Mr. X

Felipe González dice en México que "peor que el 11-S ha sido la respuesta al 11-S"

El ex presidente del Gobierno español, Felipe González, opinó que aunque "no hay conflicto entre civilizaciones", lo puede haber "porque se están poniendo las condiciones" para ello. Al abrir en México un ciclo de conferencias dedicado a las Ciencias Sociales y Humanidades de la Feria del Libro de Guadalajara (FIL) con una conferencia titulada "Cultura y paz" aseguró que "peor que el 11-S ha sido la respuesta al 11-S". Dicho de otra manera, señaló, "no se matan moscas a cañonazos". González destacó que en el contexto actual se hace necesario reflexionar sobre "una cultura para la paz" cuyo "primer elemento debe educar a la gente desde la infancia en la comprensión del otro".

Felipe González señaló que "prefiero la comprensión del otro a través del diálogo a la tolerancia, porque la tolerancia puede ser una forma de arrogancia". Enseguida advirtió que ningún conflicto bélico del siglo XX lo ha sido entre civilizaciones.

¿Cómo no iba a pontificar Mr. X? Desde su "retiro" pagado por todos nosotros, ahora y antes cuando se lo llevaba calentito, se dedica a abogar por sus amigos, de ahora y de siempre. Y ¿quién son estos amigos? pues algún cacique venezolano, algún reyezuelo marroquí, .... cualquiera dispuesto a repetir pamplinas para borregos bienpensantes mientras se llenan los bolsillos con sus manos manchadas de sangre. Para Mr. X la mejor reacción al 11-S hubiera sido hacer negocio con los terroristas. Es lo que le va.

Para conocer un poquito mejor al personaje, de donde viene, donde está y hacia donde va, podemos recordar las siguientes palabras de Gabriel Albiac en septiembre de 2004:

X tejió un ministerio sumergido en las cloacas del Ministerio del Interior. Corrían los años ochenta, y el poder socialista se juzgaba a sí mismo ilimitado. En potestad y tiempo. Así lo parecía, ciertamente. El poder judicial había sido barrido como entidad autónoma; su función de contrapeso del Ejecutivo, aniquilada. Hubo quien vio aquello como refinamiento de la democracia: ejecución de Montesquieu a manos del primer patán con cursis pretensiones: nada más cursi que un cateto que se ignora. Nadie quiso recordar la fuente de ese modernismo: un ensayo de Carl Schmitt («Der Führer schützt das Recht») que, en 1934, erige al jefe del Ejecutivo –en tanto que encarnación de la voluntad del pueblo– en fuente única y garantía del derecho. A fin de cuentas, el austríaco amo de Alemania fue socialista nacional medio siglo antes que sus discípulos sevillanos.

X no tuvo a su disposición las tres o cuatro décadas que hubieran convertido a este país en una andrajosa mezcla del gangsterismo venezolano a lo Carlos Andrés Pérez y del PRI de los colegas mexicanos, banda de salteadores que enamoraba al Carlos Fuentes tan demócrata antiimperial en estos días. Pudo ser. No fue. Y, a cambio de ese no ser, X se quedó en X. Los jueces renunciaron a ponerle el nombre y apellidos que todos en este país –desde los políticos más enfangados, hasta el ciudadano más saludablemente ajeno a sus horrores– sospechaba. Lo libró eso de la cárcel. No le hizo aprender nada. Peor: nada aprendió este país de la tragedia acontecida en los años ochenta. Nada aprenderá, pues, de la tragedia del 2004.

Porque dejar a X en el anonimato fue dejar en la invisibilidad su obra. Intacta. Ministros del Interior se sucedieron, a lo largo de ocho años; efímeros, como corresponde a las democracias. La célula GAL de Interior no fue limpiada. El presunto porteador de los maletines con los cuales Vera pagaba el silencio de Amedo prosiguió su automática carrera. Hasta llegar al vértice de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil. Desde allí, nos narra el libro de García Abadillo, habría supervisado cierta venta de dinamita asturiana a chorizos marroquíes de medio pelo. 192 madrileños descuartizados. Zapatero no declarará ante la Comisión. Ni los confidentes que mediaron la venta. X, tampoco.

No pusimos nombre a X, cuando aún se podía. Ahora es tarde. Su obra creció exponencialmente. Chapoteamos en un charco de sangre y mierda (meterse «hasta los codos en la sangre y en la mierda» decía Rafael Vera que era su trabajo). ¿A alguien le extraña que la Comisión del 11-M quiera taparlo todo? Su nombre es miedo. A lo desconocido. Miedo. A lo demasiado conocido.