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lunes, septiembre 24, 2007

Libanicidio



La hemiplejia ideológica europea frente a las matanzas en Líbano
George Chaya
(analista político internacional libanés y especialista en contraterrorismo y conflictos religiosos)
http://blogs.periodistadigital.com/
Desde el año 1975, la única democracia de la órbita de los países árabes fue progresivamente asesinada de manera impúdica y sistemática ante el silencio y la mirada cómplice de Occidente. Europa jamás condenó el "Libanicidio" árabe.

No lo hizo cuando el 13 de octubre de 1990, el ejército ocupante (sirio) asesinó a más de 840 cristianos en Beirut y Zahle entre las 4:20 de la mañana y las 5:40 de la tarde, haciendo 2073 prisioneros que fueron transferidos a cárceles sirias (1023 de ellos siguen sin aparecer a día de hoy, mientras Siria sigue afirmando desconocer su paradero). Como respuesta el mundo "mira hacia otro lado" respecto a lo que sucedió en el Líbano. La propaganda de la progresía y la socialdemocracia sigue selectivamente dedicada a Sabra y Chatila, sin mencionar masacres como los campamentos palestinos de Taal el Zatar o Borj el Barajneh; la proximidad del ejército sirio y las guerrillas chi'itas del movimiento Amal, lideradas por Nabih Berri, no hacen políticamente rentables estas masacres, incluso si en estas murieron más de 11.000 palestinos.
Para quienes rechazamos la violencia en cualquiera de sus formas es imposible soslayar la muerte de refugiados palestinos -- mas de 800 según Naciones Unidas -- por parte de milicianos cristianos desertores y alzados en armas que al mando de Elías Hobeika (a la postre agente de la Inteligencia siria asesinado en enero del 2002) decidieron vengarse por el magnicidio del presidente libanés Bachir Gemayel. Gemayel era asesinado por un complot sirio-palestino y la acción directa del colaboracionista Habib Chatouni, del Partido Nacional Socialista Sirio (PNSS), el 14 de septiembre, dos días antes de los sucesos de Sabra y Chatila.
Es indudable que Sabra y Chatila forman parte de una página más de la gran tragedia de la sangre inocente derramada durante el "Libanicidio" que se abatió sobre el país de los cedros y que incluye otros muchos actos de genocidio perpetrados entre el 3 de septiembre del 75 y el 10 de junio de 1980: Deir Al Ayach, Damour, Yieh, Cheka, Huche Baradah, Kab Elías, Aintoun, Jouneh, Emir Bechir, Khyam, Ka'as, Ra'as Baalbeck, Batroun, Niha, Deir Bella, Doumah, El Chouf, Zahle. Crímenes estos que nadie mencionará y que el mundo parece haber olvidado, tal vez porque no puede culpar a Israel, tal vez porque en aquellos tiempos no existía CNN o Al Jazzira, o diarios como El País no enviaban corresponsalías a Beirut en aquellos años. Seguramente "el campeón de la prensa democrática" Robert Fisk tampoco estuvo allí para que el mundo conociera estas aberraciones. Es así que la selectiva memoria de los defensores de los derechos humanos y los medios de prensa mundiales se centran exclusivamente en Sabra y Chatila, los desgraciados hechos del 16 de septiembre de 1982.
No obstante, esta selectividad occidental afecta a los propios palestinos: los defensores de los derechos humanos no hablan de los crímenes que se repitieron en el mes de mayo de 1985, cuando el ejército sirio volvió a entrar y asesinar a más de 600 palestinos en colaboración con las milicias del Amal. Es curioso cómo si no hay un Israel cerca, no hay un sólo "defensor de los derechos humanos" tampoco.
El aquelarre de sangre que conforma el mencionado Libanicidio que perdura en nuestros días tuvo también otras fechas dolorosas para el pueblo del Líbano. En septiembre de 1983, 112 aldeas de la región del Chouf fueron limpiadas étnicamente de cristianos por milicianos árabes drusos -- el pueblo de mi familia, Dakkoum, incluído. Entre el 25 y el 28 de junio de 1978, un grupo de comandos de élite sirio conducido por Ali Dib, en su plan para controlar mediante el terror la comunidad cristiana que se resistía a la ocupación sirio-palestina, fusiló a 42 civiles cristianos de las aldeas de Ka'as y Ra'as-Baalbeck, culpándoles de pertenecer a la resistencia patriótica libanesa y sin juicio previo; sus madres, esposas e hijas fueron violadas, y sus propiedades incendiadas.
Entre los días 30 de junio y el 4 de julio, la milicia de Rifaat Al Assad, el hermano del fallecido presidente sirio Hafez Al Assad, tendió un cerco militar al barrio cristiano de Ashrafieh, en Beirut, donde las actividades de la resistencia cristiana en pos de la libertad y contra la ocupación nunca fueron doblegadas, y después lo hizo bombardear durante una semana con cañones de 105 mm, morteros y granadas soviéticas. 206 civiles muertos, más de 300 heridos, y ni un solo defensor de los derechos humanos. En agosto de 1979, las acciones de las tropas sirias y las guerrillas palestinas y sus operaciones terroristas en la aldea de Nuha y pequeños poblados como Amioun y los suburbios de Tripoli, al norte del país, causan 187 muertos, 220 heridos y 49 secuestrados-desaparecidos.
En el periodo entre 1979 y 1982, los asesinatos masivos, los secuestros, las torturas y el exilio de miles de libaneses cristianos dieron a la ocupación sirio-palestina el control casi total del país. La prensa libanesa se debatía entre la censura y los asesinatos de sus periodistas. El 24 de febrero de 1980, el presidente del sindicato de periodistas libaneses, Salem A. Laouzi, era secuestrado por el Muhabarat sirio a plena luz del día; su cadáver, con signos de tortura, aparecía una semana después en los bosques de Aramouni, al norte de Beirut, con ambas manos virtualmente desintegradas con ácido en un claro mensaje mafioso a los pocos periodistas libres que quedaban en el Líbano: este será el final de cualquiera que ose escribir contra la ocupación.
Tuve oportunidad de entrevistar a Elías Hobeika el 11 de diciembre de 1986. Hobeika acabó mal cuando trabajaba para la Inteligencia siria: su 4x4 voló por los aires en enero de 2002 cuando se dirigía a esquiar con sus guardaespaldas y el mayor sus hijos. Pude apreciar entonces de sus palabras que nunca se arrepintió de los crímenes de Sabra y Chatila. Durante todos estos años, organismos supranacionales, la izquierda internacional, o los medios de prensa europeos se han adjudicado la tarea de criminalizar a un sector que sin duda y como todos, participó del Libanicidio. Pero la verdad, la completa, es que aquellos años de barbarie en el Líbano no me los tiene que contar nadie: los viví en primera persona. Con operaciones políticas y prensa adicta no se hace más que impedir el descanso de todos los hombres, mujeres, niños y ancianos que han sido asesinados en el Líbano.
Porque puesto que no se cuenta la verdad, no se hace nada más. La patológica parcialidad ideológica no hace sino evidenciar la miopía hipócrita del momento de dar importancia a los muertos. Para medios de prensa o periodistas con Robert Fisk, los muertos cristianos son como los muertos judíos: se miden con otra vara. Ante tanta ignorancia, decadencia intelectual y maniqueísmo con el Líbano durante 29 años, la izquierda progresista siempre lista y complaciente en el apoyo a regímenes brutales y asesinos se refleja en su propio espejo, y con ello proyecta el futuro y el destino de sus propios pueblos.

No seamos ingenuos, a nuestros políticos, a nuestra prensa, a nuestos intelectuales, a nuestra progresía les importa un pimiento lo que suceda en el Libano o en cualquier otro lugar. Los muertos y los heridos, el sufrimiento ajeno, ni les va ni les viene. Ellos a lo suyo, a utilizar esas situaciones en su guerra particular en la que tienen como objetivo único situarse en el poder y vivir del cuento. Y como gran y principal enemigo a los que aspiran a lo mismo, a estar calentitos pisando moqueta y viajando en coche oficial y aviones particulares (pagados por todos los demás). En esa guerra tan importante para ellos Israel es el enemigo y los terroristas y tiranos los amigos ¿por qué? porque vende bien. ¡Así de fácil!
En el siguiente enlace podemos conocer un poco más de lo que está sucediendo en el Libano:

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