Actividad "¡¿antiislámica?!" (manda cojones)
LA DECADENCIA DE OCCIDENTE
Si Orwell levantara la cabeza...
Por Mark Steyn (http://revista.libertaddigital.com/)
Mi titular preferido de lo que llevamos de año es éste del Daily Mail británico: "El Gobierno renombra al terrorismo islámico 'actividad antiislámica' para complacer a los musulmanes". Qué, ¿cómo se les ha quedado el cuerpo?
El Gobierno de Su Majestad no es el único que cree que no siempre es provechoso vincular el islam con el terrorismo suicida y demás cosas desagradables. Incluso en sus gloriosos días de Cowboy Cruzado, al presidente Bush le gustaba enfriar los ánimos del pueblo con mandangas relativas a la religión-de-la-paz. Pero Londres ha decidido que las proclamas comedidas de "respeto" no son suficientes, así que de ahora en adelante a cualquier acto de terrorismo perpetrado por individuos de fe islámica lo denominará "actividad antiislámica".
La secretaria de Interior del Gabinete Brown, Jacqui Smith, presentó en sociedad la nueva etiqueta en fechas recientes. "No hay nada de islámico en el deseo de aterrorizar, como no lo hay en conspirar para asesinar y causar dolor y pena", dijo la Smith; y añadió: "De hecho, ese tipo cosas, si es que son algo, son actividades antiislámicas".
Vale, sí, de acuerdo, está claro lo que quiere decir la Smith. Asesinar a miles de personas en un par de rascacielos de Manhattan en nombre del islam provoca que unos cuantos tipos de mente estrecha se hagan una pésima idea del islam, así que podría decirse que aquello fue una "actividad antiislámica"... como podría decirse que la lluvia de muerte y destrucción que hizo caer la aviación alemana sobre Londres durante la II Guerra Mundial fue una "actividad antialemana". Pero el caso es que, o mucho me equivoco, o ni siquiera Neville Chamberlain se puso a explicar al personal, en plan parvulito, que no había nada de alemán en el afán nazi de aterrorizar e invadir a los ingleses, que eso entraba en franca contradicción con la sacrosanta tradición alemana de hincharse a beber cerveza y a comer salchichas.
Sea como fuere, lo cierto es que las nuevas directrices podrían añadir un toque surrealista a los informativos de la BBC. Imagínense que dan en escuchar algo como esto en la célebre cadena británica:
Mientras se abría paso entre los escombros de Downing Street para acudir a la ceremonia en la que se le hizo entrega del Premio al Fomento del Wahabismo 2008, el primer ministro condenó las más recientes actividades antiislámicas, entre las que cabe destacar la voladura del Palacio de Buckingham, que lamentablemente ha obligado a posponer el banquete con que la Reina saluda el Ramadán todos los años.
Hace unos días, en una audiencia previa celebrada en un tribunal de Atlanta, se hizo público un vídeo grabado por dos estudiantes del Tecnológico de Georgia. Syed Haris Ahmed y Ehsanul Islam Sadequee, que así se llaman los susodichos, acudieron a Washington y tomaron imágenes de edificios especialmente significativos de la ciudad. La cinta de marras acabó en manos de Younis Tsouli, un sujeto que trabaja como reclutador de Al Qaeda en Londres, y en ella puede escucharse perfectamente al joven Ehsanul decir: "Aquí es donde nuestros hermanos atacaron el Pentágono", y al igualmente joven Ahmed contestar: "Alahu Ajbar", o sea, "Alá es grande".
¿Hasta qué punto podemos decir que Ehsanul y Ahmed incurrieron en un "acto antiislámico"? Ciertamente, no todos los musulmanes quieren empotrar aviones en el Pentágono; pero resulta que los que sí quieren quieren hacerlo en nombre de su religión, y que un montón de sapientísimos musulmanes les transmiten palabras de apoyo.
El imán "moderado" Yusuf al Qaradaui dijo una vez: "¡Conquistaremos Europa, conquistaremos América! Pero no mediante la espada, sino de la dawa"; es decir, mediante la versión no incendiara del proselitismo islámico.
¿Cabe mayor moderación que la del amigo Qaradaui, miembro de la Sociedad Islámica de Boston –que está construyendo la mayor mezquita del noreste de Estados Unidos– y colega del alcalde de Londres? Este mulá impecablemente moderado ha impartido alguna conferencia –patrocinada por la Policía y el Departamento de Trabajo británicos– titulada "Nuestros hijos, nuestro futuro" y dicho cosas como ésta: "Puede que los israelíes tengan bombas nucleares, pero nosotros tenemos niños-bomba, y las bombas-humanas deben seguir estallando hasta que llegue el día de la liberación".
Puede que la secretaria de Interior británica diga que no todos los imanes moderados son tan impulsivos como Qaradaui, el de los niños suicidas. Y llevará razón. Pero claro, al insistir en denominar "actividad antiislámica" a todo acto terrorista cometido por fieles del islam en nombre del islam el Gobierno del que forma parte no hace sino dotarse de una neolengua orwelliana para manipular al personal. Una neolengua, además o sobre todo, suicida. El mensaje general que está transmitiendo con ella viene a ser algo a sí como: somos tan débiles e inseguros que, en cuanto nos bombardees y mates a alguno de los nuestros, lo primero que haremos será tratar de dar con la mejor manera de halagarte y pedirte perdón.
Ahora presten atención a esta otra noticia que nos llega del Reino Unido: en un certamen sobre "excelencia educativa" se ha rechazado una versión del cuento de Los tres cerditos porque "el uso de cerdos crea problemas culturales" y los jueces andaban "preocupados por la comunidad asiática"; o sea, por los musulmanes, porque los asiáticos que no lo son –ya saben, los hindúes, los budistas y por ahí seguido– no tienen problema alguno con una terna de puerquitos antropomórficos.
He aquí un asunto de actualidad permanente en el Reino Unido. Hace poco, en unas dependencias oficiales se pidió a los empleados que no tuvieran en sus escritorios jarras del amigo porcino de Winnie the Pooh, Piglet. Llegados a este punto, no me queda más remedio que parafrasear a Martin Niemöller:
Primero vinieron a por Piglet, y yo no dije nada porque no era un personaje de Disney;
Y si lo fuera me parecería más al borrico Eeyore.
Para cuando vinieron a por Los Tres Cerditos y a por Babe, el cochinillo valiente,
Para cuando por fin comprendí que mi país se había convertido en
Una descomunal factoría de dibujos animados,
Era demasiado tarde.
Porque ya no quedaba ningún cerdito Porky que pusiera fin a la pesadilla
Al grito tartamudo de
"¡E-e-esto es tooo-oodo amigos!"
Es verdad que los musulmanes –así como los judíos– no se pirran por las salchichas y el bacon. Pero el Corán no dice nada de los cerditos que salen en los dibujos animados. Como tampoco dice ni mu acerca de si se puede llamar Mahoma a un osito de peluche.
Lo que todas estas historias tienen en común es la excesiva deferencia hacia el islam. Si el cuento de Los tres cerditos está verboten en el Reino Unido de hoy en día, donde los musulmanes no representan siquiera el 10% de la población, ¿qué no figurará en la lista negra cuando sean el 20%?
Para terminar, déjenme hablarles de Elizabeth May. May, que lidera el Partido Verde de Canadá –la cuarta fuerza política del país–, es contraria a la presencia de efectivos canadienses en la fuerza multinacional que opera en Afganistán. "Desplegar más fuerzas de herencia cristiana o cruzada no hará sino seguir alimentando una insurgencia que se ha configurado como una yihad", ha declarado la lideresa verde.
Quizá convenga aclarar que Canadá no mandó tropas a las Cruzadas, mayormente porque la fiesta ya se había acabado bastantes siglos antes de que Canadá apareciera en los mapas. Y, ya puestos, quizá convenga recordar que quien así hablaba hace seis años era el enemigo. Osama ben Laden bramaba contra el Gran Satán por la caída de Andalucía en 1492, de lo cual resulta complicado culpar a Halliburton, por mucho empeño que le ponga uno. Desde entonces, las patologías del islamismo han demostrado ser sorprendentemente contagiosas entre las élites occidentales.
¿Se acuerdan del cuento de Los tres cerditos? El primero hizo su casa con paja, y vino el lobo malo y la derribó. El segundo la hizo con ramas, y vino el lobo malo y la derribó. El tercero la hizo con ladrillo, y ya las cosas tomaron otro cariz... Pues bien: Occidente es una formidable casa de ladrillo, pero ¿quién necesita un Lobo Malísimo, cuando los cerditos occidentales andan empeñados en echarse la casa abajo?
Si Orwell levantara la cabeza...
Por Mark Steyn (http://revista.libertaddigital.com/)
Mi titular preferido de lo que llevamos de año es éste del Daily Mail británico: "El Gobierno renombra al terrorismo islámico 'actividad antiislámica' para complacer a los musulmanes". Qué, ¿cómo se les ha quedado el cuerpo?
El Gobierno de Su Majestad no es el único que cree que no siempre es provechoso vincular el islam con el terrorismo suicida y demás cosas desagradables. Incluso en sus gloriosos días de Cowboy Cruzado, al presidente Bush le gustaba enfriar los ánimos del pueblo con mandangas relativas a la religión-de-la-paz. Pero Londres ha decidido que las proclamas comedidas de "respeto" no son suficientes, así que de ahora en adelante a cualquier acto de terrorismo perpetrado por individuos de fe islámica lo denominará "actividad antiislámica".
La secretaria de Interior del Gabinete Brown, Jacqui Smith, presentó en sociedad la nueva etiqueta en fechas recientes. "No hay nada de islámico en el deseo de aterrorizar, como no lo hay en conspirar para asesinar y causar dolor y pena", dijo la Smith; y añadió: "De hecho, ese tipo cosas, si es que son algo, son actividades antiislámicas".
Vale, sí, de acuerdo, está claro lo que quiere decir la Smith. Asesinar a miles de personas en un par de rascacielos de Manhattan en nombre del islam provoca que unos cuantos tipos de mente estrecha se hagan una pésima idea del islam, así que podría decirse que aquello fue una "actividad antiislámica"... como podría decirse que la lluvia de muerte y destrucción que hizo caer la aviación alemana sobre Londres durante la II Guerra Mundial fue una "actividad antialemana". Pero el caso es que, o mucho me equivoco, o ni siquiera Neville Chamberlain se puso a explicar al personal, en plan parvulito, que no había nada de alemán en el afán nazi de aterrorizar e invadir a los ingleses, que eso entraba en franca contradicción con la sacrosanta tradición alemana de hincharse a beber cerveza y a comer salchichas.
Sea como fuere, lo cierto es que las nuevas directrices podrían añadir un toque surrealista a los informativos de la BBC. Imagínense que dan en escuchar algo como esto en la célebre cadena británica:
Mientras se abría paso entre los escombros de Downing Street para acudir a la ceremonia en la que se le hizo entrega del Premio al Fomento del Wahabismo 2008, el primer ministro condenó las más recientes actividades antiislámicas, entre las que cabe destacar la voladura del Palacio de Buckingham, que lamentablemente ha obligado a posponer el banquete con que la Reina saluda el Ramadán todos los años.
Hace unos días, en una audiencia previa celebrada en un tribunal de Atlanta, se hizo público un vídeo grabado por dos estudiantes del Tecnológico de Georgia. Syed Haris Ahmed y Ehsanul Islam Sadequee, que así se llaman los susodichos, acudieron a Washington y tomaron imágenes de edificios especialmente significativos de la ciudad. La cinta de marras acabó en manos de Younis Tsouli, un sujeto que trabaja como reclutador de Al Qaeda en Londres, y en ella puede escucharse perfectamente al joven Ehsanul decir: "Aquí es donde nuestros hermanos atacaron el Pentágono", y al igualmente joven Ahmed contestar: "Alahu Ajbar", o sea, "Alá es grande".
¿Hasta qué punto podemos decir que Ehsanul y Ahmed incurrieron en un "acto antiislámico"? Ciertamente, no todos los musulmanes quieren empotrar aviones en el Pentágono; pero resulta que los que sí quieren quieren hacerlo en nombre de su religión, y que un montón de sapientísimos musulmanes les transmiten palabras de apoyo.
El imán "moderado" Yusuf al Qaradaui dijo una vez: "¡Conquistaremos Europa, conquistaremos América! Pero no mediante la espada, sino de la dawa"; es decir, mediante la versión no incendiara del proselitismo islámico.
¿Cabe mayor moderación que la del amigo Qaradaui, miembro de la Sociedad Islámica de Boston –que está construyendo la mayor mezquita del noreste de Estados Unidos– y colega del alcalde de Londres? Este mulá impecablemente moderado ha impartido alguna conferencia –patrocinada por la Policía y el Departamento de Trabajo británicos– titulada "Nuestros hijos, nuestro futuro" y dicho cosas como ésta: "Puede que los israelíes tengan bombas nucleares, pero nosotros tenemos niños-bomba, y las bombas-humanas deben seguir estallando hasta que llegue el día de la liberación".
Puede que la secretaria de Interior británica diga que no todos los imanes moderados son tan impulsivos como Qaradaui, el de los niños suicidas. Y llevará razón. Pero claro, al insistir en denominar "actividad antiislámica" a todo acto terrorista cometido por fieles del islam en nombre del islam el Gobierno del que forma parte no hace sino dotarse de una neolengua orwelliana para manipular al personal. Una neolengua, además o sobre todo, suicida. El mensaje general que está transmitiendo con ella viene a ser algo a sí como: somos tan débiles e inseguros que, en cuanto nos bombardees y mates a alguno de los nuestros, lo primero que haremos será tratar de dar con la mejor manera de halagarte y pedirte perdón.
Ahora presten atención a esta otra noticia que nos llega del Reino Unido: en un certamen sobre "excelencia educativa" se ha rechazado una versión del cuento de Los tres cerditos porque "el uso de cerdos crea problemas culturales" y los jueces andaban "preocupados por la comunidad asiática"; o sea, por los musulmanes, porque los asiáticos que no lo son –ya saben, los hindúes, los budistas y por ahí seguido– no tienen problema alguno con una terna de puerquitos antropomórficos.
He aquí un asunto de actualidad permanente en el Reino Unido. Hace poco, en unas dependencias oficiales se pidió a los empleados que no tuvieran en sus escritorios jarras del amigo porcino de Winnie the Pooh, Piglet. Llegados a este punto, no me queda más remedio que parafrasear a Martin Niemöller:
Primero vinieron a por Piglet, y yo no dije nada porque no era un personaje de Disney;
Y si lo fuera me parecería más al borrico Eeyore.
Para cuando vinieron a por Los Tres Cerditos y a por Babe, el cochinillo valiente,
Para cuando por fin comprendí que mi país se había convertido en
Una descomunal factoría de dibujos animados,
Era demasiado tarde.
Porque ya no quedaba ningún cerdito Porky que pusiera fin a la pesadilla
Al grito tartamudo de
"¡E-e-esto es tooo-oodo amigos!"
Es verdad que los musulmanes –así como los judíos– no se pirran por las salchichas y el bacon. Pero el Corán no dice nada de los cerditos que salen en los dibujos animados. Como tampoco dice ni mu acerca de si se puede llamar Mahoma a un osito de peluche.
Lo que todas estas historias tienen en común es la excesiva deferencia hacia el islam. Si el cuento de Los tres cerditos está verboten en el Reino Unido de hoy en día, donde los musulmanes no representan siquiera el 10% de la población, ¿qué no figurará en la lista negra cuando sean el 20%?
Para terminar, déjenme hablarles de Elizabeth May. May, que lidera el Partido Verde de Canadá –la cuarta fuerza política del país–, es contraria a la presencia de efectivos canadienses en la fuerza multinacional que opera en Afganistán. "Desplegar más fuerzas de herencia cristiana o cruzada no hará sino seguir alimentando una insurgencia que se ha configurado como una yihad", ha declarado la lideresa verde.
Quizá convenga aclarar que Canadá no mandó tropas a las Cruzadas, mayormente porque la fiesta ya se había acabado bastantes siglos antes de que Canadá apareciera en los mapas. Y, ya puestos, quizá convenga recordar que quien así hablaba hace seis años era el enemigo. Osama ben Laden bramaba contra el Gran Satán por la caída de Andalucía en 1492, de lo cual resulta complicado culpar a Halliburton, por mucho empeño que le ponga uno. Desde entonces, las patologías del islamismo han demostrado ser sorprendentemente contagiosas entre las élites occidentales.
¿Se acuerdan del cuento de Los tres cerditos? El primero hizo su casa con paja, y vino el lobo malo y la derribó. El segundo la hizo con ramas, y vino el lobo malo y la derribó. El tercero la hizo con ladrillo, y ya las cosas tomaron otro cariz... Pues bien: Occidente es una formidable casa de ladrillo, pero ¿quién necesita un Lobo Malísimo, cuando los cerditos occidentales andan empeñados en echarse la casa abajo?
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