Dexter: pedazo de serie
Dios los cría y ellos (los psicópatas) se juntan
Por Santiago Navajas (http://www.cineypolitica.blogspot.com/)
Rosa Montero confesó recientemente que no aguantó ni cinco minutos de Dexter. KO ético en el primer asalto. "Para endulzar la despampanante orgía de sangre, atrocidades perversas y refinada saña, este agradable asesino en serie sólo mata a los malos, es decir, a aquellos que a su vez son asesinos. Por cierto que no acaba con ellos por hacer justicia, sino porque disfruta haciendo sufrir. Ya digo que es un sádico. No pude terminar de ver ni siquiera un capítulo, así de repugnante es el producto".
¿Habrá pasado Rosa Montero de las primera páginas de la "pornográfica y pedófila" Lolita? "Es el libro más obsceno que jamás haya leído", escribió John Gordon, editor del Sunday Express, a propósito de la novela de Nabokov. Con que Dexter fuese un cuarto y mitad de repugnante de lo que Lolita es obscena, ya valdría la pena engancharse a ella.
¿Qué es Dexter? Esta pregunta es fácil. Dexter es una serie del canal por cable Showtime, lo que quiere decir que se permite una mayor dosis de violencia y sexo de las habituales en las televisiones generalistas. ¿Quién es Dexter? Ésta ya no es tan sencilla.
Como bien supo ver Montero en el rato que le dedicó, es un monstruo sediento de sangre, un psicópata que encuentra alivio y satisfacción matando a sus congéneres, por los que no siente afecto ni empatía –si acaso le provocan impulsos–. Pero resulta que, primera paradoja, el monstruo trabaja para la policía como concienzudo y brillante médico forense especializado en analizar sangre, tanto en el laboratorio como en los escenarios de los crímenes. También es, caramba, un ciudadano ejemplar, buen hermano, mejor novio, intachable compañero. Y, el colmo, un fino moralista, incapaz de vulnerar un estricto código moral, según el cual su primer deber es no dejar que lo pillen y el segundo asesinar sólo a tipos que se lo "merezcan": pederastas, violadores, otros psicópatas, para lo que realiza pruebas exhaustivas y evaluaciones utilitaristas sobre el valor social de los individuos que hubieran hecho estremecer de orgullo al mismísimo Jeremy Bentham y al inventor del ojo por ojo. Para rematar, es un tipo confuso en busca de la memoria perdida y la identidad arrebatada. En resumen, alguien capaz de hacer del asesinato en serie una de las bellas, y justicieras, artes.
Las dos temporadas que se han emitido (en España sólo la primera, por Fox) se estructuran a partir de un idéntico eje temático: Dexter tendrá que enfrentarse a un monstruo semejante a él, otro psicópata que le servirá de espejo y que lo atraerá hacia el lado más negro del reverso tenebroso. Por el otro lado, el del bien, la verdad y la belleza, se encuentran su hermana, también agente de policía, y su novia, una mujer dulce que tiene que cuidar sola de dos niños que adoran a Dexter. También están sus compañeros de la policía, un mosaico interracial donde el español es lengua franca, entre los que destaca el único que sospecha de la máscara de simpática eficiencia de Dexter, Doakes, ex oficial del ejército y lobo solitario.
En la primera temporada, el asesino en serie con el que habrá de cruzar cuchillos e inteligencia es un vampiro que extrae de sus víctimas hasta la última gota de sangre. Y que conoce todos los secretos de Dexter, desde el lugar en que vive hasta los más íntimos detalles de su pasado familiar. En la segunda temporada, en cambio, encontrará su alma gemela en una fría, pálida y lujuriosa artista del hierro y el fuego que lo empujará a desprenderse de sus últimos rastros de humanidad. Mientras tanto, el cerco policial se estrechará sobre él, al tiempo que va descubriendo horrorizado que de alguna forma fue responsable de la muerte de su padre, un policía modélico que le enseñó a ser un asesino no menos ejemplar.
Desde el punto de vista formal, la clave se fía a la voz en off que, en primera persona, nos relata los pensamientos de Dexter. La interpretación de Michael C. Hall, duro y frágil a la vez, implacable y doliente, es decisiva, sobre todo por su voz grave, carente de emociones, reflexiva y lúcida. Hay que escucharla, necesariamente, en versión original. Gracias a él es creíble este monstruo que nos repele al tiempo que nos resulta atractivo, un tipo con el que no quisiéramos cruzarnos –no es seguro que el demonio interior que le corroe vaya siempre a responder al estricto código ético que se ha marcado– pero del que no podemos apartar la vista.
Ambientada en el lujoso, vibrante aunque también ligeramente decadente Miami por el que anduvieron los detectives estetas Sonny Crockett y Ricardo Tubbs (Miami Vice) y donde ahora se bate el hipermoralista Horatio Cane (CSI Miami), el ambiente de perturbación moral queda contrarrestado con la limpieza formal de las superficies lisas y brillantes de los coches, las boleras, los apartamentos, los tanatorios…
Allí donde los amigos de las banalidades morales y lo políticamente correcto no son capaces de ver sino un festival obsceno de casquería postmoderna, otros vemos una ópera televisiva, una tragedia irónica (entre tanto asesinato y reflexiones existenciales hay lugar para unas risas) en la que Mr. Hyde actúa como un moderno Robin Hood de la muerte mientras reflexiona sobre el tiempo perdido y la infancia irrecuperable, cuando chapoteaba desesperado en la piscina formada por la sangre de su madre, descuartizada con una sierra mecánica; infancia de la que salió para asesinar, involuntaria pero no por ello menos culpablemente, a su padre.
Por Santiago Navajas (http://www.cineypolitica.blogspot.com/)
Rosa Montero confesó recientemente que no aguantó ni cinco minutos de Dexter. KO ético en el primer asalto. "Para endulzar la despampanante orgía de sangre, atrocidades perversas y refinada saña, este agradable asesino en serie sólo mata a los malos, es decir, a aquellos que a su vez son asesinos. Por cierto que no acaba con ellos por hacer justicia, sino porque disfruta haciendo sufrir. Ya digo que es un sádico. No pude terminar de ver ni siquiera un capítulo, así de repugnante es el producto".
¿Habrá pasado Rosa Montero de las primera páginas de la "pornográfica y pedófila" Lolita? "Es el libro más obsceno que jamás haya leído", escribió John Gordon, editor del Sunday Express, a propósito de la novela de Nabokov. Con que Dexter fuese un cuarto y mitad de repugnante de lo que Lolita es obscena, ya valdría la pena engancharse a ella.
¿Qué es Dexter? Esta pregunta es fácil. Dexter es una serie del canal por cable Showtime, lo que quiere decir que se permite una mayor dosis de violencia y sexo de las habituales en las televisiones generalistas. ¿Quién es Dexter? Ésta ya no es tan sencilla.
Como bien supo ver Montero en el rato que le dedicó, es un monstruo sediento de sangre, un psicópata que encuentra alivio y satisfacción matando a sus congéneres, por los que no siente afecto ni empatía –si acaso le provocan impulsos–. Pero resulta que, primera paradoja, el monstruo trabaja para la policía como concienzudo y brillante médico forense especializado en analizar sangre, tanto en el laboratorio como en los escenarios de los crímenes. También es, caramba, un ciudadano ejemplar, buen hermano, mejor novio, intachable compañero. Y, el colmo, un fino moralista, incapaz de vulnerar un estricto código moral, según el cual su primer deber es no dejar que lo pillen y el segundo asesinar sólo a tipos que se lo "merezcan": pederastas, violadores, otros psicópatas, para lo que realiza pruebas exhaustivas y evaluaciones utilitaristas sobre el valor social de los individuos que hubieran hecho estremecer de orgullo al mismísimo Jeremy Bentham y al inventor del ojo por ojo. Para rematar, es un tipo confuso en busca de la memoria perdida y la identidad arrebatada. En resumen, alguien capaz de hacer del asesinato en serie una de las bellas, y justicieras, artes.
Las dos temporadas que se han emitido (en España sólo la primera, por Fox) se estructuran a partir de un idéntico eje temático: Dexter tendrá que enfrentarse a un monstruo semejante a él, otro psicópata que le servirá de espejo y que lo atraerá hacia el lado más negro del reverso tenebroso. Por el otro lado, el del bien, la verdad y la belleza, se encuentran su hermana, también agente de policía, y su novia, una mujer dulce que tiene que cuidar sola de dos niños que adoran a Dexter. También están sus compañeros de la policía, un mosaico interracial donde el español es lengua franca, entre los que destaca el único que sospecha de la máscara de simpática eficiencia de Dexter, Doakes, ex oficial del ejército y lobo solitario.
En la primera temporada, el asesino en serie con el que habrá de cruzar cuchillos e inteligencia es un vampiro que extrae de sus víctimas hasta la última gota de sangre. Y que conoce todos los secretos de Dexter, desde el lugar en que vive hasta los más íntimos detalles de su pasado familiar. En la segunda temporada, en cambio, encontrará su alma gemela en una fría, pálida y lujuriosa artista del hierro y el fuego que lo empujará a desprenderse de sus últimos rastros de humanidad. Mientras tanto, el cerco policial se estrechará sobre él, al tiempo que va descubriendo horrorizado que de alguna forma fue responsable de la muerte de su padre, un policía modélico que le enseñó a ser un asesino no menos ejemplar.
Desde el punto de vista formal, la clave se fía a la voz en off que, en primera persona, nos relata los pensamientos de Dexter. La interpretación de Michael C. Hall, duro y frágil a la vez, implacable y doliente, es decisiva, sobre todo por su voz grave, carente de emociones, reflexiva y lúcida. Hay que escucharla, necesariamente, en versión original. Gracias a él es creíble este monstruo que nos repele al tiempo que nos resulta atractivo, un tipo con el que no quisiéramos cruzarnos –no es seguro que el demonio interior que le corroe vaya siempre a responder al estricto código ético que se ha marcado– pero del que no podemos apartar la vista.
Ambientada en el lujoso, vibrante aunque también ligeramente decadente Miami por el que anduvieron los detectives estetas Sonny Crockett y Ricardo Tubbs (Miami Vice) y donde ahora se bate el hipermoralista Horatio Cane (CSI Miami), el ambiente de perturbación moral queda contrarrestado con la limpieza formal de las superficies lisas y brillantes de los coches, las boleras, los apartamentos, los tanatorios…
Allí donde los amigos de las banalidades morales y lo políticamente correcto no son capaces de ver sino un festival obsceno de casquería postmoderna, otros vemos una ópera televisiva, una tragedia irónica (entre tanto asesinato y reflexiones existenciales hay lugar para unas risas) en la que Mr. Hyde actúa como un moderno Robin Hood de la muerte mientras reflexiona sobre el tiempo perdido y la infancia irrecuperable, cuando chapoteaba desesperado en la piscina formada por la sangre de su madre, descuartizada con una sierra mecánica; infancia de la que salió para asesinar, involuntaria pero no por ello menos culpablemente, a su padre.
Esta serie es realmente genial, llevo vistos los seis priemeros capítulos de la primera temporada y me encanta. Además, si espeluzna a personajes como Rosa Montero es un mérito añadido. Es aire fresco entre tanto buenismo cinematográfico. Por cierto, solo la cabecera de cada capítulo ya vale la pena.
Yo, de mayor, quiero ser psicópata asesino. Si no la habeis visto se puede bajar fácilmente en emule o pando.
Etiquetas: Desde las profundidades, Talibanes del ecologismo y otros "ismos"
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