Los amigos del presi
Dos muy buenos artículos de Carlos Herera publicados en ABC y en http://www.carlosherrera.com
Díganme que no
No hay nadie tan idiota como para redactar un acta de sus reuniones y acuerdos con ETA y, además, firmar el papel y guardar una copia en lugar seguro... ¿O sí? No, seguro que no. Un Gobierno en sus cabales no envía a nadie a sentarse con Ternera con el mandato de que firme lo acordado y de que pase tres copias a los ministerios afectados. Eso no se le ocurre ni a Carmen Calvo. Diga lo que diga ese macaco de Fernando Barrena no estamos en disposición de creernos que hay alguien tan estúpido en el Gobierno de España de pedir los justificantes del taxi de Oslo que les llevó del aeropuerto al restaurante en el que decidieron los aspectos fundamentales de la tregua mojonera decretada por la banda de asesinos. Mucho menos aún de pedir la fotocopia del carné de identidad de los presentes y adjuntarlo al pliego de acuerdos. No me lo creo. Pero, aún así, me asalta la duda de que pueda ser cierto: ¿será verdad que son tan sumamente tontos del culo de firmar un papel en el que se comprometen, en nombre del Gobierno de España, a tal o cuál cosa?
De ser así, además de confirmar que estamos en manos de una banda de merluzos, estaría justificada la melancolía que crea el sabernos gobernados por unos muchachos que no han aprendido nada de treinta años de lucha contra el terrorismo nacionalista vasco. Durante este tiempo los etarras han sido los mismos y su estrategia ha sido pareja: las mismas exigencias y las mismas técnicas. De este lado, en cambio, cada Gobierno ha utilizado prácticas distintas y ha procurado evidenciar las diferencias para que a nadie le quepa la menor duda de que se trata de otra gente. Cada Gobierno ha querido empezar de cero, diferenciarse, no parecerse en nada al anterior. Todo Ejecutivo ha soñado con convertirse en el que acaba con la serpiente y para ello se ha plantado delante de la ciudadanía asegurando tener la clave para convencerles de que hay que dejar de ser malos chicos. Se han hecho varias cosas: intentar seducirles con la reeducación social, combatirles con sus propias armas, acosarles con un frente jurídico-policial o negociar en horas bajas la entrega de su causa a cambio de determinadas prebendas políticas.
Funcionar, lo que se dice funcionar, sólo funcionó la primera con la rama político-militar (aquellos eran otros tiempos) y la tercera cuando un Gobierno decidido y unos jueces en estado de firmeza decidieron apretar las tuercas sociales y policiales y poner a la banda contra las cuerdas. Lo demás, al menos hasta ahora, no ha funcionado. En cuanto la banda ve el asomo de un Gobierno con ansias de pasar a la historia va y le mete el pico de la muleta: el Gobierno embiste y la banda torea. En la sesión de toreo correspondiente a esta faena de aliño hemos llegado al punto en el que una banda de asesinos facinerosos tiene el control de los tiempos. Y los ciudadanos no merecemos eso: el Gobierno entregado y los terroristas controlando la lidia, un presidente ensimismado con la idea de domeñar a la bestia y una bestia chuleándole ante la opinión pública. De no ser así, de ser que el Gobierno tiene controlada la situación y acepta el trago de permitir que la opinión pública crea que le marcan los tiempos es que estamos ante unos estrategas descomunales. Viéndoles la cara, la verdad, cuesta de creer.
Que una partida de delincuentes criminales como la que representan los Otegui, Barrena y demás chusma se permitan recordarle a un Gobierno democrático -bobo, pero democrático- que no está cumpliendo sus acuerdos después de bajarse los pantalones del culo del fiscal general como lo ha hecho el Ejecutivo de Rodríguez es, cuando menos, motivo de desconsuelo. Alimente y libere usted a De Juana, blinde usted a Otegui, garantice a Batasuna el suministro electoral para esto, para que le salga un berrendo a decirle que no es suficiente.
Vuelvo al principio: ¿a alguien en su sano juicio se le ocurre firmar acuerdos con esta gente? Díganme que no, se lo suplico.
¿Se puede gobernar con gente así?
MONTILLA quiere dedicar su tiempo político al frente de la Generalitat a gestionar las cosas y hacer poco ruido, lo cual es una apuesta sensata y digna de agradecimiento. Pero no toda la felicidad es posible teniendo al lado a cuatro tipos desleales, pelmas y políticamente indeseables disfrazados de antisistema y encantados de haber visto el horizonte de independencia a las pocas horas de haberse dado un atracón de «calçots». La última proeza de los chicos asamblearios de ERC ha consistido en desestabilizar el Gobierno del que ellos forman parte mediante la oferta formal de coalición al partido que ocupa la acera de enfrente, cosa inusitada en la política europea y que si se produjese en cualquier sociedad políticamente normal provocaría una crisis sin precedentes. Aquí, afortunadamente, nadie les ha tomado en serio. Montilla, el impávido vladimir de la política española, ha suspirado melancólicamente y ha vuelto la mirada a los papeles que tenía en ese momento encima de la mesa. Los nenes han vuelto al redil no sin antes dejar un poco más estropeado el perfil de los políticos catalanes. ¿En qué ha quedado todo, pues? En que el Gobierno catalán es un edificio algo resquebrajado y en que ese tipo de rajas nunca se sabe cuándo se acaban de abrir y se llevan por delante la consistencia de la obra. Todo por ganar posiciones de cara a las elecciones municipales. Si ERC quería explicitar severamente sus posiciones independentistas de cara a ampliar su electorado no necesitaba poner boca abajo un gobierno con pocos meses de vida que sustituye a otro gobierno al que también lanceó en dos ocasiones. Sin embargo, les puede el ruido, la necesidad de recordar que son lo que son y que vienen de lo que vienen. Dicen que les importa la proyección de la Cataluña moderna y no tienen reparo en ensuciar el ambiente político de su comunidad, en insultar a los ciudadanos alterando su tranquilidad. Dicen que trabajan por el futuro independiente de Cataluña y con una sola de sus iniciativas logran concitar toda la antipatía de los sectores bizcochables. Dicen que gobernar para los ciudadanos es lo primero y olvidan a las primeras de cambio los problemas cotidianos de los catalanes para someterles a una tensión permanente e innecesaria. ¿Cómo se puede gobernar con gente así?
La independencia de Cataluña es un nirvana absurdo en el que no creen ni sus propios propagandistas. Confeccionaron un estatuto innecesario en el que todos adoptaron las posturas políticamente correctas y se llevaron el revolcón de una ciudadanía que les dio la espalda en un referéndum al que acudieron a votar menos de la mitad de los catalanes. Tan preocupados no estarían. Los mismos que ahora esgrimen ese estatuto como joya intocable del imaginario catalán votaron que «no» en el Parlamento y pidieron el voto negativo al electorado. Ahora, sin embargo, entienden como una cuestión de honor histórico que no les toquen ni una línea. Qué disparate. Por si fuera poco, a las primeras de cambio, consideran las elecciones municipales venideras como una suerte de refrendo histórico sobre algo tan trascendental como la independencia de un territorio y plantean la sustitución de un gobierno por otro a cuenta de una consulta popular que ni pueden hacer ni tampoco pueden ganar. Con individuos semejantes se tiene que establecer la política diaria de las cosas, se tiene que decidir qué carreteras construir, qué hospitales edificar, qué educación impartir y qué impuestos determinar. ¿Alguien en su sano juicio cree que se puede gobernar en condiciones como esas y con sujetos de ese jaez?
La maldición de la política catalana cae como una losa sobre una población asombrada y timorata. Saben que están haciendo el ridículo, lamentan su suerte y, sin embargo, se sienten acogotados para reaccionar ante una parte de la clase política que pone en solfa su prestigio de pueblo sensato. El sainete vivido en Cataluña puede haber ilusionado a cuatro cuentistas de espíritu gaseoso, pero difícilmente habrá convencido a un pueblo con otras prioridades que preguntarse constantemente quiénes son y adónde van. Y nadie, sin embargo, hace ningún gesto por poner las cosas en su sitio. Qué hartura de política. Que mediocridad de destino.
De ser así, además de confirmar que estamos en manos de una banda de merluzos, estaría justificada la melancolía que crea el sabernos gobernados por unos muchachos que no han aprendido nada de treinta años de lucha contra el terrorismo nacionalista vasco. Durante este tiempo los etarras han sido los mismos y su estrategia ha sido pareja: las mismas exigencias y las mismas técnicas. De este lado, en cambio, cada Gobierno ha utilizado prácticas distintas y ha procurado evidenciar las diferencias para que a nadie le quepa la menor duda de que se trata de otra gente. Cada Gobierno ha querido empezar de cero, diferenciarse, no parecerse en nada al anterior. Todo Ejecutivo ha soñado con convertirse en el que acaba con la serpiente y para ello se ha plantado delante de la ciudadanía asegurando tener la clave para convencerles de que hay que dejar de ser malos chicos. Se han hecho varias cosas: intentar seducirles con la reeducación social, combatirles con sus propias armas, acosarles con un frente jurídico-policial o negociar en horas bajas la entrega de su causa a cambio de determinadas prebendas políticas.
Funcionar, lo que se dice funcionar, sólo funcionó la primera con la rama político-militar (aquellos eran otros tiempos) y la tercera cuando un Gobierno decidido y unos jueces en estado de firmeza decidieron apretar las tuercas sociales y policiales y poner a la banda contra las cuerdas. Lo demás, al menos hasta ahora, no ha funcionado. En cuanto la banda ve el asomo de un Gobierno con ansias de pasar a la historia va y le mete el pico de la muleta: el Gobierno embiste y la banda torea. En la sesión de toreo correspondiente a esta faena de aliño hemos llegado al punto en el que una banda de asesinos facinerosos tiene el control de los tiempos. Y los ciudadanos no merecemos eso: el Gobierno entregado y los terroristas controlando la lidia, un presidente ensimismado con la idea de domeñar a la bestia y una bestia chuleándole ante la opinión pública. De no ser así, de ser que el Gobierno tiene controlada la situación y acepta el trago de permitir que la opinión pública crea que le marcan los tiempos es que estamos ante unos estrategas descomunales. Viéndoles la cara, la verdad, cuesta de creer.
Que una partida de delincuentes criminales como la que representan los Otegui, Barrena y demás chusma se permitan recordarle a un Gobierno democrático -bobo, pero democrático- que no está cumpliendo sus acuerdos después de bajarse los pantalones del culo del fiscal general como lo ha hecho el Ejecutivo de Rodríguez es, cuando menos, motivo de desconsuelo. Alimente y libere usted a De Juana, blinde usted a Otegui, garantice a Batasuna el suministro electoral para esto, para que le salga un berrendo a decirle que no es suficiente.
Vuelvo al principio: ¿a alguien en su sano juicio se le ocurre firmar acuerdos con esta gente? Díganme que no, se lo suplico.
¿Se puede gobernar con gente así?
MONTILLA quiere dedicar su tiempo político al frente de la Generalitat a gestionar las cosas y hacer poco ruido, lo cual es una apuesta sensata y digna de agradecimiento. Pero no toda la felicidad es posible teniendo al lado a cuatro tipos desleales, pelmas y políticamente indeseables disfrazados de antisistema y encantados de haber visto el horizonte de independencia a las pocas horas de haberse dado un atracón de «calçots». La última proeza de los chicos asamblearios de ERC ha consistido en desestabilizar el Gobierno del que ellos forman parte mediante la oferta formal de coalición al partido que ocupa la acera de enfrente, cosa inusitada en la política europea y que si se produjese en cualquier sociedad políticamente normal provocaría una crisis sin precedentes. Aquí, afortunadamente, nadie les ha tomado en serio. Montilla, el impávido vladimir de la política española, ha suspirado melancólicamente y ha vuelto la mirada a los papeles que tenía en ese momento encima de la mesa. Los nenes han vuelto al redil no sin antes dejar un poco más estropeado el perfil de los políticos catalanes. ¿En qué ha quedado todo, pues? En que el Gobierno catalán es un edificio algo resquebrajado y en que ese tipo de rajas nunca se sabe cuándo se acaban de abrir y se llevan por delante la consistencia de la obra. Todo por ganar posiciones de cara a las elecciones municipales. Si ERC quería explicitar severamente sus posiciones independentistas de cara a ampliar su electorado no necesitaba poner boca abajo un gobierno con pocos meses de vida que sustituye a otro gobierno al que también lanceó en dos ocasiones. Sin embargo, les puede el ruido, la necesidad de recordar que son lo que son y que vienen de lo que vienen. Dicen que les importa la proyección de la Cataluña moderna y no tienen reparo en ensuciar el ambiente político de su comunidad, en insultar a los ciudadanos alterando su tranquilidad. Dicen que trabajan por el futuro independiente de Cataluña y con una sola de sus iniciativas logran concitar toda la antipatía de los sectores bizcochables. Dicen que gobernar para los ciudadanos es lo primero y olvidan a las primeras de cambio los problemas cotidianos de los catalanes para someterles a una tensión permanente e innecesaria. ¿Cómo se puede gobernar con gente así?
La independencia de Cataluña es un nirvana absurdo en el que no creen ni sus propios propagandistas. Confeccionaron un estatuto innecesario en el que todos adoptaron las posturas políticamente correctas y se llevaron el revolcón de una ciudadanía que les dio la espalda en un referéndum al que acudieron a votar menos de la mitad de los catalanes. Tan preocupados no estarían. Los mismos que ahora esgrimen ese estatuto como joya intocable del imaginario catalán votaron que «no» en el Parlamento y pidieron el voto negativo al electorado. Ahora, sin embargo, entienden como una cuestión de honor histórico que no les toquen ni una línea. Qué disparate. Por si fuera poco, a las primeras de cambio, consideran las elecciones municipales venideras como una suerte de refrendo histórico sobre algo tan trascendental como la independencia de un territorio y plantean la sustitución de un gobierno por otro a cuenta de una consulta popular que ni pueden hacer ni tampoco pueden ganar. Con individuos semejantes se tiene que establecer la política diaria de las cosas, se tiene que decidir qué carreteras construir, qué hospitales edificar, qué educación impartir y qué impuestos determinar. ¿Alguien en su sano juicio cree que se puede gobernar en condiciones como esas y con sujetos de ese jaez?
La maldición de la política catalana cae como una losa sobre una población asombrada y timorata. Saben que están haciendo el ridículo, lamentan su suerte y, sin embargo, se sienten acogotados para reaccionar ante una parte de la clase política que pone en solfa su prestigio de pueblo sensato. El sainete vivido en Cataluña puede haber ilusionado a cuatro cuentistas de espíritu gaseoso, pero difícilmente habrá convencido a un pueblo con otras prioridades que preguntarse constantemente quiénes son y adónde van. Y nadie, sin embargo, hace ningún gesto por poner las cosas en su sitio. Qué hartura de política. Que mediocridad de destino.
Y como guinda lo siguiente:
Los nazis "recomiendan" al PNV
El PNV sigue siendo el partido "recomendado" por los nazis. Tal y como ya denunció Periodista Digital hace más de un año, un banner de publicidad del partido sigue alojado en la web nazi.org.
El PNV sigue siendo el partido "recomendado" por los nazis. Tal y como ya denunció Periodista Digital hace más de un año, un banner de publicidad del partido sigue alojado en la web nazi.org.
La imagen no puede ser más clara (ni repugnante):
Etiquetas: La España de Torrente
2 comentarios:
El PNV debe ser el partido más nazi que hay en España, de hecho, es apoyado por una web nazi. Lo que nunca había escuchado es que existen los "nazis ecologistas", parece contradictorio: tienen respeto por la naturaleza, pero no tienen ningún respeto por la vida humana.
De Anónimo, A las 3/31/2007 2:58 a. m.
Todo tiene una explicacion clarisima ¿ conoceis esto?
Frases del inventor del nazionalismo patriota vasco
-LAS "MEJORES" PERLAS SABINIANAS-
Hitler, Adolfo: Político alemán, máximo dirigente del III Reich. Muy admirado por parte del PNV en el periodo comprendido entre la entrada de las tropas alemanas en París y la derrota de Stalingrado. Para esos nacionalistas, el Führer se adornaba de «talento político», «sagacidad» y «alto espíritu de comprensión» del «problema vasco (que) está íntimamente ligado al problema racial alemán» (citas obtenidas de un informe del Euzkadi Buru Batzar recogido en «El Péndulo patriótico II», págs 111 y 112).
Dice perlas,MUCHAS yo me monde leyendolas.
Sarcastico el chico:
"Cuando el pueblo español se alzo en armas contra el agareno invasor y regó su suelo con sangre musulmana para expulsarlo, obro con caridad. Pues el nacionalismo bizkaino se funda en la misma caridad." Bizkaitarra, nº 28.
"Ningún bizkaino digno de este nombre podría ya vivir en su patria, si no tuviese la esperanza de vengarla algún día".
Más nazis no pueden ser, y tienen la misma vision que en el islam, si hay que mentir se miente.
Saludos Mara
De Anónimo, A las 7/22/2009 10:22 a. m.
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