Annapolis III
Lo que se esconde bajo la palabrería palestina en Annapolis:
Los diez mandamientos de la política palestina
Por Barry Rubin
La Autoridad Palestina no puede impedir que los árabes palestinos ataquen a Israel. Hacerlo sería traicionar a la causa.
El más militante siempre tiene la razón. Extremismo equivale a heroísmo. Este es uno de los motivos por los que Fatah tiene tantas dificultades para competir con Hamás: no puede denunciar a sus rivales por ser demasiado duros e intransigentes.
Una mayor violencia es buena y llega al grado de victoria si causa bajas o daños a Israel. Aparte de las denuncias rituales para los medios extranjeros, los atentados son motivo de orgullo, lo que implica que impulsan la causa en lugar de sabotearla.
Ningún Gobierno israelí podrá hacer algo bien. Por tanto, Olmert no es mejor que cualquier otro, aunque se retire de la Franja de Gaza, ofrezca aceptar un estado palestino o esté dispuesto a abandonar Jerusalén este. (El objetivo es la destrucción de Israel, no la paz).
Puesto que los palestinos son "la víctima perpetua", tienen derecho a hacer lo que quieran y nunca necesitan entregar nada a cambio de las concesiones israelíes.
Ningún palestino debe ser encarcelado por ataques contra Israel ni un minuto más del tiempo necesario para salvaguardar las relaciones públicas internacionales.
Fatah no castigará ni expulsará a nadie por lanzar ataques contra Israel.
Borrar del mapa a Israel es moralmente correcto. Si alguien dice algo distinto, será amenazado o avergonzado, justificando su "lapsus" como una concesión táctica temporal o una manera de engañar al enemigo.
Mientras se simula ser nacionalista, el movimiento tomará como principal prioridad el "derecho de retorno", la demanda de que todos los refugiados palestinos y sus descendientes –varios millones de personas– deben tener el derecho a vivir en Israel. Es mejor no tener ningún estado que abandonar esta demanda.
Es más importante ser firme y paciente con un terrible estatus quo que obtener grandes beneficios poniendo fin para siempre al conflicto. Esto obligaría a renunciar a la victoria total.
Por Barry Rubin
La Autoridad Palestina no puede impedir que los árabes palestinos ataquen a Israel. Hacerlo sería traicionar a la causa.
El más militante siempre tiene la razón. Extremismo equivale a heroísmo. Este es uno de los motivos por los que Fatah tiene tantas dificultades para competir con Hamás: no puede denunciar a sus rivales por ser demasiado duros e intransigentes.
Una mayor violencia es buena y llega al grado de victoria si causa bajas o daños a Israel. Aparte de las denuncias rituales para los medios extranjeros, los atentados son motivo de orgullo, lo que implica que impulsan la causa en lugar de sabotearla.
Ningún Gobierno israelí podrá hacer algo bien. Por tanto, Olmert no es mejor que cualquier otro, aunque se retire de la Franja de Gaza, ofrezca aceptar un estado palestino o esté dispuesto a abandonar Jerusalén este. (El objetivo es la destrucción de Israel, no la paz).
Puesto que los palestinos son "la víctima perpetua", tienen derecho a hacer lo que quieran y nunca necesitan entregar nada a cambio de las concesiones israelíes.
Ningún palestino debe ser encarcelado por ataques contra Israel ni un minuto más del tiempo necesario para salvaguardar las relaciones públicas internacionales.
Fatah no castigará ni expulsará a nadie por lanzar ataques contra Israel.
Borrar del mapa a Israel es moralmente correcto. Si alguien dice algo distinto, será amenazado o avergonzado, justificando su "lapsus" como una concesión táctica temporal o una manera de engañar al enemigo.
Mientras se simula ser nacionalista, el movimiento tomará como principal prioridad el "derecho de retorno", la demanda de que todos los refugiados palestinos y sus descendientes –varios millones de personas– deben tener el derecho a vivir en Israel. Es mejor no tener ningún estado que abandonar esta demanda.
Es más importante ser firme y paciente con un terrible estatus quo que obtener grandes beneficios poniendo fin para siempre al conflicto. Esto obligaría a renunciar a la victoria total.
Etiquetas: La legislatura de la paz infinita
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