Aniversario de la liberación de Auschwitz
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Nota de Marcelo Sneh
El 27 de enero se cumple otro Aniversario de la liberación del campo de concentración de Auschwitz por parte de efectivos del Ejército Rojo.
Auschwitz, considerado como el más importante, y junto con el de Dachau, uno de los más característicos exponentes de la demoníaca orgía de muerte y de sangre a la que sólo pudo poner fin un ejército sumamente superior en número, infraestructura y aliados. En tal sentido, la Asamblea General de la ONU estableció el 27 de enero como el Día Internacional de Recordación del Holocausto. En adhesión a dicha fecha, quisiera compartir con todos ustedes algunos hechos relacionados con heroísmos y mártires, con bajezas y barbaries, hechos y procesos que terminaron llevando a un grupo de hombres a transformarse en los más sanguinarios lobos del hombre de la Historia.
Si bien no siempre la ONU tuvo políticas acertadas, si bien la ONU nunca fue santo de mi devoción, si bien la ONU ha cometido, según mi opinión, errores históricos que espero no sean irreparables con un país al que considero mi país desde el día que lo pisé por primera vez, creo que en este caso la decisión no sólo fue acertada, fue una decisión necesaria e impostergable. El mundo necesitaba ver que el ente que surgió precisamente de la finalización de una guerra y la apertura de una esperanza de "no guerra" (decir "paz" sería pretencioso e ingenuo, casi diría ridículo), tomó la posta de la recordación de uno de los actos de barbarie más execrables de toda la Historia, haciendo suyo el llanto y el lamento de una tierra que albergó en su silencioso y sufrido seno a millones de inocentes cuyo único pecado fue tener la malhadada idea de nacer judío, o gitano, deforme u homosexual… y estar al alcance de esas manadas de ratas pardas cuyo hambre de conquista y su sed de sangre llevaron a la humanidad a su casi destrucción.
"NO TODAS LAS VÍCTIMAS FUERON JUDÍOS… PERO TODOS LOS JUDÍOS FUERON VÍCTIMAS"
LOS NAZIS, LA QUEMA DE LIBROS Y LA BESTIALIDAD A TRAVÉS DE LA HISTORIA
No creo que sea posible afirmar que los nacional - socialistas (lindo y rimbombante nombre para un partido político, aunque un tanto incoherente) tuvieron la originalidad de presentar semejante espectáculo al pueblo alemán. La historia de nuestra humanidad abunda en actos de barbarie, y entre ellos, las quemas públicas de libros. Lo que sí puede afirmarse es que fueron los primeros en montar un "show esclarecedor" de ese jaez en el siglo XX. Tal vez.
Lo que resulta un tanto irónico es que fue precisamente un alemán, 500 años antes, el que generó una de las más profundas e importantes revoluciones intelectuales. Se llamaba Gutenberg e inventó la imprenta de tipos movibles, con lo que entregó a la humanidad uno de los más preciados regalos, la posibilidad de dejar impresa la palabra que expresaba un pensamiento, una idea… y personalmente creo que ese invento fue muchísimo más revolucionario y trascendental que la computadora personal.
A partir de allí, el mundo empezó a llenarse de libros, se vio bendecido por más y más expresiones de ideas… pero también comenzaron a surgir personajes que empezaron a darse cuenta que un libro, a veces puede ser más peligroso que una daga, o un cañón. Así pues, son famosos los intentos de evitar que la gente tenga acceso a determinados libros, a determinadas ideas, al pensamiento, al disenso… a la libertad por el pensamiento. Hubo muchas formas e intentos, todos conocemos el "Index Librorum Proibitorum" (Índice de Libros prohibidos) del Vaticano, una detallada lista de libros de autoría liberal, de plumas librepensadoras, en fin… de ideas abiertas, de invitaciones a pensar.
Como les comenté anteriormente, cuando se supo que los nazis estaban programando entre otros "autos de Fe" quemas de libros cuyo propósito era "salvar al buen pueblo germano", y que los libros destinados a alimentar la hoguera purificadora eran todos aquellos considerados "dañinos" por la clase dirigente de los nazis, muchos intelectuales y científicos relacionaron con esos rumores la famosa frase de Heinrich Heine, quien anticipándose a su tiempo y al tiempo del oscurantismo que llevaría siglos en llegar, sostuvo que "donde se quemen libros, se terminará, inevitablemente, quemando seres humanos", lo que provocó que muchos de esos científicos y pensadores decidieran poner cierta distancia entre ellos y el radio de alcance de los esbirros de la entonces SA.
La Historia nos habla de muchas quemas de libros, desde la Antigua Grecia, cuando fueron quemadas las obras del sofista Protágoras, quien se atrevió a negarse a confirmar la existencia o la ausencia de los dioses. A la así llamada "verdad pluralista" contrapuso una simple frase, que vale más que mil libros: "el ser humano es la medida de todos los objetos". ¿Quién necesita libros? ¡Al fuego con ellos! Otras víctimas ostensibles de las quemas fueron Voltaire, Hollbach, etc.
Pero volvamos a la Alemania Nazi.
El Partido Nacional Socialista tomó la decisión en 1933, tan pronto asumió el poder, de imponer su verdad absoluta, ejercer su control sobre la vida cultural germana y "depurar" el espíritu del pueblo de todos los elementos que a juicio de los jerarcas nazis, se consideraban contradictorios del "espíritu germano". Fue para tal fin que se creó la "Liga de Lucha contra el Espíritu No-Germano" (sic).
La idea que surgió de quemar libros fue disputada por varios preclaros prohombres de la jerarquía nazi, ya que cada uno quería "tener la primicia", entre ellos el "teórico" Alfred Rosenberg y el "mago" de la propaganda, Joseph Goebbels. Para la ejecución de ese "noble proyecto" fueron convocadas y movilizadas organizaciones tales como la "Liga de los Estudiantes Nazis" (también sic), entre otras beneméritas instituciones para el bien de Alemania. La campaña llevaba como estandarte un slogan remanido y previsible: "reaccionar contra la desvergonzada propaganda de la judeidad mundial contra Alemania". Todo estudiante debía "depurar" su biblioteca privada de los "libros contagiados por la bacteria del espíritu judío". Se conminó a toda la población a deshacerse de libros que pudiesen estar contaminados de esa suerte. Comenzó a anunciarse, por medio de affiches y volantes, que la gran depuración se acercaba. Y además, estaba por salir un edicto prohibiendo a escritores judíos hacerlo en idioma alemán. El día 22 de abril, el diario "Volkischer Beobachter" ("El Observador Popular" o "El Observador del Pueblo") publicó los nombres de los lugares y la fecha del "evento": el 10 de mayo.
Quienes organizaron la quema de libros se habían propuesto darle a semejante "acto" el carácter de un "evento oficial". Frente al edificio de la Opera de Berlín se preparó una hoguera de inmensas dimensiones. El primer contingente de "estudiantes" se hizo presente después de las 10 de la noche, junto con una banda militar, un destacamento de SS, seguidos por otras delegaciones de estudiantes uniformados y con antorchas en sus manos, seguidos por una rugiente turba hitlerista. A un costado de la plaza, ya estaban esperando camiones cargados con unos veinte mil tomos de libros diversos. En la plaza se acercaron grupos de bomberos (sí, Bradbury, puedes sonreír de debajo de tus cenizas, tu "Fahrenheit 451" no fue más que un doloroso y espeluznante testimonio) que rociaron libros con nafta. A medida que cada paquete de libros era arrojado al fuego, un locutor, en el colmo de una estaña y demoníaca vehemencia perfeccionista, iba anunciando los autores de los libros, sus nombres y la causa por la que se los quemaba. Tales "anuncios" eran contestados por la alegre gritería de la turba. Los locutores, abrasados quizá por el delirio piromaniaco o el simple calor infernal de la hoguera se pusieron a aullar, mencionando los valores opuestos a las ideas del libro a quemar, como por ejemplo Nacionalismo universalismo, el Tercer Reich y la república de Weimar, nacional socialismo y marxismo, etc.
Además, por supuesto, de Karl Marx, que fueron los primeros en ser quemados ("estamos tirando al fuego los escritos de Marx y de Kautski"! ¡Estamos en contra de la lucha de clases!""¡Por la Unidad del pueblo!"). Fueron llevados a la hoguera Mann, Emil Ludwig, Remarque, los Zweig… Por supuesto que el acto se vio coronado por un frondoso "speech" de Goebbels, cuyo rostro transfigurado por el glorioso y demoníaco fuego del infierno fue digno corolario de esa inolvidable "noche de cultura".
Tres días después del "evento", Bernhardt Rust, quien fue nombrado, con bastante coherencia por cierto, "Ministro de Cultura, educación y ciencia" del Tercer Reich, asumió en nombre del Führer la misión de "asumir el control del frente cultural". Poco tiempo después, se publicó la lista de los libros prohibidos, así como también el listado de autores prohibidos y sus obras. Tampoco se salvaron las bellas artes: de los museos desaparecieron obras de Paul Klee, Franz Marx y Vasili Kandinsky, definidas como "arte judeo - decadente". Y fue entonces cuando nació y se hizo popular el dicho "Al oír la palabra 'cultura', desenfundo mi revólver."
Honremos la memoria de las víctimas de la Shoa. No permitamos que los nuevos y viejos nazis; rojos, pardos o con turbantes, los menosprecien y los humillen. Jamás olvidemos ni perdonemos a los verdugos ni a sus complices. Pidamos el mayor de los castigos para ellos.
Y, lo que es más importante, estemos atentos para evitar que se pueda repetir algo así. Dejemos claro a todo el mundo, nazis con y sin turbantes, que hoy gracias a Israel MATAR JUDÍOS NO SALE GRATIS.
Ihei razón milefaneja Ad-nay elohenu velohé abotenu shistalku oibenu vesonhenu vejol mebakshe raatenu.
Sea tu voluntad nuestro señor y señor de nuestros padres que se extingan nuestros enemigos, nuestros adversarios y todos los que desean nuestro mal.
Auschwitz, considerado como el más importante, y junto con el de Dachau, uno de los más característicos exponentes de la demoníaca orgía de muerte y de sangre a la que sólo pudo poner fin un ejército sumamente superior en número, infraestructura y aliados. En tal sentido, la Asamblea General de la ONU estableció el 27 de enero como el Día Internacional de Recordación del Holocausto. En adhesión a dicha fecha, quisiera compartir con todos ustedes algunos hechos relacionados con heroísmos y mártires, con bajezas y barbaries, hechos y procesos que terminaron llevando a un grupo de hombres a transformarse en los más sanguinarios lobos del hombre de la Historia.
Si bien no siempre la ONU tuvo políticas acertadas, si bien la ONU nunca fue santo de mi devoción, si bien la ONU ha cometido, según mi opinión, errores históricos que espero no sean irreparables con un país al que considero mi país desde el día que lo pisé por primera vez, creo que en este caso la decisión no sólo fue acertada, fue una decisión necesaria e impostergable. El mundo necesitaba ver que el ente que surgió precisamente de la finalización de una guerra y la apertura de una esperanza de "no guerra" (decir "paz" sería pretencioso e ingenuo, casi diría ridículo), tomó la posta de la recordación de uno de los actos de barbarie más execrables de toda la Historia, haciendo suyo el llanto y el lamento de una tierra que albergó en su silencioso y sufrido seno a millones de inocentes cuyo único pecado fue tener la malhadada idea de nacer judío, o gitano, deforme u homosexual… y estar al alcance de esas manadas de ratas pardas cuyo hambre de conquista y su sed de sangre llevaron a la humanidad a su casi destrucción.
"NO TODAS LAS VÍCTIMAS FUERON JUDÍOS… PERO TODOS LOS JUDÍOS FUERON VÍCTIMAS"
LOS NAZIS, LA QUEMA DE LIBROS Y LA BESTIALIDAD A TRAVÉS DE LA HISTORIA
No creo que sea posible afirmar que los nacional - socialistas (lindo y rimbombante nombre para un partido político, aunque un tanto incoherente) tuvieron la originalidad de presentar semejante espectáculo al pueblo alemán. La historia de nuestra humanidad abunda en actos de barbarie, y entre ellos, las quemas públicas de libros. Lo que sí puede afirmarse es que fueron los primeros en montar un "show esclarecedor" de ese jaez en el siglo XX. Tal vez.
Lo que resulta un tanto irónico es que fue precisamente un alemán, 500 años antes, el que generó una de las más profundas e importantes revoluciones intelectuales. Se llamaba Gutenberg e inventó la imprenta de tipos movibles, con lo que entregó a la humanidad uno de los más preciados regalos, la posibilidad de dejar impresa la palabra que expresaba un pensamiento, una idea… y personalmente creo que ese invento fue muchísimo más revolucionario y trascendental que la computadora personal.
A partir de allí, el mundo empezó a llenarse de libros, se vio bendecido por más y más expresiones de ideas… pero también comenzaron a surgir personajes que empezaron a darse cuenta que un libro, a veces puede ser más peligroso que una daga, o un cañón. Así pues, son famosos los intentos de evitar que la gente tenga acceso a determinados libros, a determinadas ideas, al pensamiento, al disenso… a la libertad por el pensamiento. Hubo muchas formas e intentos, todos conocemos el "Index Librorum Proibitorum" (Índice de Libros prohibidos) del Vaticano, una detallada lista de libros de autoría liberal, de plumas librepensadoras, en fin… de ideas abiertas, de invitaciones a pensar.
Como les comenté anteriormente, cuando se supo que los nazis estaban programando entre otros "autos de Fe" quemas de libros cuyo propósito era "salvar al buen pueblo germano", y que los libros destinados a alimentar la hoguera purificadora eran todos aquellos considerados "dañinos" por la clase dirigente de los nazis, muchos intelectuales y científicos relacionaron con esos rumores la famosa frase de Heinrich Heine, quien anticipándose a su tiempo y al tiempo del oscurantismo que llevaría siglos en llegar, sostuvo que "donde se quemen libros, se terminará, inevitablemente, quemando seres humanos", lo que provocó que muchos de esos científicos y pensadores decidieran poner cierta distancia entre ellos y el radio de alcance de los esbirros de la entonces SA.
La Historia nos habla de muchas quemas de libros, desde la Antigua Grecia, cuando fueron quemadas las obras del sofista Protágoras, quien se atrevió a negarse a confirmar la existencia o la ausencia de los dioses. A la así llamada "verdad pluralista" contrapuso una simple frase, que vale más que mil libros: "el ser humano es la medida de todos los objetos". ¿Quién necesita libros? ¡Al fuego con ellos! Otras víctimas ostensibles de las quemas fueron Voltaire, Hollbach, etc.
Pero volvamos a la Alemania Nazi.
El Partido Nacional Socialista tomó la decisión en 1933, tan pronto asumió el poder, de imponer su verdad absoluta, ejercer su control sobre la vida cultural germana y "depurar" el espíritu del pueblo de todos los elementos que a juicio de los jerarcas nazis, se consideraban contradictorios del "espíritu germano". Fue para tal fin que se creó la "Liga de Lucha contra el Espíritu No-Germano" (sic).
La idea que surgió de quemar libros fue disputada por varios preclaros prohombres de la jerarquía nazi, ya que cada uno quería "tener la primicia", entre ellos el "teórico" Alfred Rosenberg y el "mago" de la propaganda, Joseph Goebbels. Para la ejecución de ese "noble proyecto" fueron convocadas y movilizadas organizaciones tales como la "Liga de los Estudiantes Nazis" (también sic), entre otras beneméritas instituciones para el bien de Alemania. La campaña llevaba como estandarte un slogan remanido y previsible: "reaccionar contra la desvergonzada propaganda de la judeidad mundial contra Alemania". Todo estudiante debía "depurar" su biblioteca privada de los "libros contagiados por la bacteria del espíritu judío". Se conminó a toda la población a deshacerse de libros que pudiesen estar contaminados de esa suerte. Comenzó a anunciarse, por medio de affiches y volantes, que la gran depuración se acercaba. Y además, estaba por salir un edicto prohibiendo a escritores judíos hacerlo en idioma alemán. El día 22 de abril, el diario "Volkischer Beobachter" ("El Observador Popular" o "El Observador del Pueblo") publicó los nombres de los lugares y la fecha del "evento": el 10 de mayo.
Quienes organizaron la quema de libros se habían propuesto darle a semejante "acto" el carácter de un "evento oficial". Frente al edificio de la Opera de Berlín se preparó una hoguera de inmensas dimensiones. El primer contingente de "estudiantes" se hizo presente después de las 10 de la noche, junto con una banda militar, un destacamento de SS, seguidos por otras delegaciones de estudiantes uniformados y con antorchas en sus manos, seguidos por una rugiente turba hitlerista. A un costado de la plaza, ya estaban esperando camiones cargados con unos veinte mil tomos de libros diversos. En la plaza se acercaron grupos de bomberos (sí, Bradbury, puedes sonreír de debajo de tus cenizas, tu "Fahrenheit 451" no fue más que un doloroso y espeluznante testimonio) que rociaron libros con nafta. A medida que cada paquete de libros era arrojado al fuego, un locutor, en el colmo de una estaña y demoníaca vehemencia perfeccionista, iba anunciando los autores de los libros, sus nombres y la causa por la que se los quemaba. Tales "anuncios" eran contestados por la alegre gritería de la turba. Los locutores, abrasados quizá por el delirio piromaniaco o el simple calor infernal de la hoguera se pusieron a aullar, mencionando los valores opuestos a las ideas del libro a quemar, como por ejemplo Nacionalismo universalismo, el Tercer Reich y la república de Weimar, nacional socialismo y marxismo, etc.
Además, por supuesto, de Karl Marx, que fueron los primeros en ser quemados ("estamos tirando al fuego los escritos de Marx y de Kautski"! ¡Estamos en contra de la lucha de clases!""¡Por la Unidad del pueblo!"). Fueron llevados a la hoguera Mann, Emil Ludwig, Remarque, los Zweig… Por supuesto que el acto se vio coronado por un frondoso "speech" de Goebbels, cuyo rostro transfigurado por el glorioso y demoníaco fuego del infierno fue digno corolario de esa inolvidable "noche de cultura".
Tres días después del "evento", Bernhardt Rust, quien fue nombrado, con bastante coherencia por cierto, "Ministro de Cultura, educación y ciencia" del Tercer Reich, asumió en nombre del Führer la misión de "asumir el control del frente cultural". Poco tiempo después, se publicó la lista de los libros prohibidos, así como también el listado de autores prohibidos y sus obras. Tampoco se salvaron las bellas artes: de los museos desaparecieron obras de Paul Klee, Franz Marx y Vasili Kandinsky, definidas como "arte judeo - decadente". Y fue entonces cuando nació y se hizo popular el dicho "Al oír la palabra 'cultura', desenfundo mi revólver."
Honremos la memoria de las víctimas de la Shoa. No permitamos que los nuevos y viejos nazis; rojos, pardos o con turbantes, los menosprecien y los humillen. Jamás olvidemos ni perdonemos a los verdugos ni a sus complices. Pidamos el mayor de los castigos para ellos.
Y, lo que es más importante, estemos atentos para evitar que se pueda repetir algo así. Dejemos claro a todo el mundo, nazis con y sin turbantes, que hoy gracias a Israel MATAR JUDÍOS NO SALE GRATIS.
Ihei razón milefaneja Ad-nay elohenu velohé abotenu shistalku oibenu vesonhenu vejol mebakshe raatenu.
Sea tu voluntad nuestro señor y señor de nuestros padres que se extingan nuestros enemigos, nuestros adversarios y todos los que desean nuestro mal.
Etiquetas: Shoah
2 comentarios:
Amen. Baruj Hashem.
De Anónimo, A las 1/27/2007 5:04 a. m.
no tienes que darme las gracias Yvel. aunque no soy judío siento el Holocausto como algo mío y me indigno cuando veo a los que ahora tratan de negarlo y menospreciar a las víctimas, y para colmo desde lo que ellos ahora llaman "la izquierda" y "el progreso".
De lo potro, a mí también me encantaría esa final Betis-Barca( y ganarla, je je je). Por cierto la del 97 la ví en directo y disfrute como un niño chico a pesar de la derrota (también lloré como un crío). ¡A ver si esta vez con Luís Fernández ....!
De pacobetis, A las 1/27/2007 9:02 p. m.
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