Los Bobos de la España de Torrente
Bailando con bobos
Serafín Fanjul (http://www.libertaddigital.com/)
Releo mi artículo "Fomentando el racismo" publicado en Libertad Digital y escrito con motivo de la muerte a puñaladas de un joven en Villaverde a manos de un dominicano y compruebo que sigue vigente en su totalidad. Se pueden agregar otras consideraciones, más datos sobre inmigración, nuevas muestras de la inepcia del Gobierno o de la amoralidad absoluta de quienes lo apoyan haga lo que haga, porque, en definitiva, Rodríguez les representa muy dignamente. Pero, por lamentable que resulte, aquel texto de hace año y medio continúa reflejando cuanto sucedía y sucede en las ciudades españolas y que –como era previsible– no ha hecho sino agravarse.
Entra en lo esperable y normal que la incompetente Mestre, el desdichado Simancas o el sociolistísimo alcalde de Alcorcón culpen a Esperanza Aguirre de lo ocurrido, según la consigna habitual: de todo tiene la culpa el PP, especialmente de los fallos de seguridad o lucha antiterrorista, en los cuales ni pincha ni corta. Pero eso a ellos no los detiene ni modera su verborragia. Primero niegan la mayor (¡No hay bandas latinas!) y de seguida arremeten contra Esperanza, por si hizo o por si no hizo. Es difícil que convenzan a nadie sino a sus convencidos, pero con eso ya cuentan: el caso es no quedarse callados, modelo Pepiño. Nada podemos esperar por ese lado. El candidato socialista a la alcaldía de Madrid –cuyo nombre no recuerdo– se ha descolgado pidiendo deportación para los inmigrantes a quienes se pille delinquiendo: emocionante, merece tanta credibilidad como Rubalcaba cuando asegura, conteniendo con eficacia la risa, que "tiene la convicción" de que los 19 borrokos fugados (¿por chivatazo de quién?) terminarán detenidos, o la de Rodríguez al afirmar que "tendrá consecuencias, si se demuestra [se demostró]" que las famosas pistolas las robaron los etarras. Y también hubo consecuencias: dos asesinados y media Terminal 4 de Barajas destruida. Por consiguiente, la manifestación organizada por Rodríguez iba dirigida contra el PP y no contra la ETA, que es la que pone las bombas. Nada nuevo, ya los conocemos.
Sin embargo, el problema de fondo no reside en los políticos de uno u otro signo, sino en una sociedad reblandecida, ignorante y cobarde, capaz tan sólo de producir estallidos como fuegos de artificio o de botella de gaseosa abierta abruptamente, pero sin fuelle ni ganas de mantener principios ni actitudes firmes, de ser consecuente y no olvidarse de lo que le han hecho ni de quién se lo ha hecho. Dispuestos amplios sectores de la población a que se la vuelvan a dar con queso con una verbena o unos bonos gratuitos para entrar al zoo. Y no me estoy refiriendo a los involucrados directamente en el negocio, como los andaluces o extremeños que trincan el PER, o al estilo de los titiriteros que afanan las subvenciones. Me refiero a masas numerosas y anodinas maestras en "pasar de política", o en exhibir su divisa en letras de oro ("Yo aquí, con mi cervecita y no me vengan con rollos"), dispuestas a disfrazar de socarrón escepticismo su indiferencia y ceguera ("Total, ni unos ni otros me van a regalar nada"). Pues claro que no: no se trata de regalos sino de exigir a los políticos que cumplan sus obligaciones, pues para eso les pagamos. Pero es incómodo.
El deterioro avanza y nadie se da por enterado hasta que ocurre algo. Entonces salen los asalariados de Polanco denunciando el racismo para desviar la atención, dejar que continúe el hundimiento general y –a ser posible- que Rodríguez vuelva a ganar las elecciones. No hay otro objetivo. Por consecuencia, con pancartas, con pintadas, con los dientes, mandando cartas o correos electrónicos, o dándole la lata en todo lugar en que se le vea, hay que emplazar a Mariano Rajoy a que en su programa electoral proponga –y esté dispuesto a cumplir, ojo– medidas muy concretas y muy duras –atrévase, don Mariano, como se atreve a denunciar la connivencia de Rodríguez con los terroristas–: reforma a fondo de la Ley del Menor, en el sentido que muchos españoles queremos, quizá la gran mayoría; endurecimiento verdadero del Código Penal, de la Ley de Enjuiciamiento Criminal y de las normativas de vigilancia penitenciaria; control efectivo de la entrada de inmigrantes y expulsión sin complejos de cuantos no estén trabajando ni tengan visos de hacerlo; refuerzo del papel y autoridad de la Policía; abolición de todas las Logses y derivados obra del PSOE, con reforzamiento de la autoridad de maestros y profesores mediante medidas disciplinarias serias en escuelas e institutos; sanciones claras e inmediatas a los pequeños o grandes infractores, ya se trate de alcaldes que se pasan de listos o de choricetes que usurpan viviendas ajenas; presencia de la Policía donde quiera que se la necesite (¿Cuántas veces hemos oído hablar de "policía de proximidad, de barrio" y otras zarandajas y con qué resultados?). No es una carta a los Reyes Magos sino algunas de las verbigracias que los ciudadanos tenemos in mente de manera continua. Mientras no se adopten medidas de tal jaez, la sensación que nos queda a no pocos españoles es de estar danzando sin música ni pareja o, lo que es peor, de estar bailando con bobos.
Serafín Fanjul (http://www.libertaddigital.com/)
Releo mi artículo "Fomentando el racismo" publicado en Libertad Digital y escrito con motivo de la muerte a puñaladas de un joven en Villaverde a manos de un dominicano y compruebo que sigue vigente en su totalidad. Se pueden agregar otras consideraciones, más datos sobre inmigración, nuevas muestras de la inepcia del Gobierno o de la amoralidad absoluta de quienes lo apoyan haga lo que haga, porque, en definitiva, Rodríguez les representa muy dignamente. Pero, por lamentable que resulte, aquel texto de hace año y medio continúa reflejando cuanto sucedía y sucede en las ciudades españolas y que –como era previsible– no ha hecho sino agravarse.
Entra en lo esperable y normal que la incompetente Mestre, el desdichado Simancas o el sociolistísimo alcalde de Alcorcón culpen a Esperanza Aguirre de lo ocurrido, según la consigna habitual: de todo tiene la culpa el PP, especialmente de los fallos de seguridad o lucha antiterrorista, en los cuales ni pincha ni corta. Pero eso a ellos no los detiene ni modera su verborragia. Primero niegan la mayor (¡No hay bandas latinas!) y de seguida arremeten contra Esperanza, por si hizo o por si no hizo. Es difícil que convenzan a nadie sino a sus convencidos, pero con eso ya cuentan: el caso es no quedarse callados, modelo Pepiño. Nada podemos esperar por ese lado. El candidato socialista a la alcaldía de Madrid –cuyo nombre no recuerdo– se ha descolgado pidiendo deportación para los inmigrantes a quienes se pille delinquiendo: emocionante, merece tanta credibilidad como Rubalcaba cuando asegura, conteniendo con eficacia la risa, que "tiene la convicción" de que los 19 borrokos fugados (¿por chivatazo de quién?) terminarán detenidos, o la de Rodríguez al afirmar que "tendrá consecuencias, si se demuestra [se demostró]" que las famosas pistolas las robaron los etarras. Y también hubo consecuencias: dos asesinados y media Terminal 4 de Barajas destruida. Por consiguiente, la manifestación organizada por Rodríguez iba dirigida contra el PP y no contra la ETA, que es la que pone las bombas. Nada nuevo, ya los conocemos.
Sin embargo, el problema de fondo no reside en los políticos de uno u otro signo, sino en una sociedad reblandecida, ignorante y cobarde, capaz tan sólo de producir estallidos como fuegos de artificio o de botella de gaseosa abierta abruptamente, pero sin fuelle ni ganas de mantener principios ni actitudes firmes, de ser consecuente y no olvidarse de lo que le han hecho ni de quién se lo ha hecho. Dispuestos amplios sectores de la población a que se la vuelvan a dar con queso con una verbena o unos bonos gratuitos para entrar al zoo. Y no me estoy refiriendo a los involucrados directamente en el negocio, como los andaluces o extremeños que trincan el PER, o al estilo de los titiriteros que afanan las subvenciones. Me refiero a masas numerosas y anodinas maestras en "pasar de política", o en exhibir su divisa en letras de oro ("Yo aquí, con mi cervecita y no me vengan con rollos"), dispuestas a disfrazar de socarrón escepticismo su indiferencia y ceguera ("Total, ni unos ni otros me van a regalar nada"). Pues claro que no: no se trata de regalos sino de exigir a los políticos que cumplan sus obligaciones, pues para eso les pagamos. Pero es incómodo.
El deterioro avanza y nadie se da por enterado hasta que ocurre algo. Entonces salen los asalariados de Polanco denunciando el racismo para desviar la atención, dejar que continúe el hundimiento general y –a ser posible- que Rodríguez vuelva a ganar las elecciones. No hay otro objetivo. Por consecuencia, con pancartas, con pintadas, con los dientes, mandando cartas o correos electrónicos, o dándole la lata en todo lugar en que se le vea, hay que emplazar a Mariano Rajoy a que en su programa electoral proponga –y esté dispuesto a cumplir, ojo– medidas muy concretas y muy duras –atrévase, don Mariano, como se atreve a denunciar la connivencia de Rodríguez con los terroristas–: reforma a fondo de la Ley del Menor, en el sentido que muchos españoles queremos, quizá la gran mayoría; endurecimiento verdadero del Código Penal, de la Ley de Enjuiciamiento Criminal y de las normativas de vigilancia penitenciaria; control efectivo de la entrada de inmigrantes y expulsión sin complejos de cuantos no estén trabajando ni tengan visos de hacerlo; refuerzo del papel y autoridad de la Policía; abolición de todas las Logses y derivados obra del PSOE, con reforzamiento de la autoridad de maestros y profesores mediante medidas disciplinarias serias en escuelas e institutos; sanciones claras e inmediatas a los pequeños o grandes infractores, ya se trate de alcaldes que se pasan de listos o de choricetes que usurpan viviendas ajenas; presencia de la Policía donde quiera que se la necesite (¿Cuántas veces hemos oído hablar de "policía de proximidad, de barrio" y otras zarandajas y con qué resultados?). No es una carta a los Reyes Magos sino algunas de las verbigracias que los ciudadanos tenemos in mente de manera continua. Mientras no se adopten medidas de tal jaez, la sensación que nos queda a no pocos españoles es de estar danzando sin música ni pareja o, lo que es peor, de estar bailando con bobos.
País de borregos acostumbrados a no pensar y dejarse llevar por el primer oportunista que los manipule. País que permanece en el franquismo sociológico, travestido de progresismo bienpensante. País que ha encontrado a su presidente ideal: inepto, amorfo, fullero y embaucador. El primer Bobo entre los Bobos.
Etiquetas: La España de Torrente
1 comentarios:
Paco: nunca imaginé que Zapatero y toda esa manga de progres pudieran cagar tanto tanto tanto a España. Lamento que los españoles no tengan ganas de pensar un poquito.
De Anónimo, A las 1/26/2007 9:46 p. m.
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio