, de no estar tan enfrentada a sus limitaciones, miedos y miserias ideológicas y personales.
No a muchos humanos les está dado el saltar por encima de su propia sombra. Rodríguez Zapatero es probablemente de los menos capaces para ello, orgulloso prisionero de su sombra menor como pocos. Nadie le puede negar su buena voluntad al comienzo de su inesperada e inverosímil singladura por el poder. Y nadie hoy puede ya cabalmente defenderla a la vista de sus resultados nefastos para la convivencia de la sociedad que juró defender, y tan corrosiva como tóxica para las instituciones y el sano fluir de las relaciones humanas que crean industria, economía, urbanidad y sociedad propia.
Malo es que en momentos de angustia, zozobra y mudanza los españoles nos dejáramos voluntariamente encelar en esa su sombra triste, pobre y escasa. Y esa culpa no es suya. Pero dramático sería que tuviéramos que depender de su patética figura para fugarnos de esa umbría que amenaza con lanzarnos directamente a oscuridades que los españoles hemos combatido con éxito y desde luego no merecemos. Pero nadie crea tampoco que negarle en un domingo un par de votos a quien tanta loza ha roto es un gesto de dignidad definitivamente liberador. Ni mucho menos. Nadie piense que el daño que se le ha hecho al tejido social, político y emocional bajo esta tropa de flautistas más o menos convencidos, más o menos bribones, será reversible a corto plazo. De ahí que, ante los resultados habidos, sólo cabe humildad y mucha cautela por parte de quienes creemos que José Blanco, José Luis Rodríguez Zapatero, Cándido Conde Pumpido, el ministro Bermejo y tantos otros acabarán en un pie de página de la historia de España mezclados con otros protagonistas de esta triste fase que nos ha tocado vivir, como son José Ternera, José Luis Eguiguren, Patxi López, Pernando Barrena y demás. No nos dejemos, por tanto, llevar por esos entusiasmos que a algunos puedan generar 160.000 votos de españoles con que el Partido Popular de don Mariano Rajoy supera ahora la cosecha del Rey Arturo de la Moncloa. Nada supone en realidad para el estado de las cosas y ante todo para la salubridad del Estado que la calle Ferraz contara el domingo con un estadio Santiago Bernabéu y medio menos de votos que la calle Génova a las diez de la noche. Nada importa en este sentido darle la razón a cualquier tucán mequetrefe que intenta intoxicar. Seamos claros y duros con nosotros mismos, porque mucho nos importa lo que hay en juego. No son unas decenas de miles de votos tornadizos o guadianos entre convocatorias electorales las que harán tornar una suerte de España que muchos creen haber logrado y a cambiar con artificios y transformaciones que ellos se prometen irreversibles, pero injustificables, tramposos, ilegales y torticeros. Navarra parece condenada, en el País Vasco el terror tiene ya financiación oficial y el resto de España comienza a ver cómo el clientelismo ideológico da más miedo que las películas de serie negra checoslovacas. No lean a Pawel Kohout sino quieren, pero esta es aún la hora de las especies más mentirosas.
Muchas cuestiones que esta malhadada legislatura ha inventado e impuesto para mayor gloria de apaños y trueques políticos grotescos de tontilocos sí son alarmantes y nos van a hacer daño a nosotros y a nuestros hijos y nietos. Frenarlas es mero patriotismo. En las reformas institucionales basta con hablar del egoísmo, del ventajismo y la cobardía, pero ante todo de esa mentira tan reiterada como insultante que nacionalistas e izquierdistas han convertido en el motor de parcelar la realidad, la pasada en la historia y la presente. El espectáculo de falacia y chantaje que nos han ofrecido esas fuerzas que —sólo por respeto a Ignacio Camacho aún no llamo, de absoluto acuerdo a su perfecta vocación, «nacional-socialistas»— nos ha convertido a los españoles, incluidos aquellos que dicen no serlo, en absolutos peleles de un mensaje mágico en la política que apuesta por todo y por ello se convierte en una aventura involucionista, liberticida y quién sabe si muy grave mente peligrosa para la integridad física de los españoles. Las aventuras del poeta Georg Trakl en Múnich o del misionero bolchevique Bela Kunen Budapest, o tantas otras que en el siglo veinte desafiaron al sentido común, se aliaron con lo peor posible, se entusiasmaron con el experimento social y anunciaron grandes dichas siempre a cambio de terribles sacrificios hacen honor a Zapatero y a toda la para nada sagrada alianza de oportunistas, izquierdistas «new age», cobardes, rampantes del negocio y la palabra y otros seres siniestros que quieren compensar sus abismales imperfecciones de carácter y proyecto con la rotundidad de sus objetivos. No les pasa otra cosa a los asesinos y sus corifeos en el País Vasco, deprimidos hasta el ingreso terapéutico hace cuatro años. Entonces todos buscaban trabajos en la empresa privada o la diputación. Hoy con Zapatero, pletóricos de derechos en una ANV tan procaz, han vuelto a la épica. Nadie desmiente nada ya. Los peores periodistas que han ayudado a Zapatero a difamar a quienes criticaban el proceso titulan ya, sin complejos, «Batasuna irrumpe». Ni se acuerdan de sus mentiras. Eso es falta de respeto.
Con tanta miseria de desparpajo militando en defensa del terror ventajista, puede que algunos todavía divaguen sobre lo que sufre Zapatero en dejar en manos de los terroristas las listas de los censos y el dinero atribuible. Pero lo peor es la mala fe, la percepción del enemigo equivocado, el odio gratuito de quienes se sienten seguros en el coqueteo del guerracivilismo. Y los socialistas en el País Vasco, pero también en Cataluña y en la calle Ferraz. Y tanto medio periodístico y firma decrépita que sólo ve enemigos en José María Aznar, un hombre al que volaron dentro de su coche esos chicos de la paz. No han dejado durante toda esta legislatura malhadada de pregonar esa mala fe que dirige su mirada de odio hacia quienes denuncian sus mentiras. Zapatero es su Arturo mágico. El fracaso perenne. Acosta siempre del prójimo. Nuestros enemigos reciben ánimos, expectativas, fuerzas, dinero o mesas del buen comer. Dice Arturo Alicia que «una de las cosas buenas de la democracia es que permite estar a todos contentos». No todos están tan contentos y sin haber perdido, como en su caso, una y otra vez las apuestas a la posteridad, eso sí, siempre con moneda ajena, de todos los españoles. Nonos alegramos siquiera de que su partido haya sido humillado, y sus decenas de miles de militantes de Madrid sacrificados en su esfuerzo y dignidad. Es increíble que haya ahora gente en España que hable de Kirov, el jefe comunista de Leningrado. La hay. La subcultura socialista de Zapatero no sabe nada de Sergei Kirov ni de nada que no sean ocurrencias propias. Por eso creen que lo inventan todo. A partir de la misteriosa muerte de Kirov el partido dejó de existir como órgano de debate. Cierto, un candidato propuesto por Stalin no habría pasado el ridículo de Miguel Sebastián. Visto el capítulo De Juana y el de Otegui, el nuevo de ANV y las conversaciones clandestinas con ETA, mi confianza en el Gran Timonel, presunto defensor de las instituciones del Reino de España, es muy escasa. Pero grande es mi decepción por el hecho de que los españoles no hayan respondido con la reacción que pudieran a quien juega con nuestra suerte, dignidad y seguridad para arrinconarlo en el triste lugar de la historia que merece.
Las elecciones de ETA
por César Alonso de los Ríos (ABC, 30 de mayo)
No había que esperar a los resultados electorales: el mal ya estaba hecho, ETA había sido legalizada. El aviso de Barajas había sido suficiente para recordar las cláusulas, ya pactadas. En realidad, el Gobierno y ETA siguen viéndose por gusto. Porque Zapatero está con el proyecto de ETA hasta el punto de que la inventaría si no existiera. Quiero decir que las gentes que, como «nuestro» presidente, piensan que España ha sido un error histórico necesitan instrumentos que puedan llevar a cabo la obra destructora. Por eso también las simpatías de ciertos progresistas en el pasado se dirigieron a aquellos personajes que estaban en contra de la personalidad histórica de España.
Los resultados de Navarra son motivo de satisfacción para Zapatero. Le desagradan las espléndidas victorias de Aguirre, Gallardón y Barberá... pero se siente compensado por Navarra, Baleares y Canarias. El cerco a España debe seguir viniendo de la periferia, como decía mi viejo amigo Vázquez Montalbán. Una «corona» de naciones en trance de ruptura.
En Cataluña y País Vasco han dejado de votar los hijos de charnegos y maketos. Nunca han vivido tan de prestado como ahora. Así que vota únicamente el cuarenta por ciento más vinculado a las Administraciones. Dicen algunos que Zapatero carece de proyecto. ¿Qué sería de nosotros si lo tuviese? Dicen otros que el proceso de paz es un fracaso y me pregunto qué no habría sucedido ya en este «país» si hubiera triunfado. Parece que Pamplona quedará al fin en buenas manos. Recemos para que los socialistas que han legalizado a ETA no consigan la presidencia para ser ellos quienes lideren la construcción de Euskal Herría. En todo caso, el mal está hecho. ETA está en las instituciones y cobrará por ello. Del mismo presupuesto que Conde Pumpido y Bermejo.
Y habida cuenta de que las cosas están como están en la sede de Génova, algunos recomiendan un cambio en la estrategia del PP y una política de pactos con Imaz y Mas. Tan moderadamente independentistas. Porque si es inevitable romper España, ¿por qué no hacerlo con delicadeza?
Navarra, tiempos sombríos
por Jon Juaristi (ABC, 29 de mayo)
Por mucha prudencia que prometan ahora los dirigentes del PSOE, y a pesar del silencio críptico del secretario de los socialistas navarros, la suerte del Viejo Reino está ya decidida por el estado mayor de Rodríguez, como aclaró José Blanco en la noche electoral. «El PP ha perdido Navarra» quiere decir «gobernaremos con los nacionalistas». Ni más ni menos. No voy, por tanto, a extenderme en especulaciones acerca de una intención no ya posible sino declarada. Creo que es más urgente prever las consecuencias que la coalición social-nacionalista que se avecina tendrá en toda la región que llamaré -para qué evitar el término- vasconavarra.
Nafarroa Bai es un conglomerado independentista, no sólo nebulosamente soberanista. Su líder y más que probable presidente autonómico, Patxi Zabaleta, procede de Batasuna, pero, a mi juicio, esto no resulta determinante para entender el alcance de su futura designación. Fue de Batasuna, ya no lo es. Resultaría absurdo y estúpido reprochar a los socialistas que se aliaran con él alegando su pasada militancia en el movimiento de apoyo a ETA. Por el contrario, que Zabaleta haya tomado distancia del mismo le hace acreedor a una respetabilidad democrática, algo que nada tiene que ver con la simpatía o antipatía que pueda inspirar su pasado. En cambio, su concepción de la relación de Navarra con España es del todo pertinente para la crítica de un acuerdo gubernamental del PSN con Nafarroa Bai, porque Zabaleta sostiene que Navarra es una colonia de España, lo que dista de ser, en su caso, una metáfora. Zabaleta se refiere abiertamente a Navarra como la más antigua colonia europea aún no emancipada. No es un planteamiento el suyo soberanista o confederal, como el del PNV, sino anticolonialista, como el de la ETA alucinada de los orígenes. Y, en ese planteamiento, España es el enemigo imperialista del que hay que desembarazarse.
El otro rasgo distintivo de Nafarroa Bai dentro de la familia nacionalista vasca es su navarrocentrismo, que, sin duda, le traerá problemas con el PNV en el futuro. Digamos, en términos muy generales, que así como el nacionalismo vasco ha pretendido siempre la anexión de Navarra a Euskadi, el nuevo nacionalismo navarrocéntrico preconiza la disolución de Euskadi en Navarra, siguiendo una argumentación historicista a la que Zabaleta y otros nacionalistas navarros son proclives. En síntesis, este nuevo nacionalismo apela, como fundamentación histórica de sus reclamaciones anticolonialistas, a la existencia de un estado navarro medieval que, en su momento de mayor expansión territorial -el reinado de Sancho el Mayor- habría incluído la Gascuña y las provincias vascas. En principio, tal historicismo no es privativo de los nacionalistas. Con mayor o menor grado de megalomanía puede encontrarse en casi todas las corrientes del navarrismo histórico, aunque, a efectos políticos, nunca ha tenido importancia en el seno del tradicionalismo o del liberalismo. Sin embargo, para el nuevo nacionalismo navarro, Euskadi es la Navarra doblemente irredenta (porque, además de soportar una opresión colonial, está separada del núcleo primigenio de la nación vasca o vascona). Todo esto suena a romanticismo periclitado, pero conviene darse una vuelta por la obra de Zabaleta para comprobar hasta qué punto constituye el núcleo de su proyecto político. En tal sentido, Nafarroa Bai se aparta de una tradición aranista, la del PNV, que fue exclusivamente vizcaína en sus orígenes y que no concibe una futura nación vasca soberana con el centro político desplazado hacia Navarra. El panvasquismo forma parte de la retórica del PNV, pero, en la práctica, Navarra es una patata demasiado caliente para el partido de Imaz, en el que los cuadros navarros forman una minoría exigua. El experimento de Garaicoechea -la promoción a lehendakari de un navarro navarrocentrista, al que no se le caía de la boca Sancho el Mayor- terminó catastróficamente en los años 1985 y 1986 con la expulsión de la ejecutiva navarra del partido y la creación de una comisión gestora. Desde entonces, el PNV no ha levantado cabeza en Navarra.
Con dos gobiernos nacionalistas con proyectos distintos en Vitoria y Pamplona, la negociación del modelo de integración territorial dará un papel decisivo a Batasuna (y a ETA), por encima incluso de Eusko Alkartasuna, que, si bien tiene un peso importante en el nacionalismo navarro, es minoritario en las provincias vascas respecto al PNV, su socio de gobierno, y no cabe suponer que llegue a enfrentarse con éste por la cuestión de la centralidad geopolítica de la Euskal Herría unificada y euscaldún. La iniciativa quedaría entonces en manos de Batasuna. Probablemente, la presencia institucional de Batasuna (ANV) en la Comunidad Autónoma Vasca permitiría a ETA relajar la actividad terrorista en las provincias para incrementarla en Navarra, fundamentalmente sobre las únicas fuerzas opuestas a la integración auspiciada por el nacionalismo étnico; es decir, UPN y CDN, contra las que se emplearía a fondo (ETA, sobra decirlo, nunca le ha hecho ascos al navarrocentrismo). Contra el PNV es dudoso que se decidiera a emplear una violencia que rebasara los ataques vandálicos a batzokis, como ya hemos visto estos días -los atentados mortales contra nacionalistas romperían la comunidad política en ciernes-, pero los socialistas vascos y navarros se convertirían en objetivos del terrorismo si pusieran trabas al proceso independentista, además de abrir una crisis política que daría al traste con la coalición en Navarra.
La salida más inteligente para el PSN sería aceptar el pacto ofrecido por Miguel Sanz o negociar otra salida que hiciera posible la gobernabilidad de Navarra, bien por una coalición de UPN y CDN con acuerdos con los socialistas, bien por una Grossekoalition UPN-PSN, como la que ha propuesto a lo largo del último año Víctor Manuel Arbeloa. Pero, precisamente por ser la más inteligente y sensata, fue la primera que descartó, el domingo, ese genio de las finanzas metido a político que se llama José Blanco. Se acercan tiempos más sombríos todavía.
Etiquetas: La España de Torrente
1 comentarios:
Efectivamente, ETA anuncia que seguirá haciendo lo que nunca ha dejado de hacer: MATAR, aunque nuestro patético presidente, haya querido vendernos otra cosa. Ahora, gracias a Zapatero, ETA vuelve a estar en las instituciones, con subvenciones con las que financiar, las balas y bombas, con que matarnos.
De Decentes, A las 6/05/2007 11:40 a. m.
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