El legado de Arafat
Abú Mazen ensalza a Arafat en el segundo aniversario de su muerte y asume su legado: "Su camino es nuestro camino"
El presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abbás (Abú Mazen), fue el principal orador del acto conmemorativo de la muerte de Arafat celebrado este sábado en la Mukata de Ramala (Margen Occidental). "El camino de Arafat es nuestro camino, su promesa es nuestra promesa, su destino es nuestro destino", peroró. "La antorcha que portaba desde 1965 la seguiremos levantando nosotros, a pesar de los crímenes de la ocupación", dijo también. Asimismo, anunció que el Gobierno de unidad nacional estará listo "hacia finales de mes".
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Asumir el legado y seguir el camino de uno de los mayores criminales de la historia. Un corrupto que a su odio a Israel unió su "mano larga" para apropiarse el dinero destinado a su "amado" pueblo palestino. Parece ser que Arafat,al igual que Franco en su momento, lo dejo todo "atado y bien atado": su lejado es un atajo de asesinos y ladrones como él.
No está mal recordar ahora dos textos de Gabriel Albiac escritos en los momentos de la muerte de este tiparraco:
Del político como necrófago
Gabriel Albiac
El equipo médico habitual, varias veces al día, emitía veredicto. Y él se pudría en vida (llaman vida a eso algunos); lentos, pasaban días, semanas... Hasta intentaron congelarlo vivo. Pero se pudría. Y nos pudría. A todos. Los de mi edad saben de lo que hablo. Nadie se merece una muerte así. Ni siquiera un asesino, ni siquiera un dictador, ni siquiera un genocida. Ante el absoluto que es la muerte –único instante infinito en la vida de un hombre– un primordial respeto debiera primar aun en las meninges malvadas de los políticos. No es así. Y no existe sicario de déspota que no prefiera hacer sufrir atrozmente a su amo, con tal de prolongar, aun cuando sólo sea unas nimias semanas, sus sórdidos privilegios.
Y los dioses saben cómo puedo despreciar a un dictador; y los dioses saben el nulo aprecio que siento hacia la vida de cualquiera de ellos. Pero hay que poseer la negrísima alma de los políticos para conectar a un moribundo en una máquina sin fin y disfrutar, cuanto tiempo la máquina permita, de los netos beneficios en que se capitaliza su sufrimiento.
Si alguna prueba precisaba de que la política es el mal, el frío modo en que los comecadáveres planifican la tortura hospitalaria de sus jerifaltes me bastaría para ratificar que no hay más combate digno de ser dado que el de expulsar lo político de nuestras vidas.
Franco, ayer. Arafat, ahora. Con suerte, lograrán que las fechas de la extinción de sus pudrientes cuerpos bajo tormento clínico coincidan. Sería, ciertamente, una bellísima lección de teoría política. Cuando la hora final llega, nadie es más cruel con un dictador que sus íntimos. A mí, detestando como detesto a tales gentes, jamás se me pasaría por la cabeza la barbarie de hacerlos sufrir de ese modo. A sus seguidores, sí. Y a sus familias.
La ironía más honda es que el Arafat que se pudre en un hospital parisino estaba muerto –políticamente muerto– hace mucho. Como mínimo, desde que en 2000 rechazó la oferta clintoniana de un Estado palestino, coincidente al 97 % con el reivindicado por la OLP.
La ironía es que ha sido su cadáver el que taponó todo en Palestina durante cuatro años; que esos años han generado más muerte y más tragedia que todos los de caudillo terrorista que les precedieron; que, allá por 2000, la OLP tenía recambio político en la generación de los jóvenes de la Primera Intifada, y Dahlan y Rayub podían garantizar la liquidación –con la delicadeza propia a la policía palestina– de Hamas y Yihad.
Ya no. Arafat los depuró, cuando entendió que ya no lo entendían. Y la guerra civil es la herencia que dejará a los suyos. Pero ni aun eso justifica torturar así a quien está ya muerto.
Coge el dinero y come
Gabriel ALBIAC
Nadie, por el momento, ha confirmado si fue Mazen o Qoeri quien, Canard enchainé en ristre, interrumpió la escandalera. «¡Hemos estado haciendo el gilipollas!» Los demás lo miraron como diciendo que eso su señora madre. La curiosidad les pudo, sin embargo. Leyeron el titular. Y fue el silencio.
Hacía ya tres días que no dormían casi. El primero que se duerma pierde. Cuando los demás cargan mágnum en la sobaquera. La OLP era un gran tablero de tres en raya. El eje horizontal sitúa el enésimo asalto de los de la primera Intifada (los cuarentones, para entendernos) contra los panzudos fundadores (los coetáneos de Arafat, para ir deprisa). El eje vertical fija una erizada línea Maginot que cruza ambos campos: Mazen contra Qorei, entre los viejos; Rayub contra Dahlán entre los cachorros. A la puerta, los piadosos de Hamas afilaban alfanjes: ya saldrán de ahí dentro, se decían; y se van a enterar de lo que vale un peine. Los Hizbulah, en coránico sosiego, aguardan, frente a correos, el paquetito de Irán con la nuclear de bolsillo: Dios lo quiera.
Pasó un ángel. De Alá. «¡Hemos estado haciendo el gilipollas!». Jack el Destripador envidiaría su tono grave. «Pero, ¿quién fue el imbécil que autorizó el traslado a París». Un despistado pide que le traduzcan el papelajo franchute… Que dice que la policía fiscal francesa está investigando a Souha por la injustificada transferencia a su cuenta personal de nueve millones de dólares desde Suiza; que los de la UE andan mosqueados porque a ver si los 835 millones de dólares de las cuentas numeradas del Jefe van a ser cosa de las ayudas humanitarias; o sea, que comisión de investigación al canto…
Pasó un ángel. De Alá, faltaría más. Alguien –¿Qorei? ¿O Mazen?– susurró, agónico: «Sí, sí, vale, vale. Eso no tiene ya remedio. Pero, ¿quién tiene la firma de las cuentas suizas?» Las navajas se enfundan; se encogen los hombros; alguien silba. Rugido unánime: «¡A París todos!»
Y, en París, a Souha le llega el cante. Reacciona. Jaque en dos movimientos.
1) Lagrimeo ante Al Yazeera: esos desagradecidos de la OLP, que quieren enterrar vivo a su marido, son sólo unos «ladrones de herencias». Si lo sabrá ella, rechinan en Ramala, donde empiezan a largar facturas de peleterías, joyas, coches y selectos restaurantes tan del gusto de la pre-viuda. «Y, de pasarse a ver un rato a su marido, es que ni una sola vez en cuatro años, oiga».
2) Exclusiva de acceso al definitivo enchufe hospitalario; porque de ese interruptor pende el pan de su huerfanita. La Francia humanitaria entiende el drama: «la veuve et l’orphélin, quoi de plus émouvant?», solía cantar Brassens. Coge el dinero, chica. Y come. La Tour d’Argent va abrir dentro de diez minutos. ¡Clic! En negro.
El presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abbás (Abú Mazen), fue el principal orador del acto conmemorativo de la muerte de Arafat celebrado este sábado en la Mukata de Ramala (Margen Occidental). "El camino de Arafat es nuestro camino, su promesa es nuestra promesa, su destino es nuestro destino", peroró. "La antorcha que portaba desde 1965 la seguiremos levantando nosotros, a pesar de los crímenes de la ocupación", dijo también. Asimismo, anunció que el Gobierno de unidad nacional estará listo "hacia finales de mes".
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Asumir el legado y seguir el camino de uno de los mayores criminales de la historia. Un corrupto que a su odio a Israel unió su "mano larga" para apropiarse el dinero destinado a su "amado" pueblo palestino. Parece ser que Arafat,al igual que Franco en su momento, lo dejo todo "atado y bien atado": su lejado es un atajo de asesinos y ladrones como él.
No está mal recordar ahora dos textos de Gabriel Albiac escritos en los momentos de la muerte de este tiparraco:
Del político como necrófago
Gabriel Albiac
El equipo médico habitual, varias veces al día, emitía veredicto. Y él se pudría en vida (llaman vida a eso algunos); lentos, pasaban días, semanas... Hasta intentaron congelarlo vivo. Pero se pudría. Y nos pudría. A todos. Los de mi edad saben de lo que hablo. Nadie se merece una muerte así. Ni siquiera un asesino, ni siquiera un dictador, ni siquiera un genocida. Ante el absoluto que es la muerte –único instante infinito en la vida de un hombre– un primordial respeto debiera primar aun en las meninges malvadas de los políticos. No es así. Y no existe sicario de déspota que no prefiera hacer sufrir atrozmente a su amo, con tal de prolongar, aun cuando sólo sea unas nimias semanas, sus sórdidos privilegios.
Y los dioses saben cómo puedo despreciar a un dictador; y los dioses saben el nulo aprecio que siento hacia la vida de cualquiera de ellos. Pero hay que poseer la negrísima alma de los políticos para conectar a un moribundo en una máquina sin fin y disfrutar, cuanto tiempo la máquina permita, de los netos beneficios en que se capitaliza su sufrimiento.
Si alguna prueba precisaba de que la política es el mal, el frío modo en que los comecadáveres planifican la tortura hospitalaria de sus jerifaltes me bastaría para ratificar que no hay más combate digno de ser dado que el de expulsar lo político de nuestras vidas.
Franco, ayer. Arafat, ahora. Con suerte, lograrán que las fechas de la extinción de sus pudrientes cuerpos bajo tormento clínico coincidan. Sería, ciertamente, una bellísima lección de teoría política. Cuando la hora final llega, nadie es más cruel con un dictador que sus íntimos. A mí, detestando como detesto a tales gentes, jamás se me pasaría por la cabeza la barbarie de hacerlos sufrir de ese modo. A sus seguidores, sí. Y a sus familias.
La ironía más honda es que el Arafat que se pudre en un hospital parisino estaba muerto –políticamente muerto– hace mucho. Como mínimo, desde que en 2000 rechazó la oferta clintoniana de un Estado palestino, coincidente al 97 % con el reivindicado por la OLP.
La ironía es que ha sido su cadáver el que taponó todo en Palestina durante cuatro años; que esos años han generado más muerte y más tragedia que todos los de caudillo terrorista que les precedieron; que, allá por 2000, la OLP tenía recambio político en la generación de los jóvenes de la Primera Intifada, y Dahlan y Rayub podían garantizar la liquidación –con la delicadeza propia a la policía palestina– de Hamas y Yihad.
Ya no. Arafat los depuró, cuando entendió que ya no lo entendían. Y la guerra civil es la herencia que dejará a los suyos. Pero ni aun eso justifica torturar así a quien está ya muerto.
Coge el dinero y come
Gabriel ALBIAC
Nadie, por el momento, ha confirmado si fue Mazen o Qoeri quien, Canard enchainé en ristre, interrumpió la escandalera. «¡Hemos estado haciendo el gilipollas!» Los demás lo miraron como diciendo que eso su señora madre. La curiosidad les pudo, sin embargo. Leyeron el titular. Y fue el silencio.
Hacía ya tres días que no dormían casi. El primero que se duerma pierde. Cuando los demás cargan mágnum en la sobaquera. La OLP era un gran tablero de tres en raya. El eje horizontal sitúa el enésimo asalto de los de la primera Intifada (los cuarentones, para entendernos) contra los panzudos fundadores (los coetáneos de Arafat, para ir deprisa). El eje vertical fija una erizada línea Maginot que cruza ambos campos: Mazen contra Qorei, entre los viejos; Rayub contra Dahlán entre los cachorros. A la puerta, los piadosos de Hamas afilaban alfanjes: ya saldrán de ahí dentro, se decían; y se van a enterar de lo que vale un peine. Los Hizbulah, en coránico sosiego, aguardan, frente a correos, el paquetito de Irán con la nuclear de bolsillo: Dios lo quiera.
Pasó un ángel. De Alá. «¡Hemos estado haciendo el gilipollas!». Jack el Destripador envidiaría su tono grave. «Pero, ¿quién fue el imbécil que autorizó el traslado a París». Un despistado pide que le traduzcan el papelajo franchute… Que dice que la policía fiscal francesa está investigando a Souha por la injustificada transferencia a su cuenta personal de nueve millones de dólares desde Suiza; que los de la UE andan mosqueados porque a ver si los 835 millones de dólares de las cuentas numeradas del Jefe van a ser cosa de las ayudas humanitarias; o sea, que comisión de investigación al canto…
Pasó un ángel. De Alá, faltaría más. Alguien –¿Qorei? ¿O Mazen?– susurró, agónico: «Sí, sí, vale, vale. Eso no tiene ya remedio. Pero, ¿quién tiene la firma de las cuentas suizas?» Las navajas se enfundan; se encogen los hombros; alguien silba. Rugido unánime: «¡A París todos!»
Y, en París, a Souha le llega el cante. Reacciona. Jaque en dos movimientos.
1) Lagrimeo ante Al Yazeera: esos desagradecidos de la OLP, que quieren enterrar vivo a su marido, son sólo unos «ladrones de herencias». Si lo sabrá ella, rechinan en Ramala, donde empiezan a largar facturas de peleterías, joyas, coches y selectos restaurantes tan del gusto de la pre-viuda. «Y, de pasarse a ver un rato a su marido, es que ni una sola vez en cuatro años, oiga».
2) Exclusiva de acceso al definitivo enchufe hospitalario; porque de ese interruptor pende el pan de su huerfanita. La Francia humanitaria entiende el drama: «la veuve et l’orphélin, quoi de plus émouvant?», solía cantar Brassens. Coge el dinero, chica. Y come. La Tour d’Argent va abrir dentro de diez minutos. ¡Clic! En negro.
Etiquetas: Islamofascismo
1 comentarios:
Una verdadera mierda este Arafat. Franco, Hitler, Mussolini, Irán, Arafat... todo eso es un legado de mierda que debería ir al inodoro de la historia humana.
Arafat=corrupto+ladrón+terrorista+nazi
De Anónimo, A las 11/12/2006 9:29 p. m.
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