Sentir, luchar, vencer ... podemos

sábado, septiembre 22, 2007

Una Generación para un Estado


"Pertenezco a una generación concebida para crear un Estado"
Unos años atrás, en una de nuestras charlas habituales, me dijiste una frase que no puedo olvidar: ``Para ser escritor hay que tener biografía''. Todos tenemos biografía sin hacer ningún esfuerzo. ¿A qué te referías y quién eres tú, Yoram Kaniuk?

Con respecto a quién soy yo, mi respuesta es la que daban los inmigrantes ilegales que llegaban a estas costas después de pasar las penurias de los campos de concentración: soy un judío de Eretz Israel. Mira, yo no soy un experto en literatura, sólo que la literatura que a mí me gusta y me ha gustado siempre es la de aquellos que tuvieron que escribir, no que quisieron escribir. Y ello se debe a que les habían sucedido cosas en la vida que debían ponerlas sobre el papel. La otra literatura, yo no digo que sea mala, digo que sencillamente no me interesa.

Interesantes conceptos cuando parten de uno de los escritores con la imaginación más fantástica que haya producido la literatura hebrea...

Sí, sí, pero siempre está fundamentado en alguna vivencia que tuve, en gente que encontré, en lugares que visité. A mí me tocó ser el sabra (nativo de Israel) casi por antonomasia por toda la circunstancia y por todo el entorno, y tuve el renacimiento de la lengua y la literatura con Bialik y compañía y la lucha contra los británicos, y después el Palmaj. Otros tuvieron otras cosas. Yo digo que no está demás para un escritor tener historia, tener grandes vivencias. Los que las tienen, me parece que escriben mejor que aquellos otros que se sentaron a estudiar literatura en la universidad y escriben un libro detrás del otro. Puede ser que escriban muy bien, pero a mí no me interesa. Prefiero leer a Dostoievski, a Faulkner, a García Márquez, a gente a la que le sucedieron cosas en la vida. Allí no hay sólo palabras. Siempre pensé que si pudiera no escribir no escribiría. Yo no quise escribir, tenía miedo de hacerlo, pero cuando la presión creció no tuve alternativa y escribí.

A veces tengo la sensación de que escribes no sólo de tu vida sino que vives las vidas ajenas. El tema de los supervivientes del Holocausto, por ejemplo, es recurrente y vivo en tu literatura y no lo viviste...

Con referencia a la primera frase que dijiste, hoy sé que no logré vivir la vida, sino contemplarla; nunca viví la vida concretamente. Estuve, sí; estuve en diferentes lugares y situaciones, combatí, fui herido, pero siempre estuve un poco afuera...

En otras palabras, siempre fuiste un poco escritor...

Yo relato las cosas como las interpreto, es decir, recreo la realidad. No puedo escribir la realidad, puedo escribir sólo lo que invento, lo que creo. Y con respecto a tu ejemplo, ¿cómo llegué a eso del Holocausto? Yo trabajé en 1948-49 durante diez meses en el barco Pan York que traía a supervivientes a Israel. En cada travesía había tres mil supervivientes, que se apretujaban en cubierta y esperaban seis horas para poder ir al baño y estaban dispuestos a cualquier cosa con tal de venir, se colgaban de las cuerdas en el puerto para escalar al barco. Todo lo que los nuevos historiadores cuentan ahora de que los usaron ya que no querían venir, eso sí que es imaginación pura. Y yo, que venía del Palmaj, de la guerra, del patriotismo israelí que derrotaba a los árabes, vi allí a los verdaderos héroes del pueblo judío y de la historia, a los judíos que de verdad eran fuertes. Hablé con ellos, pese a que no teníamos una lengua común. Durante un año entero incluso después de haberme ido de Israel nos seguíamos viendo y hablando porque creían que había alguien con quien hablar, ya que después encontraron a los israelíes que no querían escuchar y algunos incluso a sus propios hijos que no querían saber. Yo sentí que alguien que soy yo, que nació en Tarnopol como mi padre en Galicia estuvo allí, y me sentí dividido en dos y ello se refleja en muchas de mis obras, en las cuales esa división de la personalidad existe. Eso es lo que me sucedió, aunque tenga claro que no sucedió; yo viví eso de alguna manera. Me entró como un virus, no lo puedo evitar.

¿Tuviste algún contacto o alguna información personal, familiar, sobre el Holocausto?

En 1945, yo tenía 15 años, llegó a casa en la calle Ben Yehuda un hombre con sombrero de visera que tocó el timbre y me preguntó dónde vivía ``Moishe el canalla''. Le dije, ``Usted se refiere a mi padre'' y él respondió ``Si eres el hijo del canalla pues sí''. Al final entró y se encerró con mi padre en una habitación, yo estaba en estado de shock, le pregunté a mi madre quién era y me dijo que le parecía que era un primo de mi padre. De hecho, acusó a mi padre por no haber estado allí, por haber dejado en Europa a su familia que fue totalmente aniquilada, y mi padre había dejado su casa muchos años antes de la guerra y de Hitler. Aparentemente lloraron ahí adentro, no lo sé, pero esa historia me quedó marcada muy profundamente. Y cuando vi a esos inmigrantes supervivientes, cada uno de ellos me parecía la familia de mi padre. Hasta el día de hoy siento que soy una suerte de superviviente del Holocausto, pero no tengo derecho a sentirlo. Y presta atención, que yo jamás escribí sobre el Holocausto sino sobre los supervivientes. Porque con ellos me podía conectar y vivir sus vidas, con una persona en Auschwitz, no.

Durante la última década tu prosa ha cambiado, se ha hecho dura y diáfana como el cristal, se asemeja cada vez más a la prosa de la Biblia.

Cuando empecé a escribir lo hice para escribir ``Adán resucitado''. Eso es lo que me interesaba. Conocí en Estados Unidos a un embaucador, no judío, que en un hospicio encontró a un niño-perro y se curaron mutuamente. Esa es una historia verídica. Eso me quedó prendido en el alma y lo mismo lo del payaso: una vez íbamos por la calle en Nueva York con Eli Wiesel, era de noche, en el año 1952 o 53, y encontramos a una mujer que se puso a hablar con nosotros y nos contó que había tocado en la orquesta de Auschwitz, algo que no se sabía, de lo que no se escribía: la existencia de esa tétrica orquesta. Y entonces se juntaron las historias de aquel con el perro, con alguien que hubiera estado en la orquesta o parecido.

Me resultaba difícil escribir, de manera que escribí algo más personal sobre mi vida en Nueva York, pero el tema volvía y volvía, escribí en el medio la novela ``Jimo, Rey de Jerusalén'' que en su momento era un capítulo en la novela que no alcanzaba a escribir. Finalmente escribí la novela y más tarde ``El último judío'', que resumía todo lo que yo quería decir. Cuando concluí quería dejar ya todo e irme. Tuve una serie crisis y no sabía qué hacer después.

No sé por qué y de dónde, de repente comencé a escribir otra cosa, otros temas, otro estilo, de otra manera, un estilo joven, y los libros se sucedieron.

Tú eres considerado uno de los mejores relatores de la literatura hebrea de todos los tiempos: sabes contar un cuento. ¿Por qué dejaste de escribir cuentos cortos? ¿No lo echas de menos?

Mira, cuando era pintor no escribía y cuando comencé a escribir dejé de pintar; nunca vuelvo hacia atrás, voy adelante. Es cierto que me gusta contar cuentos, mi madre ya decía cuando era chico: contar cuentos, sabe. Solía tener atrapados no sólo a mis compañeros sino también a los maestros con las historias que contaba. Para mí una novela tiene que tener historia. Pero los cuentos cortos son de mi pasado.

Tu último libro toca de cerca el tema de la muerte y el secreto de la vida, a raíz de tu larga hospitalización. ¿Cómo llegaste a él?

Todo lo que yo sabía era que había escapado de las garras de la muerte y ahora quiero seguir la vida. Pero no recordaba cómo escapé de la muerte. Todo ese libro es un intento de aclarar esa situación y... Mira, te voy a contar lo que aún no le dije a nadie.

Hay una chica que se llama Anat Klausner, que es la hija del profesor que me operó. Ella actúa en una película hecha por jóvenes hace un par de años, y el productor de la película ``Adán resucitado'' los ayudó con su producción y me recomendó que vaya a ver la película. La chica es hermosa y en un momento hay un primer plano de sus ojos.

Acá tengo que aclarar que hasta ese momento había escrito quince versiones diferentes del libro sobre la vida y la muerte y no sabía cómo salir del embrollo, no sabía dónde estaba. De repente, con el primer plano, vi los ojos del profesor Klausner, su padre, en un instante, un segundo antes de cerrar los ojos en la operación. Eso es probablemente lo último que recuerdo antes de caer en el sopor: sus ojos. Cuando vi los ojos de ella, y a través suyo los de él, sentí con claridad cómo salir del embrollo en el que estaba.

¿Crees que hay un parentesco entre la ficción y el sueño?

Por supuesto. Mis desvaríos, mis alucinaciones, mis pesadillas y mis sueños somos yo. Nunca inventé nada, pese a que muchísimas cosas que describo no sucedieron jamás en la realidad diurna. Es cierto eso de que hay quienes eligen el tema y hay otros, como yo, a quienes el tema los elige a ellos, pero en mi caso necesito un protagonista porque sin él no tengo de dónde empezar.

En calidad de ``judío de Eretz Israel'' que estuvo involucrado en casi todo lo que se hizo de importancia en este país, ¿cuál es tu sensación general? ¿Estás desilusionado? ¿Estás conforme?

No estoy desilusionado, y aunque más no sea que por el hecho de que nunca supe qué es exactamente lo que quiero. Los sueños eran de la generación de mis padres. Yo pertenezco a una generación que fue concebida para que cree un Estado para los judíos. No para nosotros, que no la pasábamos nada mal con los británicos, sino para ellos y para los judíos en general.

Nosotros nacimos para que se pueda traer aquí a los refugiados judíos de todo el mundo. No teníamos esperanzas en algo especial.

Todo el país era pequeño y cómico, con ceremonias que no sabíamos muy bien cómo se hacían, y no había qué comer. De repente llegaron esos filetes de pescados de Noruega y se comía eso con berenjenas. Entonces, 500.000 judíos recibieron y absorbieron aquí en un término de tres años a otro millón y medio, de manera que aquí no había nada, ni comida ni lugar donde poner a la gente, nada. Yo recuerdo que en casa se cocinaba un huevo duro y se cortaba en cuatro: mis padres, mi hermana y yo, cada uno comía un cuarto de huevo.

El actor y locutor Alex Anski me contó que cuando llegaron sus padres, que eran actores, de Bulgaria, les dijeron que los acomodarían para vivir en Iafo en la calle Leonardo Da Vinci esquina Miguel Angel, o algo parecido. Claro que se pusieron contentos. Se trataba de dos callejuelas en las que un día antes la gente del Palmaj había puesto esos nombres en lugar de los nombres árabes que había antes. Por cada árabe que se iba y dejaba su casa convirtiéndose en refugiado, había varios refugiados que se abalanzaban para poder dormir, por fin, en una cama y bajo techo.

De manera que en definitiva, tuvimos éxito y triunfamos.

Mira, el Estado de Israel hoy, con todos sus problemas, progresa económicamente, somos el segundo país del mundo en alta tecnología, israelíes compran y condicionan el hotel Plaza en Nueva York y la mitad de toda Rumania y Polonia. El Producto Interno Bruto de Israel es el doble del de todos los países árabes juntos. Esto es lo que hay que ver y lo que hay que resaltar: logramos crear un Estado, algo nada fácil, especialmente en regiones como ésta. No olvidemos que estábamos y todavía estamos cercados de enemigos que pretenden aniquilarnos. Claro que podría ser mejor, pero todos los países podrían ser mejores. Hablamos de Israel como si hubiese surgido de un sueño y no es así.

¿No crees que hay que luchar para que impere la justicia?

Luchar, si crees que debe imperar la justicia, lucha. Yo no creo en eso. Ya no. Hubo una época en la cual quise creer con todas mis fuerzas que se podía hacer algo justo en esta región. Pero mira como son las cosas: el nombre de Israel tiene que escribirse en los mapas sobre el mar, porque no hay lugar. Pese a ello, quieren que haya aquí dos Estados, uno judío y otro árabe en un territorio que es menos que un cuarto de Nueva Jersey, y con veinte países árabes alrededor. ¿Qué es esto?

Esta es la historia de un odio visceral enfermo y loco, que comenzó en 1921 con los desmanes de Iafo en los cuales mataron al escritor Iosef Jaim Brenner en Nevé Tzedek y desde entonces se libra la misma guerra. Hubo una época en la cual quise creer que esto se podía solucionar mediante la justicia: dos Estados para dos pueblos, pero son pavadas. El historiador Benny Morris llegó a la misma conclusión: no se puede hacer aquí justicia: debes elegir entre la vida y la justicia. De manera que aquí deben combatir las dos justicias, la de ellos y la nuestra, y debemos defender la nuestra.
Hay tres judíos ricos del Reino Unido, uno de ellos israelí, que están por construir 20.000 viviendas en los territorios para refugiados palestinos con una inversión de 2.000 a 3.000 millones de dólares. ¿Por qué no hace eso un millonario árabe? Está lleno de multimillonarios árabes con petrodólares, ¿por qué no hacen eso? ¿Por qué tienen que hacerlo esos tres judíos?

¿Por qué?

Porque somos idiotas. O mejor dicho, somos locos. Nosotros sí queremos que haya justicia, aunque sabemos que no habrá. Le pregunté a uno de ellos si cree que Al Fatah tiene alguna posibilidad de quedar en el poder en Cisjordania si Hamás quisiera derribarlo, y me dijo que a su parecer, no.

¿Te parece que jamás habrá paz aquí?

``Jamás'' es demasiado decir. Pero no habrá paz durante los próximos cien años. Después de esos cien años, quizás sí. En ese caso avísame; yo tengo hoy 77 años, tendré 177 para enonces.

Pero en una época creíste que se podía hacer justicia y que podía haber paz...

Quise creer, porque sentía sentimientos de culpa ante el sufrimiento palestino, porque me perseguía la visión de las casas abandonadas con los hornos aún encendidos. Pero esas cosas eran parte de nuestra defensa elemental, la gente ya no recuerda o no sabe que no se podía caminar por algunas calles de Tel Aviv porque disparaban desde Iafo.
Pero por ese sentimiento me uní a un gran grupo de intelectuales árabes que en realidad me engañaron porque querían otra cosa. Ninguno de esos intelectuales de izquierda árabes no se ha dignado venir a Israel, ni de Jordania ni de Egipto.

¿Cómo ves a este país dentro de una década?

No sé cómo será este país dentro de una semana, ¿cómo sabré lo que será dentro de diez años? Lo que sí sé es que la lucha y el conflicto habrán de continuar, con algunas treguas quizás, pausas de uno o dos años, pero no más, como ha sido desde siempre.
El conflicto no es entre nosotros y los palestinos sino entre nosotros y el mundo árabe. ¿Desde cuándo hay palestinos? Sólo de 1967 comenzaron a llamarse e identificarse como tales.
De manera que dentro de una década estaremos inmersos en esta misma guerra. El que no pueda seguir o no lo aguante más, que se vaya, qué se puede hacer. Pero incluso los que se van, al final vuelven.

¿Y el mundo?

El mundo no tiene ningún interés en la existencia de Israel. De verdad que los molestamos, les desequilibramos el balance. El mundo no quiere a los judíos y no se entiende bien por qué. ¿Cuántos somos? ¿Once millones? Eso equivale a una ciudad pequeña en China. ¿En qué los molestamos? ¿Por qué hacen un boicot académico contra nosotros y no contra los iraníes o los coreanos o cualquiera de esos yuyos tan malos que andan por ahí?
Uno mira los noticieros de televisión o los titulares de los periódicos en Europa o en Estados Unidos, la mitad es sobre Israel: allí hubo cinco palestinos heridos y aquí dos palestinos muertos. Matan en el mundo centenares de personas a diario, en Argelia, en Bangla Desh, y dónde no. Pero de eso no se escribe nada y a nadie le importa.
Se trata de algo que los judíos inspiramos en todo el mundo y que nadie ha logrado explicar. No importa, por otro lado nosotros sabemos cómo arreglarnos y mostrarles quiénes somos: de 500.000 judíos alemanes salieron 15 Premios Nobel.
Nos tenían alguna simpatía cuando nos atacaban los países árabes y nos golpeaban. Pero cuando resultó claro que estamos aquí y nos quedamos, toda la actitud del mundo hacia nosotros cambió. Desde ese momento ya no interesa lo que digamos y cuánto logremos explicar nuestra situación, no se trata de esclarecer, es una lucha perdida de antemano.
Les gusta Amos Oz porque para ellos es el buen israelí, ama la paz, denuncia mucho de lo que Israel hace, y a ellos les gusta escucharlo. No quieren escucharme a mí. Desde el momento en que comencé a decir mi verdad concluí mi carrera en toda Europa.
Alguna vez quisieron escuchar mi opinión, la dije y desde entonces no me invitan más. No les resulta para nada cómodo.

Resumen biográfico

Ahijado de Bialik, pintor, escritor
Yoram Kaniuk nació en Tel Aviv el 2 de mayo de 1930. Su padre, Moshé Kaniuk, era una personalidad conocida en el ambiente cultural del país, al ser el director del Museo Tel Aviv, en el bulevar Rothschild, en el edificio en el cual se declaró la independencia del Estado de Israel. No debe sorprender, por lo tanto, que el poeta nacional, Jaim Najman Bialik, haya sido su ``sandak'', es decir, algo similar a su padrino, en ocasión de su circuncisión.
Kaniuk se enroló de muy joven en las filas del Palmaj y con 17 años combatió en la Guerra de Liberación que comenzó a fines de noviembre de 1947, antes de la proclamación de la Independencia.
Después de sobrevivir las crueles batallas de Nabi Samuel en el Castel en los esfuerzos por abrir un camino a la sitiada Jerusalén, donde vio morir a muchos de sus compañeros, luchó en las batallas de la propia Jerusalén y resultó herido de consideración por los disparos de un soldado de la Legión Jordana.
Recuperado de su herida, trabajó durante aproximadamente un año en la Marina y fue allí donde entró en contacto con los supervivientes del Holocausto, que llegaban a las costas de Israel en barcos repletos de refugiados.
Decidido a dedicarse a la pintura, se fue de Israel a Francia v vivió en París un tiempo, para pasar después a Estados Unidos, estableciéndose en Nueva York. Allí estuvo en contacto directo con el ambiente bohemio, escritores, pintores, actores y, especialmente, músicos de aquel jazz que habría de conquistar el mundo entero. Fue muy amigo de varios de ellos, recordándose notoriamente su amistad con Charlie Parker (``The Bird''), como recuerda su viuda.
Al cabo de un primer matrimonio que duró poco tiempo, Kaniuk se casó con Miranda, su actual esposa y madre de sus dos hijas, comenzó a escribir prosa en hebreo y retornó al país definitivamente. Después de una primera novela corta que había sido publicada anteriormente en inglés, Kaniuk publicó a medidos de la década del sesenta su novela ``Jimo, Rey de Jerusalén'', que se desarrolla en un hospital en la sitiada ciudad y relata la impresionante e imposible historia de amor entre la enfermera que ha perdido a su amado en la guerra y Jimo, tan malherido que prácticamente no puede hacer nada, más que dar alaridos de dolor o balbucear de vez en cuanto: ``Dispárame''.
Desde entonces y hasta ahora Kaniuk ha sorprendido y desconcertado. Con la edad necesaria para formar parte de ``la generación del Palmaj o del '48'', se lo identifica con la posterior porque su irrupción tuvo lugar como ella en la década del sesenta. En casi todas sus obras hay un elemento autobiográfico, siempre hay una base de realidad o de historia, y junto a ellos un caudal importante de ficción, relatado todo en forma corrida y asociativa de manera que se hace prácticamente imposible discernir entre lo real y lo fantástico.
Según Kaniuk, la irrupción del realismo mágico latinoamericano le otorgó a su obra en Israel una legitimidad que antes no tenía.
Dos de sus novelas se han integrado al canon de los clásicos de la literatura hebrea moderna: ``Adán hijo de perro'' o ``Adán resucitado'' según su traducción a diferentes idiomas incluido el portugués, y ``El último judío''.
Autor de más de treinta obras, ha sido traducido a decenas de lenguas y ha obtenido, salvo el Premio Israel, todos los premios literarios de importancia que se otorgan en Israel. Es sorprendente que sólo uno de sus libros haya sido traducido al español, una obra menor: ``El buen árabe''.
Políticamente, Kaniuk militó durante años en la izquierda israelí, se pronunció a favor de la creación de un Estado palestino y se contó entra los pocos fundadores del partido Ratz bajo la conducción de Shulamit Aloni, que derivó en el actual Meretz. Pero en los últimos años, decepcionado de los resultados, cambió radicalmente de opinión y considera que el conflicto de la región no tiene solución visible y quizás no se solucione jamás.
Hace dos años pasó una operación para la extirpación de un tumor. El post operatorio se complicó y Kaniuk estuvo varias semanas en coma profundo y al borde de la muerte. Finalmente reaccionó y pasó un largo proceso de rehabilitación, durante el cual escribió y publicó su reciente libro ``Por la vida y por la muerte'', en el cual ambas son protagonistas como las dos caras de una misma moneda.

Por Mario Wainstein

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