Sentir, luchar, vencer ... podemos

miércoles, mayo 02, 2007

Primo Levi



20 años sin Primo Levi

El pasado 11 de abril se cumplieron veinte años de la muerte de Primo Levi. Por supuesto, la efeméride ha pasado completamente desapercibida en el marasmo de la actualidad nacional e internacional, pero el personaje bien merece un breve alto en el camino por la descomunal carga simbólica que contiene. Primo Levi se suicidó, y de no haberlo hecho, hoy contaría con 87 años de edad.

Sobre el suicidio de un hombre que siempre rechazó esta posibilidad, pese a haber conocido el fondo del agujero negro de la Historia, Auschwitz, sólo caben conjeturas: quizás predisposición genética, quizás las cargas familiares, quizás el "debate de los historiadores", quizás el terrible peso de ser un "superviviente", nunca se sabrá con certeza porqué eligió el mismo camino que antes que él ya habían tomado otros testigos del horror como Ámery, Bettelheim, Borowsky o Celan. Sin embargo, una de estas posibilidades suscita reflexiones que no deben pasarse por alto hoy en día, y es concretamente lo que hemos llamado el "debate de los historiadores".

Primo Levi estuvo prisionero en la Buna-Monowitz, también conocido como Auschwitz III desde 1943 hasta su liberación por el Ejército Rojo. De su paso por el infierno nos ha legado una trilogía, tres libros que pueden leerse como uno sólo: Si esto es un hombre (1947), La tregua (1963) y Los hundidos y los salvados (1986). Si el primero de ellos es el relato más escalofriante de un superviviente de los campos de exterminio nazis, el último sea quizás la reflexión más lúcida sobre la actual condición humana, escrito al hilo de la aparición de las primeras teorías negacionistas que suscitaron el mencionado debate. Los hundidos y los salvados profundiza en la degradación extrema del ser humano que se producía en los que en el lager eran llamados "musulmanes": despojos de hombres, reducidos a pura biología, desprovistos por completo de cualquier identidad individual, raciocinio o voluntad, balanceaban sus cuerpos recordando el gesto de los musulmanes en la plegaria, de ahí su nombre. El "musulmán es para Levi el testigo extremo, aquél que ya no puede testificar por sí mismo y lo hace simplemente con su mera existencia y su silencio. Giorgio Agamben, quizás el filósofo más relevante del actual panorama internacional, ha tomado este tema en su Homo Sacer III para subrayar la imperiosa necesidad de nuestro tiempo de no perder de vista las fuerzas ocultas que permanecen hoy esperando el momento de desencadenar de nuevo la dinámica de la autoaniquilación.

Simultáneamente a la redacción de Los hundidos y los salvados, se desarrollaba en Alemania el "debate de los historiadores", provocado en cierto sentido por el filósofo Jürgen Habermas al pedir públicamente un rechazo explícito de las recién aparecidas teorías negacionistas del Holocausto. Lo que Levi debió experimentar no es expresable: si el motivo central de su lucha por la supervivencia había sido, siempre, la obligación moral ineludible de dar testimonio, de que el mundo supiera que "aquello" había sucedido, había sido real, había ocurrido en verdad, y su carne y el número 174.517 tatuado en su brazo eran la prueba viva de ello, lo inconcebible, lo inimaginable, venía a ocurrir ahora ante sus ojos: la negación del crimen, la negación del espanto, la negación del límite extremo de la condición humana tal y como fue revelado en aquél atroz experimento nazi, la negación de su 174.517. Si esto no fue lo que le llevó directamente al suicidio, sí puede considerarse suficiente motivo para ello.

Hoy, el legado de Levi sigue siendo la exigencia inexcusable de la memoria, pero no de "memorias" particulares y sectarias como las que tan de moda están ahora en España, sino de la memoria por excelencia, la que él llegó a resumir magistralmente y sin igual en esa "zona gris" en la que no hay línea de separación ya entre verdugo y víctima, entre justicia e injusticia, entre bueno y malo: no queda rastro de la más mínima ética ni de la moral; se está "más acá del bien y del mal", como, parafraseando a Nietzsche, tituló uno de los capítulos de Si esto es un hombre. Memoria de la extrema capacidad del ser humano para aniquilarse a sí mismo, memoria de los caminos que conducen a la zona gris, y grito de advertencia suspenso en el tiempo para legado de las generaciones presentes y futuras. Levi es nuestra herencia, y nos corresponde no dilapidarla ni privar a nuestros descendientas de ella.

Hoy, el legado de Levi, más que nunca, tiene que seguir siendo la exigencia radical y taxativa de la condena de cualquier discurso excluyente, condenatorio de la diferencia, de la divergencia, de cualquier discurso defensor de la homogeneización de las sociedades sobre criterios raciales, lingüísticos, ideológicos, culturales, religiosos. Hoy, el legado de Levi tiene que ser más que nunca la firme determinación de luchar hasta el fin en defensa de la libertad allí donde de nuevo reaparecen estos discursos heredados del nazismo que creó el Lager, el recurso extremo para la eliminación de la diferencia, de lo mezclado, de lo impuro, de lo diverso. Y hoy en día hay sitios en España y en el mundo donde de nuevo se planifica la eliminación de las minorías disidentes, hoy día en España y en el mundo los nuevos señores del terror tienen a sus cómplices ocupando responsabilidades de Gobierno, y hoy día, finalmente, el negacionismo de todos los pelajes permanece, bien sea en el islamofascismo, bien en los que niegan la naturaleza criminal de ciertas asociaciones de "hombres de paz". Pero hoy, Primo Levi, pese a privarnos hace veinte años de su guía certera, es ya inmortal, y los negacionistas de cualquier clase tienen ya perdida su batalla.


¿Dónde estás Primo Levi?
Por: Frank Lopez Ballesteros

Si por un instante la humanidad guardara un minuto de silencio para recordar o imaginar los horrores y el sufrimiento de millones de seres humanos. Repito, de seres humanos en los campos de concentración nazi, la historia de nuestros tiempos fuera otra. Las guerras no existieran. Los hombres fueran realmente hombres, y el mal estaría oculto bajos las piedras. Por el propio peso de su naturaleza. Porque pensar en esos hechos, es vivir siempre con miedo.

El 31 de julio sería quizá, un cumpleaños “feliz” para el gran Primo Levi; sin embargo él no lo quiso. Se entregó así mismo, y el vació inspiro su final. Largos años de vida guardó para describir de manera acuciosa lo que es capaz de hacer el hombre cuando el mal lo domina. Cuando la piedad se confunde con la risa y las gotas de sangre con lágrimas. Cuando la esperanza está negada, y soñar es algo prohibido.
Todavía está en la memoria colectiva de muchos, pero no de todos, la estrepitosa historia del pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial. Seis millones de inocentes, y muchos más, murieron bajo las órdenes de terror de algunos, que sentados en un fino escritorio de caoba, decidían el curso de la historia y de la humanidad, porque para ellos, la vida de unos pocos era injusta e innecesaria.

Primo Levi, el italiano que nació en el seno de una familia judía asentada en Piamonte, fue uno de los prisioneros de Auschwitz que sobrevivió y guardó sus recuerdos para la humanidad. Químico de profesión, muy poco le sirvió el conocer la pipeta o una rejilla de amianto para ayudar a miles de seres humanos que eran consumidos por el fuego y el terror, al mejor estilo de una película jamás escrita, pero que ocurrió.
Una de sus obras cumbre, “Si esto es un hombre” detalla de forma exacta y viva, las iracundas acciones de los nazis contra quienes llegaban deportados para “trabajar”. El primer engaño, morboso y retorcido, daba esperanzas vanas de libertad: “el trabajo te hace libre”, enunciaba un viejo portón de metal oxidado en la entrada del campo de concentración; no obstante, desde el primer día, Levi supo que esto no sería así.

“Tuve la suerte de no ser deportado a Auschwitz hasta 1944, después de que el gobierno alemán hubiera decidido, a causa de la escasez creciente de mano de obra, prolongar la vida media de los prisioneros que iban a eliminar”. Era claro, y desde un principio que quien entraba, quizá no salía. Al fiel lector de su obra, “Si esto es un hombre”, Primo Levi le desnuda la cruda realidad, y con ironía muchas veces, explica lo inimaginable.
La vida de este superviviente de lo que nunca debió ser, pero fue, no se pierde en los detalles, porque su vida no fue de detalles. Quienes lo conocieron lo presentaban como un hombre metódico y tímido en el trato. Meditabundo. Inteligente sin duda y humilde sobre todo.

Los héroes de Auschwitz, sintieron todo el mal que el hombre pudiera producir en la tierra. Al auxilio de esta idea, corre con hálito vigoroso, el célebre Víctor Frank: “Llegamos a saber lo que realmente es el hombre. Tanto ha inventado las cámaras de gas como ha entrado en ellas con la cabeza erguida y el Padrenuestro o el Shema Israel, en sus labios”.

Hablar de Primo Levi, es hablar del hombre, del científico, del intelectual. Del que amó, sintió y extrañó, pero sobre todo, vivió. La figura de sus amigos dentro del Lager, lo acompañaron como una sombra a media noche. En sus recuerdos estaba un intrépido, multifacético y suspicaz Elías: “un enano, de no más de un metro y medio que sabía el oficio de sastre, de carpintero, de zapatero y el de barbero. El que puede ingerir seis, ocho, diez litros de sopa sin vomitar y sin tener diarrea, y reanuda el trabajo inmediatamente después”.
Lo que más impresiona de Levi, es que no es sólo una víctima, sino un crítico, y no exagera las cosas. Cuenta la historia de este horror a pasos lentos, pero con un estilo particular. Reconoce las cosas cuando son. Al concluir su relato acerca de Elías, muy bien pudiese haber dicho que era un miserable condenado a salir por las chimeneas, y no de manera exacta como Santa Claus; sin embargo, a través de una radiografía interna, Levi lo sepulta en sus recuerdos para dejar de mencionarlo: “Por cuanto me es posible juzgar desde fuera, y por cuanto la frase pueda tener de significativo, Elías era verosímilmente un individuo feliz”.

A pesar de ser un químico, Primo Levi era también amante de la lectura, aunque no un prolífero escritor hasta salir de Auschwitz. Conocía y juzgaba bien quién era un verdadero intelectual o un iletrado de la vida. Así, presenta a su amigo Henri como un hombre social y “culto”, que con veintidós años y espíritu de lucha, sobrevivió al Lager. Sin embargo, luego de ser liberado, no quiso volver a ver a Henri, quizá, porque sería perpetuar el infierno y ver en su rostro la imagen del dolor.
El escritor Luis Fernando Moreno Claro, cuenta que algunas semanas antes de la muerte de Levi, éste le había confiado a una buena amiga que el periodo depresivo que atravesaba -hacía poco tiempo, además, que lo habían operado de la próstata- le parecía mucho peor que aquel otro de su juventud, transcurrido en manos de los nazis, pues entonces era joven y lo mantenía vivo una infinita capacidad de paciencia y reacción, mientras que ahora, a sus 66 años, carente de fuerzas e ilusiones, le tentaba más el adiós definitivo.

Al final, nadie supo las razones concretas del suicidio de “nuestro hombre”, ni tampoco si la decisión fue tomada de repente, fruto de un arranque de desesperación, o algo meditado. Aquel gran memorialista no dejó una nota de despedida, ni un apunte que ofreciese una explicación. Se sabe que solía recordar a menudo el poema de T. S. Eliot, El entierro de los muertos, cuyos primeros versos distinguen al mes de abril como “el más cruel”, ¿acaso un indicio de que Levi eligió la época en que abandonaría un mundo y unas circunstancias que poco a poco habían comenzado a horrorizarle?
Los testimonios de Primo Levi dentro de la historia de un convulsionado siglo XX, son una herencia del horror. Como una tarea imperiosa, consagró su vida después de liberado, a relatar, a darle nombres a quienes fueron hombres, pero quedaron reducidos a simples número como ecuación matemática indeterminada, porque sus experiencias son incomparables aún. A Levi, hay que dejarlo descansar. No hay razones para pedir una explicación del por qué de su muerte. Lo bueno y lo malo que hizo, quedó en la tierra. Sin embargo, por cada minuto y segundo que transcurra, habrá que preguntarse: ¿Dónde estás? ¿En el cielo de los mártires, de los héroes o de los cobardes? Mientras tanto, aquí seguirá tu pueblo gritando ¡nunca jamás!



  • Primo Levi

  • ENTREVISTA INÉDITA (muy interesante)

  • El poder de la palabra


  • Trilogía de Auschwitz


  • Si esto es un hombre (emule)


  • La tregua (emule)

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    1 comentarios:

    • Negarle a las víctimas su sufrimiento es lo más repugnante que se puede hacer.

      Descance en paz Primo Levi Z"L

      De Anonymous Anónimo, A las 5/05/2007 1:18 a. m.  

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