Una alemana en Israel (1ª parte)
Una alemana en Jerusalén
HERMANN TERTSCH (http://www.abc.es)
Tanto se abusa de este adjetivo que ya da cierto pudor utilizarlo pero hay ocasiones en los que el significado de un acto político adquiere tal peso, dimensión y densidad en su carácter único que no puede calificarse de otra forma. Por eso ha sido realmente «histórica» la visita de la cancillera alemana, Angela Merkel, a Israel esta semana. Como lo ha sido su discurso, ante el Knesset (parlamento israelí) en Jerusalén. En alemán, para muchos israelíes la «lengua de los verdugos» del Holocausto, -algunos miembros de la cámara aún no pueden soportarlo y se ausentaron- la cancillera alemana hizo historia. La cámara había cambiado especialmente para ella las reglas que sólo daban el privilegio de hablar desde aquella tribuna a Jefes de Estado. Desde allí se dirigió a los parlamentarios pero su mensaje nítido y contundente iba destinado a todo el mundo y especialmente a los enemigos de Israel. Y proclamó que Alemania considera la seguridad de este pequeño Estado judío como propia y «jamás negociable». «Las amenazas a Israel son amenazas a nosotros». En la lengua de los verdugos llegó una alemana a Jerusalén para decirles a los israelíes que jamás volverán a estar solos como entonces, cuando un Estado alemán intentó exterminar al pueblo judío ante la indiferencia de la mayoría de los europeos y con la cooperación de muchos. Les aseguró que este Estado alemán no permitirá que otros nuevos enemigos, esta vez no con gas Zyklon B ni en matanzas multitudinarias, sino con la bomba atómica, preparen y concluyan aquella aniquilación que el nacionalsocialismo alemán perpetró en el siglo XX. La existencia de Israel es uno de los máximos símbolos de la victoria del mundo libre contra el nacionalsocialismo y contra todo totalitarismo. La alemana en el Knesset habló de historia con mayúscula, de principios irrenunciables y de compromisos irrevocables en defensa de la libertad y la sociedad abierta. Una gran lección.
En realidad, los actos de celebración del 60 aniversario del Estado de Israel no comienzan hasta mayo, pero Merkel ha querido adelantarse a las muchas visitas que se producirán entonces para darle a la suya el carácter único que el trágico pasado común de alemanes y judíos merece. Pero también para hacer una exposición muy personal de las razones, las muchas razones que tiene ella para considerar a Israel un bastión del mundo libre y de la sociedad abierta que no puede sucumbir sin terribles consecuencias para todas las democracias. «La seguridad de Israel es razón de Estado para Alemania». La defensa de Israel debe ser razón de Estado para todas las sociedades abiertas y libres.
El viaje de Merkel es uno que todos los líderes de las democracias habrían de hacer por dignidad, sentido de la historia y respeto a los valores que los elevaron al cargo. Obligados, no como ella por el pasado, pero tanto como ella por el presente y por el futuro de Israel y de todo el mundo que damos en llamar occidental. El 60 aniversario de la fundación del Estado de Israel llega en el momento idóneo para que las democracias occidentales proclamen su compromiso inquebrantable con la defensa de este pequeño Estado cuya existencia vuelve a estar amenazada como nunca desde 1967.
Desde hace ya un lustro, pierde fuerza la única solución pacífica que existe para el conflicto y que se basa en la opción de los dos estados, el judío y el palestino. Si en Israel costó mucho lograr una mayoría para esta solución -hace treinta años eran multitud los que propugnaban la colonización total de los territorios conquistados en 1967 y la expulsión de los palestinos hacia los países árabes vecinos- hoy la situación se ha invertido. La popularidad del fanatismo islamista, entre los palestinos especialmente pero también en el mundo árabe en general y en otros enemigos de Israel con el Irán de Ajmadineyad a la cabeza, ha hecho resurgir con virulencia el viejo sueño de convertir tarde o temprano al Estado de Israel en un breve paréntesis en la larga historia de la región, un «accidente» consecuencia de otro anterior que habría sido el Holocausto. Hamás, Hizbola, Siria o Irán, Al Qaeda y grupos similares no tienen el mínimo interés en avances en dirección hacia la constitución de un Estado palestino viable. Desde Teherán sólo parte un mensaje constante y retador que pide sufrimiento en espera del golpe liberador que restaure el honor del Islam con la destrucción del Estado de Israel. Nadie piense que la presidenta del parlamento israelí se dejaba llevar por la retórica el martes cuando pedía a Merkel, «tiéndanos la mano para evitar la condena de muerte», en referencia a la amenaza que todos los israelíes perciben ante los planes nucleares del régimen de Teherán.
Ángela Merkel tiene la paradójica ventaja sobre sus colegas del resto de Europa occidental de haber crecido bajo una dictadura comunista, saber lo que es el totalitarismo y lo que es la libertad. Y los esfuerzos y el precio que ésta merece en su defensa. Por eso es incapaz de caer en los relativismos de otros, como nuestros inefables gobernantes españoles con sus solemnes juegos de la nada sobre la armonía en la Alianza de Civilizaciones con los enemigos de la civilización. Merkel tiene por el contrario eso que se denomina «cultura de defensa», una virtud denostada o sencillamente ignorada por tantos políticos europeos. Por eso sabe percibir las amenazas a la libertad propia en los ataques a la de otros Estados, comunidades o personas. Por eso es capaz de ir a Moscú y a Pekín y proclamar allí su preocupación por los derechos humanos mientras otros visitan estas capitales sin acordarse de ellos. Como tantos políticos centroeuropeos y antiguos disidentes bajo los regímenes comunistas, sabe que la libertad perdida por debilidad puede costar generaciones en ser reconquistada. Sabe que los enemigos de la libertad son implacables y utilizan y fomentan la confusión, la comodidad, la ignorancia y la cobardía en las sociedades libres. Pero sobre todo sabe que Israel no se puede permitir una derrota porque equivaldría a su aniquilación. Y es consciente de que las amenazas contra Israel son amenazas contra todos nosotros.
Israel es parte de la historia alemana y europea. Es evidente que Israel hoy no existiría como es si la Alemania nazi no hubiera asesinado industrialmente a millones de judíos. Ni si hubieran tenido las víctimas otros países europeos donde buscar refugio ante la ofensiva criminal nazi que comienza en 1934 con las Leyes de Nüremberg y concluye en las chimeneas de Sobibor y Auschwitz o en las terribles muertes por enfermedades y hambre en Bergen-Belsen con Hitler ya muerto.
Como no podía ser de otra forma, ciertos sectores de la izquierda europea se han apresurado a criticar a Merkel por no aludir a los asentamientos israelíes en los territorios ocupados ni a la triste situación en Gaza. A Gaza sí se refirió y con inmenso sentido común. Hamás es responsable de lo que allí ocurre, porque Israel, que se retiró unilateralmente de aquellos territorios, no puede tolerar que desde allí se bombardee diariamente a su población.
Merkel cree en el derecho a la defensa propia. Otros pretenden que Israel renuncie a ella.
No puede caer en semejante error quien tan larga memoria tiene. La cancillera ha estado ya tres veces en Israel y los territorios durante su mandato. Y por supuesto que ha tratado con los dirigentes israelíes sobre estas cuestiones políticas a las que aludió en el parlamento en Jerusalén como «la necesidad de dolorosas concesiones». La política israelí es muchas veces muy criticable y condenable. Y sin duda habrá de hacer muchas «concesiones dolorosas» para cualquier acuerdo cuando tenga interlocutores. Pero su derecho a la defensa propia sólo se lo pueden discutir sus enemigos. Pero, además, ha quedado claro que esta visita ha sido concebida personalmente por la cancillera como una proclamación de principios. Con siete ministros de su Gabinete en Jerusalén para elaborar con sus homólogos israelíes programas de cooperación a largo plazo, ella se ha centrado en la escenificación de este salto cualitativo que convierte a Israel en uno de los socios privilegiados de Alemania en un nivel que solo tienen Francia, EE.UU., Italia y quizás ahora Polonia.
HERMANN TERTSCH (http://www.abc.es)
Tanto se abusa de este adjetivo que ya da cierto pudor utilizarlo pero hay ocasiones en los que el significado de un acto político adquiere tal peso, dimensión y densidad en su carácter único que no puede calificarse de otra forma. Por eso ha sido realmente «histórica» la visita de la cancillera alemana, Angela Merkel, a Israel esta semana. Como lo ha sido su discurso, ante el Knesset (parlamento israelí) en Jerusalén. En alemán, para muchos israelíes la «lengua de los verdugos» del Holocausto, -algunos miembros de la cámara aún no pueden soportarlo y se ausentaron- la cancillera alemana hizo historia. La cámara había cambiado especialmente para ella las reglas que sólo daban el privilegio de hablar desde aquella tribuna a Jefes de Estado. Desde allí se dirigió a los parlamentarios pero su mensaje nítido y contundente iba destinado a todo el mundo y especialmente a los enemigos de Israel. Y proclamó que Alemania considera la seguridad de este pequeño Estado judío como propia y «jamás negociable». «Las amenazas a Israel son amenazas a nosotros». En la lengua de los verdugos llegó una alemana a Jerusalén para decirles a los israelíes que jamás volverán a estar solos como entonces, cuando un Estado alemán intentó exterminar al pueblo judío ante la indiferencia de la mayoría de los europeos y con la cooperación de muchos. Les aseguró que este Estado alemán no permitirá que otros nuevos enemigos, esta vez no con gas Zyklon B ni en matanzas multitudinarias, sino con la bomba atómica, preparen y concluyan aquella aniquilación que el nacionalsocialismo alemán perpetró en el siglo XX. La existencia de Israel es uno de los máximos símbolos de la victoria del mundo libre contra el nacionalsocialismo y contra todo totalitarismo. La alemana en el Knesset habló de historia con mayúscula, de principios irrenunciables y de compromisos irrevocables en defensa de la libertad y la sociedad abierta. Una gran lección.
En realidad, los actos de celebración del 60 aniversario del Estado de Israel no comienzan hasta mayo, pero Merkel ha querido adelantarse a las muchas visitas que se producirán entonces para darle a la suya el carácter único que el trágico pasado común de alemanes y judíos merece. Pero también para hacer una exposición muy personal de las razones, las muchas razones que tiene ella para considerar a Israel un bastión del mundo libre y de la sociedad abierta que no puede sucumbir sin terribles consecuencias para todas las democracias. «La seguridad de Israel es razón de Estado para Alemania». La defensa de Israel debe ser razón de Estado para todas las sociedades abiertas y libres.
El viaje de Merkel es uno que todos los líderes de las democracias habrían de hacer por dignidad, sentido de la historia y respeto a los valores que los elevaron al cargo. Obligados, no como ella por el pasado, pero tanto como ella por el presente y por el futuro de Israel y de todo el mundo que damos en llamar occidental. El 60 aniversario de la fundación del Estado de Israel llega en el momento idóneo para que las democracias occidentales proclamen su compromiso inquebrantable con la defensa de este pequeño Estado cuya existencia vuelve a estar amenazada como nunca desde 1967.
Desde hace ya un lustro, pierde fuerza la única solución pacífica que existe para el conflicto y que se basa en la opción de los dos estados, el judío y el palestino. Si en Israel costó mucho lograr una mayoría para esta solución -hace treinta años eran multitud los que propugnaban la colonización total de los territorios conquistados en 1967 y la expulsión de los palestinos hacia los países árabes vecinos- hoy la situación se ha invertido. La popularidad del fanatismo islamista, entre los palestinos especialmente pero también en el mundo árabe en general y en otros enemigos de Israel con el Irán de Ajmadineyad a la cabeza, ha hecho resurgir con virulencia el viejo sueño de convertir tarde o temprano al Estado de Israel en un breve paréntesis en la larga historia de la región, un «accidente» consecuencia de otro anterior que habría sido el Holocausto. Hamás, Hizbola, Siria o Irán, Al Qaeda y grupos similares no tienen el mínimo interés en avances en dirección hacia la constitución de un Estado palestino viable. Desde Teherán sólo parte un mensaje constante y retador que pide sufrimiento en espera del golpe liberador que restaure el honor del Islam con la destrucción del Estado de Israel. Nadie piense que la presidenta del parlamento israelí se dejaba llevar por la retórica el martes cuando pedía a Merkel, «tiéndanos la mano para evitar la condena de muerte», en referencia a la amenaza que todos los israelíes perciben ante los planes nucleares del régimen de Teherán.
Ángela Merkel tiene la paradójica ventaja sobre sus colegas del resto de Europa occidental de haber crecido bajo una dictadura comunista, saber lo que es el totalitarismo y lo que es la libertad. Y los esfuerzos y el precio que ésta merece en su defensa. Por eso es incapaz de caer en los relativismos de otros, como nuestros inefables gobernantes españoles con sus solemnes juegos de la nada sobre la armonía en la Alianza de Civilizaciones con los enemigos de la civilización. Merkel tiene por el contrario eso que se denomina «cultura de defensa», una virtud denostada o sencillamente ignorada por tantos políticos europeos. Por eso sabe percibir las amenazas a la libertad propia en los ataques a la de otros Estados, comunidades o personas. Por eso es capaz de ir a Moscú y a Pekín y proclamar allí su preocupación por los derechos humanos mientras otros visitan estas capitales sin acordarse de ellos. Como tantos políticos centroeuropeos y antiguos disidentes bajo los regímenes comunistas, sabe que la libertad perdida por debilidad puede costar generaciones en ser reconquistada. Sabe que los enemigos de la libertad son implacables y utilizan y fomentan la confusión, la comodidad, la ignorancia y la cobardía en las sociedades libres. Pero sobre todo sabe que Israel no se puede permitir una derrota porque equivaldría a su aniquilación. Y es consciente de que las amenazas contra Israel son amenazas contra todos nosotros.
Israel es parte de la historia alemana y europea. Es evidente que Israel hoy no existiría como es si la Alemania nazi no hubiera asesinado industrialmente a millones de judíos. Ni si hubieran tenido las víctimas otros países europeos donde buscar refugio ante la ofensiva criminal nazi que comienza en 1934 con las Leyes de Nüremberg y concluye en las chimeneas de Sobibor y Auschwitz o en las terribles muertes por enfermedades y hambre en Bergen-Belsen con Hitler ya muerto.
Como no podía ser de otra forma, ciertos sectores de la izquierda europea se han apresurado a criticar a Merkel por no aludir a los asentamientos israelíes en los territorios ocupados ni a la triste situación en Gaza. A Gaza sí se refirió y con inmenso sentido común. Hamás es responsable de lo que allí ocurre, porque Israel, que se retiró unilateralmente de aquellos territorios, no puede tolerar que desde allí se bombardee diariamente a su población.
Merkel cree en el derecho a la defensa propia. Otros pretenden que Israel renuncie a ella.
No puede caer en semejante error quien tan larga memoria tiene. La cancillera ha estado ya tres veces en Israel y los territorios durante su mandato. Y por supuesto que ha tratado con los dirigentes israelíes sobre estas cuestiones políticas a las que aludió en el parlamento en Jerusalén como «la necesidad de dolorosas concesiones». La política israelí es muchas veces muy criticable y condenable. Y sin duda habrá de hacer muchas «concesiones dolorosas» para cualquier acuerdo cuando tenga interlocutores. Pero su derecho a la defensa propia sólo se lo pueden discutir sus enemigos. Pero, además, ha quedado claro que esta visita ha sido concebida personalmente por la cancillera como una proclamación de principios. Con siete ministros de su Gabinete en Jerusalén para elaborar con sus homólogos israelíes programas de cooperación a largo plazo, ella se ha centrado en la escenificación de este salto cualitativo que convierte a Israel en uno de los socios privilegiados de Alemania en un nivel que solo tienen Francia, EE.UU., Italia y quizás ahora Polonia.
El Estado de Israel está, desde esta semana, un poco más arropado ante las tempestades de la historia que se adivinan.
Lo necesita y lo merece.
Lo necesita y lo merece.
Etiquetas: Israel, Noticias desde eurabia
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