Judíos en Irán
Entre la espada y la pared: La comunidad judía de Irán
Los judíos iraníes se enfrentan a un serio dilema. Por un lado entienden que están “sentados sobre un polvorín”, y que si se quedan allí sus vidas corren peligro. Por otra parte, el miedo al régimen paraliza, y es muy difícil dejar todo atrás y abandonar lo conocido. “En Irán ya se dice que si hay una guerra con Israel, lo primero que harán será masacrar a los judíos”, dice R, que se escapó hace poco y llegó a Israel.
En la casa de B lloran por quienes quedaron en Teherán y viven preocupados por ellos, por lo difícil que les resulta la vida, tan peligrosa. B y su familia no aceptan que publiquemos sus nombres, se cuidan mucho de no dar detalles que los puedan identificar. Hace varios meses ya que están en Israel, hablan hebreo bastante bien, pero todavía tienen miedo.
Entre los años 1994 y 1997 desaparecieron 11 judíos que estaban camino hacia Israel. Algunos de ellos eran parientes lejanos de B. No tienen idea de dónde desaparecieron y qué fue de ellos. Hace años que busca una señal de vida y no la consigue. Pero ella dice que cuando se trata de un país como Irán, es difícil saber qué pista, qué información mínima caerá en manos de quienes habitan los sótanos de la policía secreta, será guardado y conservado, y cualquier información o detalle - por más pequeño que sea - puede provocar serios problemas a sus familiares que quedaron allí.
“Todo comienza con simples comentarios. Alguien que dijo algo que no debió haber dicho, algún delator, intencionado o no”, dice B. Hay quienes manejan la posibilidad de que las personas que llevaron a los familiares de B a la frontera les quitaran el dinero y los eliminaran. B dice que no sabe si eso fue realmente lo que sucedió y que si lo supiera no lo diría. De todos modos, B recuerda una y otra vez a los 11 judíos que desaparecieron, a los 10 que fueron acusados de espionaje en favor de Israel en el año 2000, “a pesar de que todo el mundo sabía que ellos no eran espías. Con los iraníes no hay juegos, no es como en Israel, allí todo es miedo. Todo se hace bajo un miedo terrible, así se vive en Irán. Nunca sabes en qué momento te tocará a tí, o a tu familia”.
Y la pregunta inmediata es qué sucede con los que se quedaron allí, por qué no vienen a Israel. “Ellos quieren, pero no pueden. Hay problemas, no es tan sencillo”, asegura B. Le pregunto si se debe a las pertenencias, a la fortuna que cada uno de ellos logró en Irán. B me observa, mira a su marido, a los otros familiares presentes, mientras piensa qué contestar. “También allí viven normalmente”, dice después de la larga pausa. “También allí viven bien”, e intenta explicar una vida en la que se combina el “vivir bien”, con el miedo, el arraigo a las raíces judías, preocupación por los bienes y anhelo de una realidad diferente. “Y, por sobre todas las cosas, la esperanza puesta en una fuerza suprema que los saque de allí tal como están, con sus cosas, sus familias, sus casas y sus bienes. Qué les ahorre esta duda, esta indecisión de no saber qué elegir”
La ruta de escape
No son “Prisioneros de Sión”, y la aliá (inmigración a Israel) de los judíos de Irán no es una especie de Éxodo de Egipto. Tampoco es algo simple, pero las conversaciones con los inmigrantes que llegaron hace poco tiempo muestran que no es tan difícil como nos puede parecer.
T, una inmigrante con muchos años en el país, es una de las últimas que salió a través de un país que no puede mencionar, con la ayuda de un contrabandista al que le pagó un buen dinero, y que los llevó - vestidos como iraníes, las mujeres con las caras cubiertas - primero en una camioneta destartalada por donde se colaba el frío y que apenas avanzaba y luego caminando, especialmente durante la noche. Tras las fronteras los esperaban quienes los condujeron finalmente a Israel.
Los que vinieron después ya lo hicieron con visas de turistas. A, que se encuentra en Israel desde hace tres meses, llegó con su esposa y sus hijos a través de otro país. D llegó con su familia hasta Viena, donde dudó si ponerse en manos de una organización que le ofrecía llevarlo a Estados Unidos o de la Agencia Judía para Israel. Finalmente decidió que no cambiaría una diáspora por otra.
Entre los años 2000 y 2007 llegaron a Israel 1.200 judíos de Irán. En el año 2000 llegaron 384, al año siguiente 207, y así continuaron bajando las cifras hasta llegar a unos 100 inmigrantes por año. En el año 2006 llegaron a Israel 65 judíos de Irán y en lo que va del 2007, ya inmigraron 77. La Agencia Judía para Israel intenta atraer a los judíos iraníes ofreciéndoles todo tipo de beneficios para que dejen el país y se establezcan en Israel.
Pero las dificultades son muchas, las costumbres fuertes y arraigadas y el flujo de inmigrantes es mínimo. Iosi Shraga - Director del Departamento de Aliá de Irán y Medio Oriente - explica que en ese país viven hoy en día entre 25 mil y 28 mil judíos, aunque los iraníes aseguran que el número de judíos llega a 100 mil. Una inmigración de aproximadamente 100 judíos iraníes por año no es significativa.
¿Crees en el gobierno?
Alef llegó a Israel hace algunos meses y habla hebreo muy bien. Tiene 30 años, es casado y tiene dos hijos pequeños. En Irán estaba a cargo de una tienda de telas y enseñaba Torá en la escuela judía. Es religioso, usa kipá negra. Alef asegura que no fue la amenaza de una guerra lo que lo trajo a Israel sino la posibilidad de vivir en un lugar donde se pueda llevar adelante una vida judía religiosa. “Allí es muy difícil cumplir con los preceptos, es difícil conseguir alimentos Kosher, rezar, estudiar judaísmo. Los sábados los niños debían ir a la escuela, y todo allí era más complicado”, relata Alef.
Cuando se le pregunta acerca de Ahmadineyad, sus declaraciones sobre Israel y la negación del Holocausto, Alef opina que: “Ahmadineyad y el gobierno iraní odian al gobierno de Israel, no a los israelíes, según lo que pude ver allá. Escuché que ellos dicen que Israel echó a los palestinos y ahora ellos no tienen comida y viven en carpas”.
-¿Qué dicen en la calle del presidente Ahmadineyad?
-Lo quieren, dicen que hace cosas buenas por el pueblo, se preocupa de que todos tengan casa y que hasta los más pobres tengan una buena vida.
-¿Y mientras tanto desarrolla armamento nuclear?
-Él dice que es para generar electricidad.
-¿Y tú le crees?
-¿Tú crees en lo que dice aquí el gobierno? A mí no me gusta la política y tampoco entiendo mucho de política.
-¿Pudiste ver ataques o agresiones contra judíos en Irán?
-No. En una época había. Mi tío me contó que hace diez años él trabajaba en el mercado de Teherán. Había dos lugares para beber agua, uno para musulmanes y otro para los demás. Mi tío se equivocó y tomó del lado de los musulmanes. Le dieron una paliza feroz. Pero hoy en día ya no es así.
-¿Y por qué te cuidas tanto de no dar a conocer ningún detalle con el que te puedan identificar?
-Porque allí dicen que está prohibido venir a Israel. Se trata de salvar vidas, y eso es lo primordial.
“Los judíos saben arreglárselas bien”
90% de los judíos de Irán, según lo informan los nuevos inmigrantes, tienen profesiones liberales. La gran mayoría tienen comercios de telas y ropa. Los comercios, en general, están ubicados en grandes mercados, y si hay algo que los nuevos inmigrantes dicen añorar son los aromas, colores y voces del mercado. En general, la situación económica de los judíos es muy buena, en comparación con el resto de la población, y en los últimos años mejoró aún más, a pesar de que en Irán aumentó notablemente el índice de pobreza.
-¿Cómo es posible algo así?
-Es que los judíos saben arreglárselas bien.
J, explica que los judíos en Teherán tienen muy buena relación con su vecinos musulmanes y se visten como ellos. Todas las mujeres van cubiertas, incluso las judías. Es una ley nacional, explica.
La mayoría de los nuevos inmigrantes que llegan de Irán pertenecen a familias con dos o tres hijos como máximo, que se ocupan especialmente de que los hijos reciban educación pero también, al mismo tiempo y especialmente los varones, que se integren al negocio familiar. Quienes aspiran a la educación superior tropiezan con no pocas dificultades, especialmente en las facultades de medicina e ingeniería porque “los judíos deben tener un puntaje promedio 20% o 30% mayor que los musulmanes”.
La mayoría de la información es censurada. “Hay gente que coloca antenas en los techos y capta la CNN, hasta que llegan los de la policía y se la tiran. Antes también castigaban por eso, ahora sólo la tiran”. J relata una experiencia que le tocó de cerca: “Tengo un amigo abogado que me contó sobre una explosión que hubo en una fábrica, quizás algo relacionado con el proyecto de energía atómica, y murieron 60 personas. Él fue quien se ocupó de las compensaciones para las familias, pero nadie supo de eso, no se escuchó en ninguna parte”.
Hoy en día, dicen los olim provenientes de Irán, la comunidad no vive con más miedo que antes. “No hay problema de circular por la calle”, dice A. “Después de la revolución era peor, ahora la situación está mejor”. De todos modos, los nombres de los colegios judíos donde se puede estudiar y enseñar Torá no se pronuncian.
J dice que ahora, en Israel, se siente libre. “Libre para andar por la calle, para hablar, ver televisión, escuchar radio. Todo”. Sh dice que le es difícil vivir en Israel, que todavía no consiguió trabajo y que eso no es fácil a los 55 años de edad. Su hija estudia y trabaja mucho, quiere ser médica. Y B, la que lleva más tiempo en el país, dice que se siente muy bien aquí y que sólo la angustia saber si alguna vez volverá a ver a los familiares que se quedaron en Irán.
Iosi Shraga asegura que, para Israel, la misión de rescatar a los judíos de Irán no ha terminado, sino que recién comienza. Admite que, en su mayoría, ellos no desean venir, no están conscientes de la situación. “Pero eso no nos libera de la responsabilidad”, afirma Shraga. “Esto se parece a la situación de los judíos en Europa antes del ascenso de los nazis. Los judíos tenemos una tendencia a creer que las cosas se arreglarán. La diferencia es que antes no había Estado, no había gobierno. Hoy en día hay, y no podremos perdonarnos si algo les sucede”.
Por Ariela Ringel Hofman - Iediot Ajaronot - Povesham
http://noti.hebreos.net/
Los judíos iraníes se enfrentan a un serio dilema. Por un lado entienden que están “sentados sobre un polvorín”, y que si se quedan allí sus vidas corren peligro. Por otra parte, el miedo al régimen paraliza, y es muy difícil dejar todo atrás y abandonar lo conocido. “En Irán ya se dice que si hay una guerra con Israel, lo primero que harán será masacrar a los judíos”, dice R, que se escapó hace poco y llegó a Israel.
En la casa de B lloran por quienes quedaron en Teherán y viven preocupados por ellos, por lo difícil que les resulta la vida, tan peligrosa. B y su familia no aceptan que publiquemos sus nombres, se cuidan mucho de no dar detalles que los puedan identificar. Hace varios meses ya que están en Israel, hablan hebreo bastante bien, pero todavía tienen miedo.
Entre los años 1994 y 1997 desaparecieron 11 judíos que estaban camino hacia Israel. Algunos de ellos eran parientes lejanos de B. No tienen idea de dónde desaparecieron y qué fue de ellos. Hace años que busca una señal de vida y no la consigue. Pero ella dice que cuando se trata de un país como Irán, es difícil saber qué pista, qué información mínima caerá en manos de quienes habitan los sótanos de la policía secreta, será guardado y conservado, y cualquier información o detalle - por más pequeño que sea - puede provocar serios problemas a sus familiares que quedaron allí.
“Todo comienza con simples comentarios. Alguien que dijo algo que no debió haber dicho, algún delator, intencionado o no”, dice B. Hay quienes manejan la posibilidad de que las personas que llevaron a los familiares de B a la frontera les quitaran el dinero y los eliminaran. B dice que no sabe si eso fue realmente lo que sucedió y que si lo supiera no lo diría. De todos modos, B recuerda una y otra vez a los 11 judíos que desaparecieron, a los 10 que fueron acusados de espionaje en favor de Israel en el año 2000, “a pesar de que todo el mundo sabía que ellos no eran espías. Con los iraníes no hay juegos, no es como en Israel, allí todo es miedo. Todo se hace bajo un miedo terrible, así se vive en Irán. Nunca sabes en qué momento te tocará a tí, o a tu familia”.
Y la pregunta inmediata es qué sucede con los que se quedaron allí, por qué no vienen a Israel. “Ellos quieren, pero no pueden. Hay problemas, no es tan sencillo”, asegura B. Le pregunto si se debe a las pertenencias, a la fortuna que cada uno de ellos logró en Irán. B me observa, mira a su marido, a los otros familiares presentes, mientras piensa qué contestar. “También allí viven normalmente”, dice después de la larga pausa. “También allí viven bien”, e intenta explicar una vida en la que se combina el “vivir bien”, con el miedo, el arraigo a las raíces judías, preocupación por los bienes y anhelo de una realidad diferente. “Y, por sobre todas las cosas, la esperanza puesta en una fuerza suprema que los saque de allí tal como están, con sus cosas, sus familias, sus casas y sus bienes. Qué les ahorre esta duda, esta indecisión de no saber qué elegir”
La ruta de escape
No son “Prisioneros de Sión”, y la aliá (inmigración a Israel) de los judíos de Irán no es una especie de Éxodo de Egipto. Tampoco es algo simple, pero las conversaciones con los inmigrantes que llegaron hace poco tiempo muestran que no es tan difícil como nos puede parecer.
T, una inmigrante con muchos años en el país, es una de las últimas que salió a través de un país que no puede mencionar, con la ayuda de un contrabandista al que le pagó un buen dinero, y que los llevó - vestidos como iraníes, las mujeres con las caras cubiertas - primero en una camioneta destartalada por donde se colaba el frío y que apenas avanzaba y luego caminando, especialmente durante la noche. Tras las fronteras los esperaban quienes los condujeron finalmente a Israel.
Los que vinieron después ya lo hicieron con visas de turistas. A, que se encuentra en Israel desde hace tres meses, llegó con su esposa y sus hijos a través de otro país. D llegó con su familia hasta Viena, donde dudó si ponerse en manos de una organización que le ofrecía llevarlo a Estados Unidos o de la Agencia Judía para Israel. Finalmente decidió que no cambiaría una diáspora por otra.
Entre los años 2000 y 2007 llegaron a Israel 1.200 judíos de Irán. En el año 2000 llegaron 384, al año siguiente 207, y así continuaron bajando las cifras hasta llegar a unos 100 inmigrantes por año. En el año 2006 llegaron a Israel 65 judíos de Irán y en lo que va del 2007, ya inmigraron 77. La Agencia Judía para Israel intenta atraer a los judíos iraníes ofreciéndoles todo tipo de beneficios para que dejen el país y se establezcan en Israel.
Pero las dificultades son muchas, las costumbres fuertes y arraigadas y el flujo de inmigrantes es mínimo. Iosi Shraga - Director del Departamento de Aliá de Irán y Medio Oriente - explica que en ese país viven hoy en día entre 25 mil y 28 mil judíos, aunque los iraníes aseguran que el número de judíos llega a 100 mil. Una inmigración de aproximadamente 100 judíos iraníes por año no es significativa.
¿Crees en el gobierno?
Alef llegó a Israel hace algunos meses y habla hebreo muy bien. Tiene 30 años, es casado y tiene dos hijos pequeños. En Irán estaba a cargo de una tienda de telas y enseñaba Torá en la escuela judía. Es religioso, usa kipá negra. Alef asegura que no fue la amenaza de una guerra lo que lo trajo a Israel sino la posibilidad de vivir en un lugar donde se pueda llevar adelante una vida judía religiosa. “Allí es muy difícil cumplir con los preceptos, es difícil conseguir alimentos Kosher, rezar, estudiar judaísmo. Los sábados los niños debían ir a la escuela, y todo allí era más complicado”, relata Alef.
Cuando se le pregunta acerca de Ahmadineyad, sus declaraciones sobre Israel y la negación del Holocausto, Alef opina que: “Ahmadineyad y el gobierno iraní odian al gobierno de Israel, no a los israelíes, según lo que pude ver allá. Escuché que ellos dicen que Israel echó a los palestinos y ahora ellos no tienen comida y viven en carpas”.
-¿Qué dicen en la calle del presidente Ahmadineyad?
-Lo quieren, dicen que hace cosas buenas por el pueblo, se preocupa de que todos tengan casa y que hasta los más pobres tengan una buena vida.
-¿Y mientras tanto desarrolla armamento nuclear?
-Él dice que es para generar electricidad.
-¿Y tú le crees?
-¿Tú crees en lo que dice aquí el gobierno? A mí no me gusta la política y tampoco entiendo mucho de política.
-¿Pudiste ver ataques o agresiones contra judíos en Irán?
-No. En una época había. Mi tío me contó que hace diez años él trabajaba en el mercado de Teherán. Había dos lugares para beber agua, uno para musulmanes y otro para los demás. Mi tío se equivocó y tomó del lado de los musulmanes. Le dieron una paliza feroz. Pero hoy en día ya no es así.
-¿Y por qué te cuidas tanto de no dar a conocer ningún detalle con el que te puedan identificar?
-Porque allí dicen que está prohibido venir a Israel. Se trata de salvar vidas, y eso es lo primordial.
“Los judíos saben arreglárselas bien”
90% de los judíos de Irán, según lo informan los nuevos inmigrantes, tienen profesiones liberales. La gran mayoría tienen comercios de telas y ropa. Los comercios, en general, están ubicados en grandes mercados, y si hay algo que los nuevos inmigrantes dicen añorar son los aromas, colores y voces del mercado. En general, la situación económica de los judíos es muy buena, en comparación con el resto de la población, y en los últimos años mejoró aún más, a pesar de que en Irán aumentó notablemente el índice de pobreza.
-¿Cómo es posible algo así?
-Es que los judíos saben arreglárselas bien.
J, explica que los judíos en Teherán tienen muy buena relación con su vecinos musulmanes y se visten como ellos. Todas las mujeres van cubiertas, incluso las judías. Es una ley nacional, explica.
La mayoría de los nuevos inmigrantes que llegan de Irán pertenecen a familias con dos o tres hijos como máximo, que se ocupan especialmente de que los hijos reciban educación pero también, al mismo tiempo y especialmente los varones, que se integren al negocio familiar. Quienes aspiran a la educación superior tropiezan con no pocas dificultades, especialmente en las facultades de medicina e ingeniería porque “los judíos deben tener un puntaje promedio 20% o 30% mayor que los musulmanes”.
La mayoría de la información es censurada. “Hay gente que coloca antenas en los techos y capta la CNN, hasta que llegan los de la policía y se la tiran. Antes también castigaban por eso, ahora sólo la tiran”. J relata una experiencia que le tocó de cerca: “Tengo un amigo abogado que me contó sobre una explosión que hubo en una fábrica, quizás algo relacionado con el proyecto de energía atómica, y murieron 60 personas. Él fue quien se ocupó de las compensaciones para las familias, pero nadie supo de eso, no se escuchó en ninguna parte”.
Hoy en día, dicen los olim provenientes de Irán, la comunidad no vive con más miedo que antes. “No hay problema de circular por la calle”, dice A. “Después de la revolución era peor, ahora la situación está mejor”. De todos modos, los nombres de los colegios judíos donde se puede estudiar y enseñar Torá no se pronuncian.
J dice que ahora, en Israel, se siente libre. “Libre para andar por la calle, para hablar, ver televisión, escuchar radio. Todo”. Sh dice que le es difícil vivir en Israel, que todavía no consiguió trabajo y que eso no es fácil a los 55 años de edad. Su hija estudia y trabaja mucho, quiere ser médica. Y B, la que lleva más tiempo en el país, dice que se siente muy bien aquí y que sólo la angustia saber si alguna vez volverá a ver a los familiares que se quedaron en Irán.
Iosi Shraga asegura que, para Israel, la misión de rescatar a los judíos de Irán no ha terminado, sino que recién comienza. Admite que, en su mayoría, ellos no desean venir, no están conscientes de la situación. “Pero eso no nos libera de la responsabilidad”, afirma Shraga. “Esto se parece a la situación de los judíos en Europa antes del ascenso de los nazis. Los judíos tenemos una tendencia a creer que las cosas se arreglarán. La diferencia es que antes no había Estado, no había gobierno. Hoy en día hay, y no podremos perdonarnos si algo les sucede”.
Por Ariela Ringel Hofman - Iediot Ajaronot - Povesham
http://noti.hebreos.net/
Etiquetas: Islamofascismo, Judeofobia y antisemitismo, Nazis de ayer y hoy
1 comentarios:
En realidad hay 11.000 judíos en Irán. Su situación no es ni tan fácil ni extremadamente terrible. Por decirlo de alguna manera, están tan mal como sus compatriotas (y un poco peor, ya que son "infieles"), es decir, viven en un país teocrático y represor que oprime las libertades de sus propios ciudadanos, un Estado de terror y miedo, similar a la época de la última dictadura militar argentina. Muchos creen que pueden vivir en Irán y llevar una vida normal, a pesar de vivir con miedos y dificulades siendo judíos, sin embargo, no hay que confiarse demasiado... los judíos alemanes entre 1933 y 1939 decían lo mismo, al igual que los judíos iraquíes (en ambos casos las cosas terminaron mal).
Estoy seguro que más de la mitad de los judíos iraníes desean escaparse del país, pero la inmensa mayoría no dice nada por miedo (ese es el objetivo de un Estado terrorista: infundir miedo). Me conformo con que Israel se preocupe por rescatar a los judíos iraníes que quieran ser rescatados.
De Anónimo, A las 10/14/2007 6:54 a. m.
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