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viernes, octubre 19, 2007

Gobierno bananero

Una república bananera en ciernes
Nunca los israelíes han estado tan frustrados con sus líderes como hoy en día
por Isi Leibler
(
http://www.elreloj.com)

Nunca los israelíes han estado tan frustrados con sus líderes como hoy en día. Aun así, la vieja guardia conserva no solamente las riendas del poder, sino que con cara dura desenfadada presenta nuevas políticas a las que se oponen numantinamente la gran mayoría de sus electorados.
Existe un consenso virtual en que las negociaciones abiertas por el Primer Ministro Ehud Olmert con los palestinos no conducirán a ninguna parte. Incluso si Mahmoud Abbás experimenta una transformación genuina -- lo cual es dudoso -- hoy es completamente impotente e incapaz de cumplir nada. En la práctica, si es que sobrevive, el resultado más probable es que llegue a un acuerdo con Hamas y cualquier armamento o concesión que proporcionemos, al igual que en el pasado, se volverá contra nosotros.
Al igual que nuestro primer ministro, todos los negociadores israelíes actuales son políticos fracasados y desacreditados. Durante su mandato como premier, Ehud Barak puso los cimientos de la Segunda Guerra del Líbano. El Presidente Shimon Peres aún saca brillo elocuente a los fracasados Acuerdos de Oslo y explota su prerrogativa presidencial bajo el ilusorio disfraz de crear el clima de mayor apaciguamiento y concesiones unilaterales.
Y un desacreditado Haim Ramon, nombrado primer ministro en funciones desafiantemente por su colega Ehud Olmert, propone concesiones radicales a una Autoridad Palestina impotente "con la autoridad pero sin la aprobación" del primer ministro. Todo esto tiene lugar mientras se continúan lanzando misiles Kassam desde Gaza y nosotros realizamos amenazas vacías.
Más allá de la liberación de terroristas envalentonados, no hubo ninguna transparencia con respecto a los parámetros de estas concesiones. No obstante, los términos se filtraron al público israelí a través de los medios árabes. En respuesta, el Primer Ministro Olmert aseguraba a la nación que la Knesset tendría la última palabra. Pero en el ínterin, el mundo se prepara para la que Israel acepte una retirada total a las líneas de armisticio del 67 -- con modificaciones menores quizá -- y ceda el control de la Ciudad Vieja y la soberanía sobre el Monte del Templo, el enclave más sagrado del judaísmo.
Mientras "el derecho de retorno" árabe queda para futuras negociaciones, Israel realizaría una declaración "aclaratoria" aceptando la responsabilidad por haber creado el problema de los refugiados, dando así credibilidad a la falsa narrativa árabe y bendiciendo cada una de las mentiras árabes concernientes a este tema desde 1948.
Destacando la naturaleza de "aún no me lo creo" de estas concesiones propuestas, Abbás, cuya supervivencia depende directamente de la presencia del ejército israelí, insiste en que Ramon no llegó lo bastante lejos y exige el retorno de "todo Jerusalén ocupado" a las fronteras de 1967.
Que no haya ningún malentendido. Hasta si esta disfuncional Knesset veta estas barrocas propuestas, el Primer Ministro Olmert y sus colaboradores habrán creado los espantosos precedentes que sin cuestión perseguirán a sus sucesores en futuras negociaciones. Y la comunidad internacional, nuestros aliados incluidos, asumirán que un Israel "flexible" hará renuncias de activos vitales que nunca habrán sido aprobadas por el pueblo.
Aquellos que iniciaron los Acuerdos de Oslo manifestaron con vehemencia que nunca accederían a nada remotamente comparable a estas propuestas, que incluso superan la demencia que imperó en Taba durante los días de convalecencia de la caótica administración Barak.
En la práctica, la estructura democrática básica de Israel tiene que ser cuestionada si las negociaciones que implican la renuncia a activos israelíes tan vitales pueden proceder a pesar de la oposición del pueblo y sin reunir siquiera un gabinete significativo o un debate en la Knesset.
Avigdor Lieberman, cuyo partido Yisrael Beiteinu simula representar a la derecha de siempre del espectro político, tiene que estar desesperado por conservar su cartera ministerial, porque más allá de amenazar con dimitir, no hace nada por evitar estas inconscientes actividades.
El Primer Ministro en funciones Eli Yishai, del Shas, representante de un electorado beligerante, también amenaza con sacudir al gobierno, pero sigue pegado a su oficina ministerial mientras se negocia el retorno a las fronteras del 67. El director del Partido del Pensionista Rafi Eitam expresa ultraje por las propuestas de Ramon para Jerusalén, pero ni siquiera llega a amenazar con dimitir. De igual manera, los descontentos parlamentarios del Kadima insisten en que su partido nunca aprobará las concesiones propuestas a los palestinos, pero rechaza actuar.
Aún más sorprendente -- a pesar del hecho de que están en juego temas de implicaciones existenciales para nuestro futuro -- es que la oposición del líder del Likud Binyamin Netanyahu parece haber alcanzado punto muerto.
Por otra parte, aquellos en el bando nacional de Israel también tienen un largo historial de minarse solos promoviendo políticas extremistas. A pesar de tener un argumento altamente persuasivo, con frecuencia son incapaces de articular su postura de una manera sofisticada. Una y otra vez adoptan una actitud de "estás con nosotros o contra nosotros" que aliena a aliados potenciales más moderados del centro que en circunstancias normales les habrían apoyado al menos parte del camino.
Las voces que se escuchan ahora desde la derecha son con frecuencia contraproducentes e impactantes. Moshe Feiglin, en el Likud, promueve opiniones que pertenecen al margen político, no a un partido supuestamente centrista. El bando nacional religioso envía mensajes confusos. Mientras que su líder, Zevulun Orlev, es moderado, desde la retirada de Gaza elementos extremistas siguen acaparando titulares mientras rechazan al estado y se identifican con los antisionistas haredim. Los activistas religiosos altamente asertivos con frecuencia también fracasan a la hora de captar que mientras que están encomiablemente motivados por la religión, basar la defensa de Israel exclusivamente en la Biblia no va a generar apoyo entre los israelíes seculares.
Si el bando nacional va a obligar al gobierno a lanzar sus iniciativas recientes -- lo cual haría palidecer el desastre de Oslo -- es imperativo que dejen ahora al margen sus diferencias y creen un frente unido con los centristas moderados.
También es importante reconocer que mantener el estatus quo no es necesariamente una opción mala. Podría en la práctica representar la opción más favorable para Israel. Hoy miramos con nostalgia el mandato de Yitzhak Shamir, que se concentró en mantener el tipo hasta el momento en que los palestinos, si es que llegaba, se daban cuenta de que sus intereses estarían mejor atendidos haciendo la paz en lugar de aprobando el terror. Llegamos cerca de lograr esto tras la primera Guerra del Golfo, cuando Arafat alcanzó su nadir. Pero lamentablemente los “peaceniks” resucitaron de los Acuerdos de Oslo y le abrieron las puertas de la Casa Blanca.
Nos encontramos en un punto similar cuando el ex-jefe del estado mayor del ejército Moshe Ya'alon había neutralizado en gran parte el terror y los palestinos estaban empezando a cuestionar los méritos del terrorismo. Pero entonces entró en escena un corrupto primer ministro Ariel Sharon y lanzó la desastrosa retirada unilateral de Gaza. Hoy, con los palestinos completamente desperdigados, Ehud Olmert se encuentra rumbo a repetir el mismo desastre con aún mayor peligro para nuestro futuro.
Esto sigue siendo así a pesar de la reciente salida de tono en Siria presuntamente destruyendo una amenaza nuclear. Un éxito aislado no hace eficaz a un gobierno.
Ciertamente ya viene siendo hora de que Yisrael Beiteinu, el Partido de los Pensionistas, el Shas y los descontentos diputados del Kadima echen abajo a este disfuncional gobierno al que condenan repetidamente. Quedarse de brazos cruzados mientras el jefe del gobierno sigue haciendo concesiones unilaterales sin reciprocidad en desafío a la voluntad del pueblo hace mofa de nuestro sistema democrático y da credibilidad a las alegaciones de que en realidad vamos camino de convertirnos en una república bananera.
Comparto plenamente las críticas del artículo hacia el gobierno de Olmert pero Israel está muy lejos de parecerse a una república bananera. Primero porque es una democracia plenamente instaurada y desarrollada y segundo, y aún más importante, por el espíritu crítico quie muestran los israelíes ante ante sus gobernantes. Un pueblo que critica todas y cada una de las decisiones de su gobierno está lo suficientemente sano como para no correr peligro de convertirse en una república bananera.

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1 comentarios:

  • Es cierto. Tal vez la comparación con una República Bananera sea demasiado exagerada, pero lo cierto es que Olmert con sus concesiones pro-árabes nos lleva por ese camino.

    De Anonymous Anónimo, A las 10/21/2007 11:36 p. m.  

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