Siempre el mismo rollo
Siempre me ha impresionado la extraordinaria fortaleza de los clichés. Por ejemplo, me encanta ese momento de Agárralo como puedas en el que Leslie Nielsen y Priscilla Presley están juntos delante de una hoguera, y Presley se levanta, se lleva las manos a la espalda, y su vestido, como suele pasar en las películas, cae de sus hombros con un único y armonioso movimiento. Y después el gran Nielsen se levanta y se echa las manos a la espalda, y en un instante igualmente perfecto traje, camisa y corbata, todo lo que lleva, se desprende de sus hombros y cae. No puedo creer que después de esto haya directores de cine que, al abodar una escena sexual, vuelvan de nuevo a hacer en serio la caída del vestido, pero lo siguen haciendo, cada vez que tienen la oportunidad, en mil y un horribles dramas televisivos.
Igualmente indestructible es la idea que tiene el cine de la CIA. Durante años me he burlado de esas películas en las que alguien está huyendo de los agentes, y conduce y conduce y conduce cambiando de vehículo, borrando sus huellas, pero finalmente, justo cuando se encuentra en uno de esos pueblos cubiertos de polvo y tan pequeños que sólo tienen un semáforo, en mitad de los vastos campos de trigo de Kansas, no tiene otra opción que arriesgarse a emplear la única cabina que funciona en todo el condado. Pero en cuanto lo hace, en algún lugar de Langley se enciende una luz y un ordenador se pone a trabajar, y lo siguiente que te sacan es cómo la cabina telefónica explota, para gran sorpresa del tipo que está removiendo su taza de café con achicoria en la cafetería del otro lado de la calle.
Pero da lo mismo cuánto puedas burlarte de los clichés, Hollywood los sigue sacando a pasear una y otra vez. La reciente película de Matt Damon El ultimátum de Bourne tiene un momento en el que un reportero del Guardian utiliza una palabra concreta con su editor. Resulta que la CIA está monitorizando todos los teléfonos móviles del mundo, sólo por si da la casualidad de que esa palabra surge en una conversación. Es el nombre del programa de alto secreto de torturas a terroristas que no quieren que nadie descubra. De modo que, en un instante, le están pisando los talones al tipo del Guardian en Londres. Éste para un taxi y entra para decirle al taxista adónde quiere ir, sin saber que también se lo está diciendo a la CIA, porque tienen un dispositivo de escucha supersensible. Así que envían a alguien para zanjar el problema del Guardian de una vez por todas. Y no hablamos sólo de algún asesino solitario. Tienen un equipo completo llenando un autobús londinense en hora punta. Y unos segundos antes de que se aproximen lo suficiente para el crimen, aparecen aún más agentes para inutilizar las cámaras de seguridad del circuito cerrado de la estación mientras el asesino aprieta el gatillo.
Y toda esta operación es ejecutada en una capital extranjera en cuestión de minutos.
¿Donde está la CIA cuando la necesitas? En realidad, sería más probable que la Agencia se encargase del desgraciado periodista implicándole en una filtración de Scooter Libby y cargándole el muerto en una investigación dirigida por Patrick Fitzgerald durante dos años. En cuanto a la velocidad con la que entra en acción, ésta es una agencia cuyo gran jefe testificó tres años después del 11 de Septiembre diciendo que se necesitarían otros cinco años para reconstruir el servicio clandestino. Imagine a Wild Bill Donovan informando a Franklin Roosevelt de que el OSS era una idea excelente y que seguro que la tendría en marcha a tiempo para la guerra de Corea, o tal vez para la crisis de los misiles cubanos.
Pero no en el cine. En Hollywood, El ultimátum de Bourne sigue una plantilla estándar: todo complot tiene una agencia gubernamental o una empresa muy bien relacionada detrás. Y cualquiera que dude de la influencia del medio sobre nuestra forma de pensar debería recordar que existe una proporción sustancial de la población que ahora sigue las noticias como si fueran una película. ¿El World Trade Center fue demolido? Interesante. ¿Quién lo hizo? ¿Mohammed Atta y su cuadrilla de saudíes? Bien, bien. ¿Pero cuál es el giro argumental? ¿Quién lo hizo de verdad? Alguien en el Gobierno, ¿a que sí? Los aviones fueron cambiados por otros en mitad del vuelo y "se deshicieron del pasaje sobre el Océano Atlántico" (profesor A K Dewdney, de la Universidad de Ontario Occidental), y se utilizó tecnología de alteración de la voz para simular las llamadas telefónicas a los seres queridos, y el vuelo 93 fue "derribado por la fuerza aérea de Dakota del Norte" (coronel jubilado Donn de Grand Pre), y de todos modos es bien sabido que el fuego no puede fundir el acero (Rosie O'Donnell), de modo que Bush tiene que haberlo hecho, y si no me cree, pregúntense por qué la torre siete del World Trade Center tuvo que ser destruida.
Y si señalas que hacer secuestrar un puñado de aviones y reemplazarlos con vehículos Predator no tripulados y lanzar a pasaje y tripulación sobre el Atlántico sería una conspiración lo bastante grande como para que alguien hubiera filtrado algo ya, aunque sólo fuera para obtener un buen anticipo para un libro, bueno, eso sólo demuestra lo astuto que es el complot. O que tú estás en el ajo. Siempre ha habido conspiraciones, por supuesto, pero hoy solamente hay una que repite una y otra vez el mismo mensaje implacable: el malo somos nosotros, nuestros agentes gubernamentales, nuestros funcionarios, nuestras corporaciones. Estados Unidos es un interminable montaje del director de Sospechosos habituales, con Karl Rove como Keyser Sose. Y sí, ya sé que se supone que Rove "se ha ido" de la Casa Blanca, pero ¿no le parece eso demasiada casualidad?
Esto va más allá de la vieja parcialidad progre. Corroe la realidad misma. A la vieja pregunta de "¿A quien va a creer, a mi o a sus propios ojos?", una nación entera responde: "Está usted en lo cierto. Mis ojos tienen que estar mintiéndome."
Vi el trailer de otra película el otro día. Michael Douglas decía con desprecio: "¿Quiere usted ganar la guerra contra el terror?" Película nueva, mismo argumento.
Hollywood va, como siempre, a lo fácil. El auto odio vende, el asumir las culpas de todos los males vende. Eso sí, se asumen las culpas en diferido, son "otros" los culpables, esa extraña mezcla de políticos, militares, multinacionales, espías, agentes, ... que tienen como única meta en sus vidas el hacerle la puñeta al resto de la humanidad y culpar de ello a los "pobrecitos moros" que jamás han roto un plato. Como dice el artículo es siempre la misma película,el mismo rollo. Aún recuerdo una película de hace un montón de años: Los tres días del Cóndor. Me encantó. Lo malo es que desde entonces la he visto cientos de veces, con distintos títulos, actores y decorados. Pero con la misma idea repetida machaconamente una y otra vez. Pero eso es lo que quieren ver los carajotes aborregados que sostienen el tinglado. Pagan gustosos para que los hagan culpables hasta de respirar. Pues que les den. Yo al menos aunque también me trago las pelis no pago un céntimo, para eso está el P2P.
Etiquetas: La legislatura de la paz infinita, Noticias desde eurabia, Talibanes del ecologismo y otros "ismos"
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