Lo peor ya está pasando
Es probable que pase lo peor
HORACIO VÁZQUEZ-RIAL (http://revista.libertaddigital.com/)
Según la Ley de Finagle, atribuida a Murphy, si algo puede salir mal, saldrá mal. Hay, naturalmente, centenares de corolarios derivados de esta ley, desde "La tostada siempre cae del lado de la mantequilla" hasta "La naturaleza siempre está de parte de la imperfección oculta".
Todo esto, por supuesto, tiene aplicaciones políticas, en su mayoría vinculadas con circunstancias fortuitas: valga el ejemplo del colapso físico de Ariel Sharón en el momento más delicado posible, y precisamente cuando, por una vez, casi todos los israelíes aceptaron un líder; o el de la recuperación de Fidel Castro cuando ya le había llegado la hora y algunos habían hablado a destiempo; o pensemos en el desplazamiento impensado del maletín con los explosivos para matar a Hitler. Por supuesto, estas ilustraciones dan sentido al magnicidio concebido como vía hacia el cambio político (se dice por ahí que tuvo sentido la voladura de Carrero Blanco, que a la vez dio alas a ETA; otro corolario de la Ley de Finagle: "Toda solución entraña nuevos problemas").
Marx, completando involuntariamente a Finagle, dice que los hombres no se plantean problemas que no puedan resolver. Y añado yo: sea que lo consigan o no, y sea que se les crea o no. Nadie creía a los nazis cuando hablaban de acabar con los judíos; era una idea sin sentido, imposible, pero estuvieron a punto de lograrlo: los redujeron a la mitad y acabaron con la cultura yidisch. Estuvieron a punto de lograrlo justamente porque nadie les creía. Y también porque, a pesar de tan asombrosas afirmaciones, los europeos, representados para el caso por Chamberlain, no estaban dispuestos a abandonar su way of life antes de tiempo para enfrentarse a una gente que tenía un programa de industrialización estupendo y construía autopistas que eran la envidia de los demás. Europa dejó crecer el nazismo. ¿Dejará ahora crecer todas las amenazas que se alzan dentro y fuera de sus fronteras?
Quiero proponer dos casos: si Ahmadineyad dice que va a borrar a Israel del mapa, hay que hacerle caso; si las clases políticas catalana y vasca hablan de independencia, hay que hacerles caso.
La absoluta estupidez de nuestros contemporáneos ha llegado hace rato a dos ideas, si es que se les puede llamar así, respecto de Israel: 1) que no merece ser defendido; 2) que nunca desaparecerá porque lo sostiene Estados Unidos. Grandes majaderías, como se comprende, pero ampliamente generalizadas y con el mismo efecto deletéreo que el apaciguamiento en los años 30 del siglo XX: el de desarmar a Occidente. Porque lo que nadie parece entender es que si Israel desaparece, desparecerán con él muchas cosas y muchas gentes, judíos y cristianos, y sus santos lugares, por supuesto. Las mezquitas de Jerusalén, probablemente, serán arrasadas, pero los ayatolás lo considerarán un daño justificable.
Ahmadineyad tomará las decisiones que considere oportunas de acuerdo con sus propios planes y proyectos, pero, haga lo que haga, le será más fácil hacerlo si el presidente de la Universidad de Columbia lo invita a dar conferencias, si Felipe González le da palmadas en la espalda y le dice que muy bien, que adelante con la energía atómica, y si se insiste en la alianza de civilizaciones con los mismos criterios del pacto de Múnich de 1938 (no olvidemos que, después de reunirse con Hitler y Mussolini, Daladier y Chamberlain fueron aclamados por las muchedumbres a su regreso porque habían "hecho la paz"). Europa (y los progres americanos) duermen, Ahmadineyad no. ¿Podía decirle Bush a Zapatero algo más que lo que le dijo? Hasta suena demasiado cortés eso de "Me alegro de volver a verle".
¿Y por casa? Porque somos pocos los que estamos dispuestos a hacer algo más que expresar buenos deseos frente al riesgo de separación de Cataluña y el País Vasco. Por no reaccionar, ni siquiera el Consejo General del Poder Judicial pide explicaciones a uno de sus miembros (por CiU), López Tena, por decir que España comete genocidio en Cataluña y por citar a Pepe Rubianes, lo cual ya tiene delito, con aquello de la "puta España". ¿Cómo puede una institución de juristas tener entre sus miembros a un enemigo declarado del Estado? Y en el País Vasco, con Nuevo Partido y todo, ¿quién está apuntando sus armas políticas contra la "consulta popular" de Ibarreche, que se hará si nadie lo impide? ¿Y quién cuestiona lo ocurrido en el PNV tras la salida de Imaz?
He visto que en más de un medio se describe a Íñigo Urkullu como "moderado"; el tipo que dijo que su partido está por "la cohesión de la sociedad vasca y la construcción de la nación vasca como sujeto político colectivo con capacidad de decisión" y que el ejército español es una "organización armada" como ETA (11-1-2006). Claro que, si López Tena puede seguir en el CGPJ sin que nadie le diga nada, entonces Urkullu puede ser un moderado.
Habla Mas (que está cansado de Espanya) y no pasa nada, habla Anasagasti (para reprochar a Undangarín que no haya puesto a ninguno de los hijos que tiene con la infanta Cristina un nombre "euskérico") y no pasa nada, habla Ahmadineyad y no pasa nada. Pero si pasa, pasará lo peor.
Me acusaron de pesimista cuando escribí que el triunfo electoral de Hamás era "la peor noticia de todas" las posibles, pero ni siquiera me aproximé a lo que realmente sucedió después. Me acusaron de pesimista cuando advertí de que Chávez iba a aliarse con Irán. Me acusaron de pesimista cuando dije que Evo Morales, además de ser un populista étnico, y por tanto radicalmente racista, iba a demostrar en poco tiempo su ineptitud. No hay que ser un lince: basta con agacharse un poco para ver que la mantequilla está más cerca del suelo que la tostada misma.
Veinte años de sinrazón política convierten el Movimiento por los Derechos Civiles en la Nación del Islam, y veinte años de Nación del Islam acaban en seis muchachos negros de la localidad de Jena (Luisiana) apaleando a un compañero blanco y en el reverendo Al Sharpton declarando: "Jena es un punto de inflexión, el comienzo del movimiento de los derechos civiles del siglo XXI". Pero esto no detendrá las políticas de discriminación positiva (¡vaya!) hasta dentro de otros veinte años. Podría haberse evitado, pero ocurrió lo peor: Luther King fue asesinado y gran parte de sus seguidores se radicalizaron.
Kennedy también fue asesinado, y las posibilidades de una guerra nuclear aumentaron; hasta que Reagan dio vuelta a la tortilla con el insigne farol de la Guerra de las Galaxias y la URSS se hundió. Eisenhower lo había advertido, al hablar de la insuperable influencia del complejo militar-industrial, pero lo acusaron de pesimista. El pesimismo no es un pecado ni es un crimen, sino un estado de ánimo, un modo de ver la realidad. Por lo tanto, no es algo de que lo que se pueda acusar a alguien. Pero la sociedad del optimismo, la del pensamiento Alicia, no lo ve con buenos ojos.
Yo he aceptado llevar esa carga y definirme como pesimista. La humanidad ha tenido suerte por llegar viva hasta una edad tan avanzada, y ciertamente ha progresado mucho, aunque no en todos los terrenos; y más de una y de dos veces ha hecho todo lo que ha estado en sus manos para acabar mal (para acabar mal no hacía falta una bomba nuclear: bastaba con los gases de la guerra del 14 o con los bombardeos masivos de la siguiente).
El Islam retrasó el progreso de Europa durante varios siglos, desde el VII hasta Lepanto, y arrasó en el ínterin varias civilizaciones que ya no tienen ocasión de aliarse con nadie; y es probable que vuelva a hacerlo si no se reacciona a tiempo. ¿Llamando a una cruzada? Ben Laden dice que ya lo hemos hecho, pero yo no he oído aún tal convocatoria.
Hay personas que afirman, llevadas por la más baja de las pasiones, que es la ignorancia, que la independencia de una parte u otra de España no es algo a lo que haya que oponerse, guiándose así por un argumento idéntico al de Ibarreche: la decisión democrática de los vascos. O de los catalanes. Sólo de ellos. Como si los demás españoles no tuviéramos nada que decir al respecto, como si desde el momento en que surgió la idea de la separación ya estuviesen separados. Tenemos mucho que decir. Forman parte de España. Y, además, usen la falacia que usen (estatutos de autonomía soberanistas aprobados con el 30% del electorado, por ejemplo), los separatistas son minoría. Pero, ante la pasividad de las mayorías, espero lo peor.
Lo peor ya está pasando, aún podemos detener la catástrofe. Pero hace falta querer detenerla.
Etiquetas: Islamofascismo, La España de Torrente, Noticias desde eurabia
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