Los perpetradores de la Shoá
Los perpetradores de la Shoá
Samuel Salzborn *
Sobre el desarrollo de la investigación acerca de los culpables en Alemania.
Durante largo tiempo hablar, en el país de los perpetradores, de los hechos concretos y de la participación real de los alemanes en el exterminio masivo de los judíos europeos fue todo lo contrario de oportuno. Hasta hace pocos años, tanto en el ámbito social como en el contexto científico, se procuró marginar de la normalidad alemana a los culpables y las culpables de la Shoá. A veces eran considerados monstruos dementes o bestias brutales; a veces, asesinos de escritorio carentes de interés y de emociones; otras, elementos criminales y asociales; no pocas veces la Shoá fue vista como el producto de una pequeña élite directiva nacionalsocialista, política o aún científica.
En los primeros años de la posguerra, prevaleció sobre todo una tendencia a guardar distancia con respecto a la Shoá, de manera que en la investigación histórica de la joven República Federal Alemana este tema no jugó ningún papel digno de mención, con frecuencia fue inclusive negado, o no se dio absolutamente ninguna información al respecto. Cuando los crímenes masivos de los nazis se hicieron públicos, a lo sumo constituian una realidad nebulosa en la que no se hablaba de personas concretas (víctimas y perpetradores) ni de lugares concretos de los crímenes. Si bien se hablaba con pathos contra el terror, por otro lado se extraterritorializaba a los culpables y se atribuian los crímenes a pequeños grupos al margen de la sociedad, descriptos como demoníacos autores de los excesos.
Vinculada con esto estaba la tendencia a no ver a los perpetradores como actores en actividad sino a transformarlos en víctimas, en víctimas de una pretendida obediencia forzosa, que habían estado, ellas mismas, sujetas a mecanismos de represión. Con el correr del tiempo, ese proceso social y científico de guardar distancia cambió. Desde el comienzo de los años sesenta hasta el principio de los ochenta, en lugar de las perturbaciones patológicas se siguió una creciente estrategia de despersonalización y abstracción. Ahora los perpetradores ya no eran considerados asesinos dementes y brutales sino seres carentes de voluntad, asesinos de escritorio atrapados en las estructuras del régimen, que desde una fría distancia burocrática ejecutaban el asesinato masivo como un acto administrativo. Esta imagen tuvo tal poder de efectividad que raras veces se hablaba de los hechos concretos o de los culpables concretos, y la Shoá comenzó a presentarse como un automatismo en el que, en los pocos casos particulares que servían de ejemplo, no figuraba ningún ser humano, pero sobre todo ningún perpetrador al que se pudiera nombrar concretamente. Con lo cual subsistía, para los “alemanes normales”, la posibilidad de distanciarse de los anónimos perpetradores sin tener que negar los hechos.
Paralelamente a esta forma de “investigación de los culpables”, tanto en la Historia como en la Sociología alemanas cobró importancia una interpretación del nacionalsocialismo que analizó las estructuras abstractas y los abstractos mecanismos de poder y se propuso elaborar características generales del fascismo sin reflejar la especificidad del nacionalsocialismo alemán y el exterminio masivo de los judíos europeos. Tal interpretación fue parti cularmente acentuada no sólo en Alemania Occidental sino especialmente en la entonces República Democrática Alemana, en la que, prescindiendo de algunas pocas excepciones, los perpetradores concretos se desvanecen, y sus crímenes eran vistos como motivados en general por las estructuras capitalistas, con lo cual la Shoá casi desaparece como nota al pie junto a los intereses del capital y la ganancia.
En suma, los perpetradores aparecieron durante mucho tiempo como dementes o como sujetos que carecían de voluntad propia. Se atendió tan poco a sus intereses individuales y a su libertad de acción en los niveles (completamente diferenciados) de los hechos del exterminio masivo como a la pregunta por la relación entre responsabilidad individual y procesos sociales de interacción.
Portada del libro de Goldhagen
Sólo a partir de las controversias suscitadas en torno al libro de Daniel J. Goldhagen Los verdugos voluntarios de Hitler, a mediados de los años 90, la pregunta por los perpetradores y sus motivos, más allá de las estrategias de exculpación, es colocada en el foco de interés (aunque en este debate todavía persistía la impronta de los reflejos defensivos y las paráfrasis exculpatorias). Si bien los trabajos de Raul Hilberg y Christopher R. Browning habían proporcionado ya los primeros indicios de una percepción concreta de los crímenes y sus autores, sólo el libro de Goldhagen marcó un auténtico cambio de perspectiva en la polémica sobre los perpetradores de la Shoá. A partir de ese momento comienza lentamente a establecerse una investigación crítica sobre los culpables también en la República Federal (hasta entonces los pocos estudios importantes sobre el tema, casi sin excepción, habían sido escritos por autores no alemanes), una investigación orientada a sondear precisa y detalladamente intereses y libertad de acción, y a poner bajo la lupa, en forma tan concreta como diferenciada, a cada uno de los grupos de perpetradores de la Shoá. Los resultados de las investigaciones sobre esta cuestión hasta la fecha fueron compilados por el historiador de Flensburg Gerhard Paul en un volumen con colaboraciones de varios autores, editado por él con el título Die Täter der Shoah. Fanatische Nationalsozialisten oder ganz normale Deutsche? (Los perpetradores de la Shoá. ¿Nacionalsocialistas fanáticos o alemanes totalmente normales?), que puede ser considerado como un fundamentado compendio de los resultados de la investigación y los pormenorizados análisis actuales. En base a diferentes estudios sobre los diversos grupos de responsables (los SS de los campos de concentración, la policía del orden y la policía de seguridad, las fuerzas armadas, la administración civil) es delineada en el volumen la imagen de un heterogéneo personal de exterminio, en crecimiento con el avance de la guerra, y la de “una colectividad, de dimensión europea, con una efectiva división de tareas” (Gerhard Paul).
Según esto, hay que distinguir diferentes grupos entre los perpetradores de la Shoá: los responsables ideológicos, los que actuaron por motivos utilitarios, los criminales que cometieron excesos, y los tradicionales ejecutores de órdenes. El responsable ideológico sabía exactamente qué quería y actuó según esas premisas. A este sujeto, que se consideraba el ejecutor del ideario antisemita nacionalsocialista, se lo podía encontrar en todos los ámbitos políticos y sociales así como en todos los niveles jerárquicos, por consiguiente, lo mismo entre los que planificaron y ordenaron el exterminio que entre los miembros de los cuerpos policiales y las unidades militares. El que actuó movido por fines utilitarios, a quien se podía encontrar sobre todo en el ámbito de la administración civil del Este y dentro del ejército, obedecía a una lógica antisemita del exterminio y actuaba guiado por el delirante deber de asegurar los fundamentos reproductivos del pueblo alemán. En cambio, el criminal que cometió excesos fue impulsado a actuar prioritariamente por motivos materiales o sexuales; el antisemitismo, en este perfil de perpetrador (que se encuentra en todos los niveles de los grupos que participaron directamente en el exterminio masivo), debe ser considerado más como un concepto legitimatorio que como motivación para la acción. Para el tradicional ejecutor de órdenes, el antisemitismo proporcionó
una vez más el impulso concreto para actuar, pero éste se volvió concretamente activo a través de las manifestaciones de subordinación a la autoridad.
En el análisis de estos perfiles, que a menudo se complementan y superponen, se pone de manifiesto que los perpetradores no pocas veces actuaron voluntaria y espontáneamente, públicamente y hasta con placer. Se orientaron hacia lo que se entiende por “sentido común”, como lo ha formulado la historiadora de Friburgo Karin Orth en relación con los SS de los campos de concentración, quienes deben ser considerados como la clave del consenso antisemita y racista. El hecho de que los perpetradores compartieran la satisfacción de sus necesidades privadas (absolutamente diferenciadas) en la “ejecución de la Shoá”, dio un gran empuje al exterminio masivo y posibilitó la “ejecución de un enemigo en provecho propio”, como lo ha hecho notar Klaus-Michael Mallmann, director del Centro de Investigación de Ludwigsburg. Según el estado actual de la cuestión, entonces, fue precisamente la integración de numerosos y diferentes intereses y circunstancias motivantes lo que, en última instancia, pudo transformar a un número considerable de alemanes en activos perpetradores o, “al menos”, en entusistas simpatizantes del exterminio.
La consideración concreta de los hechos, imprescindible para la adquisición de este conocimiento, y la iluminación del horizonte local, plantean simultáneamente la pregunta por el correspondiente contexto social, y con ello, la pregunta por los fundamentos del objetivo antisemita del exterminio. Sería preciso explicar de qué modo el antisemitismo se transformó en máxima individual de conducta, y por qué una latente conducta antisemita no sólo se manifestó sino que también se concretó en un antisemitismo eliminatorio. Aunque mientras tanto se fueron presentando precisas nociones sobre los diferentes grupos de perpetradores, todavía no parece suficientemente elaborada la visión del contexto social, y por eso, tampoco hay una respuesta lúcida para esta cuestión. Así, algunos de los esbozos de interpretación de la reciente investigación sobre los culpables en Alemania amenazan deslizarse hacia modelos antropológicos o situacionales; pero lo que en el caso individual examinado todavía puede parecer concluyente, considerado teóricamente es, por el contrario, muy absurdo.
El politólogo vienés Walter Manoschek, colaborador de la exposición “Vernichtungskrieg. Verbrechen der Wehrmacht 1941-1944” (Guerra de exterminio. Crímenes de las fuerzas armadas alemanas 1941-1944) del Instituto para la Investigación Social de Hamburgo, ha traído a la memoria, en este contexto, un principio de la Psicología Social sustentado analíticamente, y ha remitido al potencial de un modelo doctrinario autoritario para el esclarecimiento de la inserción social de los perpetradores. Que en esta perspectiva integrativa podría vincular entre sí aspectos ideológico-programáticos, corporativo-sociales e individual-biográficos. La investigación del psicólogo social Rolf Pohl, de Hannover, podría ser considerada como complementaria de esta propuesta. Pohl interpreta el cambio que se da en los conceptos de normalidad y patología (entre las que, según él, no se ha diagnosticado una clara oposición, ni clínicamente ni desde la psicología social) como el factor psicológico central de la violencia antisemita del nacionalsocialismo, puesto que los elementos psicóticos se convirtieron “en un fenómeno de masiva patología, en el marco de una normalidad, socialmente redefinida, en la que estaba incluída la locura.” Por eso el odio y la aniquilación producían un efecto tan banal, porque se habían vuelto “normales”.
Por lo tanto, parece que fueran, ante todo, las categorías de normalidad y patología, en el cambio producido, lo que habría que comprender. Posiblemente –por terrible y doloroso que sea este reconocimiento– los alemanes no hayan perdido en absoluto su horizonte de valores, sino que éste estaba entretejido de un modo esencial con la ideología racista y antisemita que pertenecía a lo socialmente cotidiano, y por eso había llegado a ser, en gran parte, la norma consensuada. Las concepciones de los valores, de la norma y de la moral no fueron suprimidas, sino desplazadas hasta tal punto a lo “volkisch” y a lo irracional que el antisemitismo pudo funcionar como una fantasía universal de interpretación del mundo sin estar en contradicción con el “sentido común” de la mayoría de la población alemana.
Hoy, tantos años después, son muchos los que intentan negar la evidencia y de esa forma vuelven a torturar y matar a las víctimas. Los nazis se quitan sus caretas y muestran su más depravada cara. ¡Habrá que rompersela! Habrá que dejarles claro que nunca volverá a suceder algo así, cueste lo que cueste.
* Samuel Salzborn, nació en Hannover en 1977. Diplomado en Ciencias Sociales. Cursó estudios de Ciencias Políticas, Sociología, Psicología y Derecho en la Universidad de Hannover. Autor de numerosos artículos y ensayos en diarios, revistas y libros. Actualmente trabaja en el Instituto de Ciencias Políticas en la Universidad de Giessen. Sobre el desarrollo de la investigación acerca de los culpables en Alemania.
Traducción del alemán de: Ana María Cartolano.
Samuel Salzborn *
Sobre el desarrollo de la investigación acerca de los culpables en Alemania.
Durante largo tiempo hablar, en el país de los perpetradores, de los hechos concretos y de la participación real de los alemanes en el exterminio masivo de los judíos europeos fue todo lo contrario de oportuno. Hasta hace pocos años, tanto en el ámbito social como en el contexto científico, se procuró marginar de la normalidad alemana a los culpables y las culpables de la Shoá. A veces eran considerados monstruos dementes o bestias brutales; a veces, asesinos de escritorio carentes de interés y de emociones; otras, elementos criminales y asociales; no pocas veces la Shoá fue vista como el producto de una pequeña élite directiva nacionalsocialista, política o aún científica.
En los primeros años de la posguerra, prevaleció sobre todo una tendencia a guardar distancia con respecto a la Shoá, de manera que en la investigación histórica de la joven República Federal Alemana este tema no jugó ningún papel digno de mención, con frecuencia fue inclusive negado, o no se dio absolutamente ninguna información al respecto. Cuando los crímenes masivos de los nazis se hicieron públicos, a lo sumo constituian una realidad nebulosa en la que no se hablaba de personas concretas (víctimas y perpetradores) ni de lugares concretos de los crímenes. Si bien se hablaba con pathos contra el terror, por otro lado se extraterritorializaba a los culpables y se atribuian los crímenes a pequeños grupos al margen de la sociedad, descriptos como demoníacos autores de los excesos.
Vinculada con esto estaba la tendencia a no ver a los perpetradores como actores en actividad sino a transformarlos en víctimas, en víctimas de una pretendida obediencia forzosa, que habían estado, ellas mismas, sujetas a mecanismos de represión. Con el correr del tiempo, ese proceso social y científico de guardar distancia cambió. Desde el comienzo de los años sesenta hasta el principio de los ochenta, en lugar de las perturbaciones patológicas se siguió una creciente estrategia de despersonalización y abstracción. Ahora los perpetradores ya no eran considerados asesinos dementes y brutales sino seres carentes de voluntad, asesinos de escritorio atrapados en las estructuras del régimen, que desde una fría distancia burocrática ejecutaban el asesinato masivo como un acto administrativo. Esta imagen tuvo tal poder de efectividad que raras veces se hablaba de los hechos concretos o de los culpables concretos, y la Shoá comenzó a presentarse como un automatismo en el que, en los pocos casos particulares que servían de ejemplo, no figuraba ningún ser humano, pero sobre todo ningún perpetrador al que se pudiera nombrar concretamente. Con lo cual subsistía, para los “alemanes normales”, la posibilidad de distanciarse de los anónimos perpetradores sin tener que negar los hechos.
Paralelamente a esta forma de “investigación de los culpables”, tanto en la Historia como en la Sociología alemanas cobró importancia una interpretación del nacionalsocialismo que analizó las estructuras abstractas y los abstractos mecanismos de poder y se propuso elaborar características generales del fascismo sin reflejar la especificidad del nacionalsocialismo alemán y el exterminio masivo de los judíos europeos. Tal interpretación fue parti cularmente acentuada no sólo en Alemania Occidental sino especialmente en la entonces República Democrática Alemana, en la que, prescindiendo de algunas pocas excepciones, los perpetradores concretos se desvanecen, y sus crímenes eran vistos como motivados en general por las estructuras capitalistas, con lo cual la Shoá casi desaparece como nota al pie junto a los intereses del capital y la ganancia.
En suma, los perpetradores aparecieron durante mucho tiempo como dementes o como sujetos que carecían de voluntad propia. Se atendió tan poco a sus intereses individuales y a su libertad de acción en los niveles (completamente diferenciados) de los hechos del exterminio masivo como a la pregunta por la relación entre responsabilidad individual y procesos sociales de interacción.
Portada del libro de Goldhagen
Sólo a partir de las controversias suscitadas en torno al libro de Daniel J. Goldhagen Los verdugos voluntarios de Hitler, a mediados de los años 90, la pregunta por los perpetradores y sus motivos, más allá de las estrategias de exculpación, es colocada en el foco de interés (aunque en este debate todavía persistía la impronta de los reflejos defensivos y las paráfrasis exculpatorias). Si bien los trabajos de Raul Hilberg y Christopher R. Browning habían proporcionado ya los primeros indicios de una percepción concreta de los crímenes y sus autores, sólo el libro de Goldhagen marcó un auténtico cambio de perspectiva en la polémica sobre los perpetradores de la Shoá. A partir de ese momento comienza lentamente a establecerse una investigación crítica sobre los culpables también en la República Federal (hasta entonces los pocos estudios importantes sobre el tema, casi sin excepción, habían sido escritos por autores no alemanes), una investigación orientada a sondear precisa y detalladamente intereses y libertad de acción, y a poner bajo la lupa, en forma tan concreta como diferenciada, a cada uno de los grupos de perpetradores de la Shoá. Los resultados de las investigaciones sobre esta cuestión hasta la fecha fueron compilados por el historiador de Flensburg Gerhard Paul en un volumen con colaboraciones de varios autores, editado por él con el título Die Täter der Shoah. Fanatische Nationalsozialisten oder ganz normale Deutsche? (Los perpetradores de la Shoá. ¿Nacionalsocialistas fanáticos o alemanes totalmente normales?), que puede ser considerado como un fundamentado compendio de los resultados de la investigación y los pormenorizados análisis actuales. En base a diferentes estudios sobre los diversos grupos de responsables (los SS de los campos de concentración, la policía del orden y la policía de seguridad, las fuerzas armadas, la administración civil) es delineada en el volumen la imagen de un heterogéneo personal de exterminio, en crecimiento con el avance de la guerra, y la de “una colectividad, de dimensión europea, con una efectiva división de tareas” (Gerhard Paul).
Según esto, hay que distinguir diferentes grupos entre los perpetradores de la Shoá: los responsables ideológicos, los que actuaron por motivos utilitarios, los criminales que cometieron excesos, y los tradicionales ejecutores de órdenes. El responsable ideológico sabía exactamente qué quería y actuó según esas premisas. A este sujeto, que se consideraba el ejecutor del ideario antisemita nacionalsocialista, se lo podía encontrar en todos los ámbitos políticos y sociales así como en todos los niveles jerárquicos, por consiguiente, lo mismo entre los que planificaron y ordenaron el exterminio que entre los miembros de los cuerpos policiales y las unidades militares. El que actuó movido por fines utilitarios, a quien se podía encontrar sobre todo en el ámbito de la administración civil del Este y dentro del ejército, obedecía a una lógica antisemita del exterminio y actuaba guiado por el delirante deber de asegurar los fundamentos reproductivos del pueblo alemán. En cambio, el criminal que cometió excesos fue impulsado a actuar prioritariamente por motivos materiales o sexuales; el antisemitismo, en este perfil de perpetrador (que se encuentra en todos los niveles de los grupos que participaron directamente en el exterminio masivo), debe ser considerado más como un concepto legitimatorio que como motivación para la acción. Para el tradicional ejecutor de órdenes, el antisemitismo proporcionó
una vez más el impulso concreto para actuar, pero éste se volvió concretamente activo a través de las manifestaciones de subordinación a la autoridad.
En el análisis de estos perfiles, que a menudo se complementan y superponen, se pone de manifiesto que los perpetradores no pocas veces actuaron voluntaria y espontáneamente, públicamente y hasta con placer. Se orientaron hacia lo que se entiende por “sentido común”, como lo ha formulado la historiadora de Friburgo Karin Orth en relación con los SS de los campos de concentración, quienes deben ser considerados como la clave del consenso antisemita y racista. El hecho de que los perpetradores compartieran la satisfacción de sus necesidades privadas (absolutamente diferenciadas) en la “ejecución de la Shoá”, dio un gran empuje al exterminio masivo y posibilitó la “ejecución de un enemigo en provecho propio”, como lo ha hecho notar Klaus-Michael Mallmann, director del Centro de Investigación de Ludwigsburg. Según el estado actual de la cuestión, entonces, fue precisamente la integración de numerosos y diferentes intereses y circunstancias motivantes lo que, en última instancia, pudo transformar a un número considerable de alemanes en activos perpetradores o, “al menos”, en entusistas simpatizantes del exterminio.
La consideración concreta de los hechos, imprescindible para la adquisición de este conocimiento, y la iluminación del horizonte local, plantean simultáneamente la pregunta por el correspondiente contexto social, y con ello, la pregunta por los fundamentos del objetivo antisemita del exterminio. Sería preciso explicar de qué modo el antisemitismo se transformó en máxima individual de conducta, y por qué una latente conducta antisemita no sólo se manifestó sino que también se concretó en un antisemitismo eliminatorio. Aunque mientras tanto se fueron presentando precisas nociones sobre los diferentes grupos de perpetradores, todavía no parece suficientemente elaborada la visión del contexto social, y por eso, tampoco hay una respuesta lúcida para esta cuestión. Así, algunos de los esbozos de interpretación de la reciente investigación sobre los culpables en Alemania amenazan deslizarse hacia modelos antropológicos o situacionales; pero lo que en el caso individual examinado todavía puede parecer concluyente, considerado teóricamente es, por el contrario, muy absurdo.
El politólogo vienés Walter Manoschek, colaborador de la exposición “Vernichtungskrieg. Verbrechen der Wehrmacht 1941-1944” (Guerra de exterminio. Crímenes de las fuerzas armadas alemanas 1941-1944) del Instituto para la Investigación Social de Hamburgo, ha traído a la memoria, en este contexto, un principio de la Psicología Social sustentado analíticamente, y ha remitido al potencial de un modelo doctrinario autoritario para el esclarecimiento de la inserción social de los perpetradores. Que en esta perspectiva integrativa podría vincular entre sí aspectos ideológico-programáticos, corporativo-sociales e individual-biográficos. La investigación del psicólogo social Rolf Pohl, de Hannover, podría ser considerada como complementaria de esta propuesta. Pohl interpreta el cambio que se da en los conceptos de normalidad y patología (entre las que, según él, no se ha diagnosticado una clara oposición, ni clínicamente ni desde la psicología social) como el factor psicológico central de la violencia antisemita del nacionalsocialismo, puesto que los elementos psicóticos se convirtieron “en un fenómeno de masiva patología, en el marco de una normalidad, socialmente redefinida, en la que estaba incluída la locura.” Por eso el odio y la aniquilación producían un efecto tan banal, porque se habían vuelto “normales”.
Por lo tanto, parece que fueran, ante todo, las categorías de normalidad y patología, en el cambio producido, lo que habría que comprender. Posiblemente –por terrible y doloroso que sea este reconocimiento– los alemanes no hayan perdido en absoluto su horizonte de valores, sino que éste estaba entretejido de un modo esencial con la ideología racista y antisemita que pertenecía a lo socialmente cotidiano, y por eso había llegado a ser, en gran parte, la norma consensuada. Las concepciones de los valores, de la norma y de la moral no fueron suprimidas, sino desplazadas hasta tal punto a lo “volkisch” y a lo irracional que el antisemitismo pudo funcionar como una fantasía universal de interpretación del mundo sin estar en contradicción con el “sentido común” de la mayoría de la población alemana.
Hoy, tantos años después, son muchos los que intentan negar la evidencia y de esa forma vuelven a torturar y matar a las víctimas. Los nazis se quitan sus caretas y muestran su más depravada cara. ¡Habrá que rompersela! Habrá que dejarles claro que nunca volverá a suceder algo así, cueste lo que cueste.
* Samuel Salzborn, nació en Hannover en 1977. Diplomado en Ciencias Sociales. Cursó estudios de Ciencias Políticas, Sociología, Psicología y Derecho en la Universidad de Hannover. Autor de numerosos artículos y ensayos en diarios, revistas y libros. Actualmente trabaja en el Instituto de Ciencias Políticas en la Universidad de Giessen. Sobre el desarrollo de la investigación acerca de los culpables en Alemania.
Traducción del alemán de: Ana María Cartolano.
Nuestra Memoria nº 20 (enero 2003)
Etiquetas: Shoah
8 comentarios:
ESTIMADO PACO:
te pido un favor de amigo.ME PODRIAS MANDAR POR EMAIL A MI CORREO :
bajur@walla.com
LA CLAVE DE INFOLIVE,PARA PODER PEGARLA EN MI BLOG?
desde ya ,muchas gracias.
saludos.
De Anónimo, A las 3/18/2007 6:56 p. m.
Magnífico artículo, es un problema que me interesa mucho.
Yo creo que el silencio y la cobardía ante cualquier injusticia nos hace culpables. Cierto es que hubo algunos movimientos de resistencia en Alemania, Rosa Blanca, los militares del atentado, ciertos obispos católicos, pero lo aterrador es que la masa de la población no sólo pecó por omisión, sino por acción. O cometió brutalidades sin nombre o se aprovechó de los efectos del delito.
Parece que hay un monstruo oculto en buena parte de la humanidad, al menos es lo que la historia demuestra, porque no fue sólo en Alemania: los colaboracionistas en la Francia de Vichý fueron muchos más que los resistentes, los ucranianos, húngaros y rumanos nazis cometieron también atrocidades al amparo de la bota alemana.
También hay ejemplos de heroísmo nacional, como el británico o el Danés, desconocido pero hermosísimo, en que toda la nación se ocupó de salvar a sus compatriotas judíos en barcos de pesca con destino a Inglaterra, organización cuya cúspide ocupaba nada menos que el rey de Dinamarca.
En fin, me ha gustado mucho tu artículo.
De QRM, A las 3/18/2007 8:55 p. m.
sin problema Bajur, esta tarde te lo mando.
De pacobetis, A las 3/19/2007 1:21 p. m.
Yo también pienso que el no actuar ante la injusticia y la barbarie facilita que estas se cometan. En Alemania y buena parte de Europa existia un caldo de cultivo antisemita muy arraigado que facilitó la acción de los nazis, pero eso solo no puede explicar lo sucedido. Hay que buscar un poco más las causas y quizás las encontremos en el beneficio que mucha gente podía sacar de la exclusión de los judíos de la vida social y literalmente hablando (dinero, puestos de trabajo, viviendas, bienes en general). También podemos pensar que habría quien pensó "mientras persigan a judíos y otras minorias nos dejan a nosotros tranquilos" (olvidando aquello de cuando las barbas de tu vecino, ...). Por último otra causa del colaboracionismo por omisión (no por acción en ese caso) sería la desproporción de los hechos: si quieres encubrir algo malo suele funcionar el hacerlo tan "a las claras" y "tan exageradamente" que muchos no serán capaces de admitir que se trata de algo real, es "demasiado fuerte" para sus conciencias. Ante el horror reaccionan no viéndolo, mirando para otro lado (en esta situación cayeron bastantes judíos que no podían creerse lo que les estaba pasando, "yo no he hecho nada malo luego no me puede pasar nada").
Lo peor de todo es que durante décadas todos vimos la Shoá como una abominación, algo detestable e indudable y que no podía volver a pasar. Sin embargo ahora son muchos los que, desde un falso progresismo de pacotilla, niegan o minimizan lo que sucedió, deshonrando así la memoria de las víctimas y de los que lucharon contra el nazismo. Y no faltan los que desearían que se repitiera algo igual sobre el Estado de Israel.
Al igual que entonces son cada vez más los que se sitúan en ese bando, unos por maldad declarada (neonazis, islamofascistas) otros por buscar beneficios (políticos "progresistas") muchos por miedo (masas aborregadas rendidas de antemano) y algunos por simple estupidez( periodistas e "intelectuales" de cuota)
De pacobetis, A las 3/19/2007 4:55 p. m.
no olvidamos,no perdonamos. justicia buscamos...por siempre israel bella y eterna...amen
De noralicia, A las 3/19/2007 5:29 p. m.
AMEN
De pacobetis, A las 3/19/2007 6:04 p. m.
El paganismo, razón y móvil del anti-semitismo alemán...(1)
Y tal vez de otros pueblos indo-europeos también.
Hace algunos años leí una novela cuyo nombre y autor he olvidado. En ella , el autor , un sicólogo asimilado en el ejército americano narra en primera persona lo siguiente:
Cuenta que llega a Alemania inmediatamente a la derrota nazi en Mayo de 1945.
Forma parte de un grupo de trabajo llamado " desnazificación".
El grupo esta compuesto de sociólogo, sicólogos, siquiatras, historiadores, antropólogos, sacerdotes católicos, protestantes y judíos.
Tarea : Descubrir los motivos del nazismo alemán, sus orígenes , sus móviles..para poder extirpar la raíz en forma más eficaz. Eso era el trabajo intelectual.
El trabajo práctico consistía encontrar gente que no fuera ni practicante . ni simpatizante nazi, para encargarles la administración de la Nueva Alemania.
Después de meses de trabajo e investigación llegan a la conclusión , que el Paganismo ha sido la raíz del anti-semitismo alemán.
Veamos..los alemanes antiguos eran paganos, politeístas. Tenían una religión alegre.
Dioses, diosas, semi-dioses, héroes mitológicos, hadas, gnomos..etc.etc.
Eran recolectores, cazadores, amantes de la Naturaleza, de los bosques especialmente. Muchos dioses, muchas fiestas, mucho trago, cerveza, danzas, alegrías.
El Cristianismo cambio todo eso. Un sólo dios, cuyo hijo es colgado de un madero, cual vil delincuente. Dios muere, la tristeza de la Semana Santa.
Esto no cuadraba en absoluto con el Dios Wotan, guerrero, con los héroes mitológicos ,
Nibelungos y Cia.
El cristianismo los obliga volver sedentarios, agricultores. Trabajar mucho, guerrear poco. Muchas veces la conversión es forzada contra la voluntad del pueblo.
Resultado..el alemán es infeliz siendo cristiano, añora los viejos tiempos, su religión alegre, a las fiestas, el glorioso pasado de los Nibelungos.
Inconscientemente odia al cristianismo. por ende a los judíos, padres pu tativos de aquello , creadores del dios único, severo, triste, aguafiestas.
Los nazis , conscientemente o no...aprovechan de esto.
Resaltan a los viejos y felices tiempos del paganismo, resucitan sus mitos, su simbología. El alemán otra vez es feliz. De pasó se encargarán para vengarse de los causantes del tanto sufrimiento. Del Dios Único y de su gente.
Amén
Saludos AMIR
(1) Este hilo fue publicado en los Foros de Libertad Digital, donde escribo habitualmente mis chorraditas.
De Anónimo, A las 3/19/2007 6:04 p. m.
amir te admiro cada dia te superas y nos enseñas a todos . toda raba . hermano amir.
De noralicia, A las 3/23/2007 1:41 a. m.
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio