Intifada Parisina
Ahora que con el aniversario de la intifada parisina se empiezan a repetir los hechos no esta mal releer lo que escribía Gabriel Albiac en “La Razón” hace poco menos de un año:
La cámara filmó el momento en que lo mataban a patadas. No era un policía. Tan sólo el empleado de una empresa de mobiliario urbano: quincuagenario lo bastante ingenuo como para salir del coche a tomar unas fotos en uno de esos bantustanes a los cuales el convenido eufemismo llama en Francia “barrios sensibles”; por su nombre real: territorios bajo soberanía islámica. Lo mataron. Tres encapuchados. Dos minutos de apaleamiento que una cámara de seguridad dejó grabados. Si buscaban robarles, o si simplemente juzgaron blasfemo –es lo más probable- que un infiel fuera a alzar irrespetuosa constancia del vandalismo que en Epinay canta glorias de Alá, no lo sabremos nunca. Desde el interior del coche la mujer y la hija de Jean-Claude Irvoas nada pudieron entender de lo que sucedía. Salvo una cosa: que su esposo, que su padre, había sido reventado a golpes. Fue el jueves pasado. Todo duró menos de dos minutos. Grabado en vídeo. La prensa lo menciona apenas. Estorba.
No hay azar en los relámpagos de salvajismo colectivo. Se gestan despacio, articulan engranajes a lo largo de décadas. Ajustan sus arengas doctrinarias, la lengua fósil que dará al crimen nombre de virtud suprema. Nadie parece verlos. Nadie oírlos. Así fue en los años veinte. Luego, un día, nadie sabe tampoco porque, cualquier anécdota sirve de catalizador, y todo salta. Y es demasiado tarde ya para otra cosa que no sea dar batalla por la libertad perdida. En guerras como esa, una nación deja jirones esenciales de su alma.
La anécdota fue esta vez ridícula. Cuanto trágica. Dos jóvenes gamberros, que, tras una más de sus correrías predadoras, imaginaban estar siendo perseguidos (no había policía), forzaron la entrada de un transformador eléctrico. Se electrocutaron. A partir de esa noche, las bandas de delincuentes, que dictan ley en el islámico nordeste parisino, proclaman el inicio de su justiciera “intifada”.
No era metáfora. A lo largo de décadas, el término “intifada” fue revestido por la prensa francesa con cursis tintes de romanticismo filantrópico. Nada dejo entrever esa humanitaria prensa del terror cotidiano en Gaza y Cisjordania, de las crueles represalias, los secuestros, mutilaciones, torturas de civiles, que los héroes del cinturón bomba han practicado entre los suyos. Del indistinto asesinato de israelíes en mercados, autobuses, discotecas, bares, ya ni hablo; para el europeo medio, la vida de un judío sigue contando cuanto la de un hámster. A lo largo de décadas, de ese culto impoluto de la muerte –propia como ajena- que fuera la intifada palestina, prensa y política francesas jugaron a hacer con eso épica. Soñaban que la literatura sale gratis. Hoy despiertan. Hay cadáveres en las calles. Y hay una voz que teje cadáver en epopeya. Le da nombre: Intifada Parisina.
Difícilmente puedo añadir nada que mejore lo escrito por Albiac.
La cámara filmó el momento en que lo mataban a patadas. No era un policía. Tan sólo el empleado de una empresa de mobiliario urbano: quincuagenario lo bastante ingenuo como para salir del coche a tomar unas fotos en uno de esos bantustanes a los cuales el convenido eufemismo llama en Francia “barrios sensibles”; por su nombre real: territorios bajo soberanía islámica. Lo mataron. Tres encapuchados. Dos minutos de apaleamiento que una cámara de seguridad dejó grabados. Si buscaban robarles, o si simplemente juzgaron blasfemo –es lo más probable- que un infiel fuera a alzar irrespetuosa constancia del vandalismo que en Epinay canta glorias de Alá, no lo sabremos nunca. Desde el interior del coche la mujer y la hija de Jean-Claude Irvoas nada pudieron entender de lo que sucedía. Salvo una cosa: que su esposo, que su padre, había sido reventado a golpes. Fue el jueves pasado. Todo duró menos de dos minutos. Grabado en vídeo. La prensa lo menciona apenas. Estorba.
No hay azar en los relámpagos de salvajismo colectivo. Se gestan despacio, articulan engranajes a lo largo de décadas. Ajustan sus arengas doctrinarias, la lengua fósil que dará al crimen nombre de virtud suprema. Nadie parece verlos. Nadie oírlos. Así fue en los años veinte. Luego, un día, nadie sabe tampoco porque, cualquier anécdota sirve de catalizador, y todo salta. Y es demasiado tarde ya para otra cosa que no sea dar batalla por la libertad perdida. En guerras como esa, una nación deja jirones esenciales de su alma.
La anécdota fue esta vez ridícula. Cuanto trágica. Dos jóvenes gamberros, que, tras una más de sus correrías predadoras, imaginaban estar siendo perseguidos (no había policía), forzaron la entrada de un transformador eléctrico. Se electrocutaron. A partir de esa noche, las bandas de delincuentes, que dictan ley en el islámico nordeste parisino, proclaman el inicio de su justiciera “intifada”.
No era metáfora. A lo largo de décadas, el término “intifada” fue revestido por la prensa francesa con cursis tintes de romanticismo filantrópico. Nada dejo entrever esa humanitaria prensa del terror cotidiano en Gaza y Cisjordania, de las crueles represalias, los secuestros, mutilaciones, torturas de civiles, que los héroes del cinturón bomba han practicado entre los suyos. Del indistinto asesinato de israelíes en mercados, autobuses, discotecas, bares, ya ni hablo; para el europeo medio, la vida de un judío sigue contando cuanto la de un hámster. A lo largo de décadas, de ese culto impoluto de la muerte –propia como ajena- que fuera la intifada palestina, prensa y política francesas jugaron a hacer con eso épica. Soñaban que la literatura sale gratis. Hoy despiertan. Hay cadáveres en las calles. Y hay una voz que teje cadáver en epopeya. Le da nombre: Intifada Parisina.
Difícilmente puedo añadir nada que mejore lo escrito por Albiac.
Etiquetas: Noticias desde eurabia
2 comentarios:
Ellos, los medios franceses de Eurabia, dibujaban a la intifada palestina como algo glorioso, pues ahora se tendrán que enfrentar a esa misma intifada en su propio territorio, y veremos si siguen llamando a ese salvajismo algo "glorioso".
Si muere un israelí en una intifada, a Eurabia le importa un bledo, pero si muere un francés, veremos si le importa un poco más...
Para mi, todas las intifadas deben ser reprimidas, repudiadas y castigadas de la misma manera EN CUALQUIER PARTE DEL MUNDO. Condeno este salvajismo islamista que ahora está ocurriendo en Francia, pero que en realidad ocurre en todo el mundo. Hay que estar preparados, la intifada le puede llegar a cualquiera que se niegue a obedecer al islamofascismo y defienda la libertad.
SI a la civilización!
NO a las intifadas!
De Anónimo, A las 10/29/2006 7:41 a. m.
Estoy contigo Andrés, nos puede pasar a cualquiera en cualquier lugar, porque esta "intifada" no es algo espontaneo, sino que forma parte de una estrategia global mucho más amplia. Así que hay que estar preparados para que no nos coja con la guardia bajada.
De pacobetis, A las 10/29/2006 12:43 p. m.
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